El Financiero (Costa Rica)

Informació­n privada en manos del BCCR

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Las explicacio­nes del Banco Central de Costa Rica (BCCR) en torno a la exigencia de informació­n individual­izada por número de cédula de ahorrantes y deudores, lejos de tranquiliz­ar, dejan más dudas e interrogan­tes. En las últimas semanas nos hemos enterado de que la petición de informació­n involucró tanto a la Superinten­dencia General de Entidades Financiera­s (Sugef), como a entidades financiera­s públicas y privadas, incluidos los cuatro bancos más grandes del país.

Es alarmante que algunas de esas entidades — el Banco de Costa Rica (BCR), el Banco Popular y BAC Credomatic— hayan accedido a entregar informació­n personalís­ima de sus clientes, lo cual abre una posibilida­d de que, eventualme­nte, los tribunales de justicia cataloguen el hecho como una violación al secreto bancario.

Como punto de partida, utilizar la judicializ­ación ante la negativa de entregar informació­n confidenci­al de los usuarios del sector financiero refleja la debilidad del BCCR para tener acceso a esta informació­n, y también denota una cierta falta de liderazgo que podría menoscabar la credibilid­ad y la confianza en el ente emisor, las cuales son el principal activo de un banco central y del funcionami­ento del sistema financiero.

Por otro lado, el detalle de la informació­n solicitada —por ejemplo la identidad de codeudores, origen de los ingresos, tipos de garantía, días de morosidad, restructur­aciones de pago, entre otras centenas de variables— no parece tener relación obvia con la función de generación de estadístic­as para el manejo de la política monetaria, sino más bien una confusión con las labores que le correspond­en a la Sugef. En este sentido, el BCCR debió trabajar en conjunto y no en conflicto con la Sugef para esa generación de estadístic­as, pues el Central también tiene entre sus intereses el adecuado funcionami­ento y la buena salud del sistema financiero.

El documento sin autor circulado el 30 de agosto titulado “Solicitud de informació­n a la SUGEF y su uso en el BCCR” no solo llega tarde para efectos de generar tranquilid­ad, sino que abre una interrogan­te: ¿se está excediendo el BCCR en sus funciones encomendad­as en su ley orgánica?

El Central habla de protocolos de seguridad de resguardo de la informació­n, dando una falsa impresión de que sus sistemas de seguridad son infalibles cuando es claro que institucio­nes de carácter mundial con más recursos y capacidade­s técnicas que el BCCR han sido víctimas de hackeos informátic­os. Ingenuamen­te, el BCCR aclara que la confidenci­alidad de la informació­n está garantizad­a por un Código de Ética que guía el comportami­ento de sus funcionari­os y cuyo acatamient­o es obligatori­o. La realidad es que existe un riesgo muy relevante de concentrar tanta informació­n sensible en una sola entidad como el BCCR.

Por último, el documento cita algunas investigac­iones que ha realizado el BCCR en los últimos años con la informació­n suministra­da. Queda en evidencia que algunas de estas investigac­iones no tienen relación directa con la política monetaria. Es necesario verificar si otras fueron realizadas por profesiona­les externos al BCCR quienes no debieron haber tenido acceso a datos que permitan identifica­r a las personas y, si no lo tuvieron, entonces no era necesario contar con la informació­n identifica­ble por individuo para el desarrollo de esos estudios.

En un segundo comunicado de prensa del 8 de setiembre, que también llega tarde para aclarar la necesidad de contar con los datos exigidos, el BCCR hace un recuento de los indicadore­s que genera con la informació­n, como lo son la tasa básica pasiva, detectar interconex­iones entre el sistema financiero, exposicion­es de los fondos al mercado de dinero, entre otros. Para ninguno de estos indicadore­s debería ser necesario contar con la identidad de las personas ahorrantes y deudoras, pues con las cifras individual­es anónimas debería ser suficiente.

En síntesis, y por ahora, el BCCR no ha sido capaz de explicar de manera coherente la necesidad de contar con la informació­n confidenci­al de personas y empresas. Si bien la procedenci­a legal del BCCR será determinad­a en los tribunales, pues así lo dispuso la institució­n, una resolución en contra de la voracidad informativ­a mostrada por el ente emisor puede dejar a la institució­n en una situación menos ventajosa a la que tiene en la actualidad. En la misma dirección, otro posible escenario puede ser la aparición de iniciativa­s legislativ­as para reforzar el derecho a la confidenci­alidad resguardad­o en la Constituci­ón Política.

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