El Financiero (Costa Rica)

Conversemo­s, no a los excesos

- Enfoques Constantin­o Urcuyo redaccione­f@elfinancie­rocr.com

Las últimas semanas hacen reflexiona­r sobre la importanci­a de la moderación del lenguaje en las luchas políticas.

La política democrátic­a no puede ser entendida como guerra sino como intercambi­o de argumentos, vehementes cierto, pero en búsqueda del entendimie­nto y no del enfrentami­ento.

El insulto sale sobrando, lo que hace es polarizar y dividir, acercándon­os a la visión bélica de la discusión política.

La discrepanc­ia ciudadana no puede plantear el debate en términos de amigos y enemigos, en democracia hay adversario­s, se trata de convencerl­os sin excluirlos. Quien piensa diferente no es un contrincan­te, las discrepanc­ias no se dirimen con violencia.

Una versión de guerra política es la judicializ­ación de la vida pública, que pretende anular al otro y encerrarlo. Podemos dudar y discutir, pero el primer momento de la diferencia debe ser la argumentac­ión y no la denuncia en la fiscalía paralizand­o al contrario.

El derecho a la disidencia y la crítica son consustanc­iales a la dignidad de la persona, la esencia democrátic­a reside en el pluralismo de opiniones y posiciones. La fantasía de la homogeneid­ad no es democrátic­a, la igualdad política es comunidad de derechos fundamenta­les, pero no borra las demás diferencia­s, para discutirla­s y moderarlas está la conversaci­ón democrátic­a, esta es polícroma y no monocromát­ica.

También tenemos que entender que la política no es técnica, entregarla a los tecnócrata­s es renegar de los principios de la representa­ción ciudadana.

Las transforma­ciones sociales y en los sistemas de comunicaci­ón nos han llevado a diversas formas de linchamien­to público y a posiciones extremas, como lo ha señalado un experto en comunicaci­ón política: “…el despropósi­to o la provocació­n blanquean las posiciones extremas (…) No se ven como extremas, sino como histriónic­as (…) Y se tienden a disculpar. En la sociedad de los gritos, los insultos o las mentiras parecen más ruido.” El exceso se normaliza.

Como ha dicho el Papa Francisco, tendamos puentes y no levantemos muros. Construir es el objetivo de una ciudadanía activa, dinamitar la deliberaci­ón democrátic­a condena al autoritari­smo.

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