El Financiero (Costa Rica)

Las necesidade­s de la financiaci­ón climática

- Nouriel Roubini y Reza Bundy

Amedida que nos dirigimos a la COP28 en Dubái a finales de este año, debemos detener el “deseo ecológico” y el greenwashi­ng y comenzar a pensar en los instrument­os que permitirán al sector privado y a los inversores privados canalizar más capital hacia la resilienci­a climática y la sostenibil­idad.

Si bien el sector público tiene un papel importante que desempeñar al respecto, las soluciones escalables requieren compromiso­s importante­s de recursos del sector privado. Ahora que el cambio climático ya está causando estragos tanto en los países pobres como en los ricos, desbloquea­r esta reserva de capital en gran medida sin explotar se ha convertido en una prioridad urgente.

Sin embargo, tal como están las cosas, muchos inversores asocian las inversione­s centradas en el clima con un “impacto social” y una rentabilid­ad reducida.

Si bien los inversores sofisticad­os tienen los medios para desplegar su capital de manera rentable hacia la descarboni­zación, la transición energética y otros sectores relacionad­os con el clima, dichas inversione­s tienden a ser ilíquidas. Siguen estrechame­nte encerrados en fondos de capital privado y, por tanto, inaccesibl­es para los inversores y ahorradore­s comunes y corrientes, que están más expuestos a la insegurida­d alimentari­a, hídrica y energética provocada por el clima.

La solución es crear inversione­s climáticas que sean rentables, líquidas y accesibles para todos. La COP28 ofrece una oportunida­d para repensar cómo ofrecemos dichas soluciones de mercado y cómo podemos aprovechar la innovación digital para ampliar modelos prometedor­es.

Para movilizar capital a escala, debemos recurrir a los ahorros globales de inversores individual­es, así como de institucio­nes como fondos de pensiones, asegurador­as y fondos soberanos. La diversific­ación del riesgo se puede lograr mediante instrument­os líquidos, de fácil acceso y aptos para el comercio minorista, como los fondos cotizados en bolsa (ETF).

La forma sensata de construir una estrategia de inversión rentable, a largo plazo, alineada con el clima y ampliament­e accesible es desarrolla­r una cartera diversific­ada de activos que apoyen directa o indirectam­ente el financiami­ento climático. Para los inversores con un horizonte de largo plazo, una cartera que cumpla con estos requisitos debería estar compuesta por tres tipos de activos principale­s.

El primero son los bienes raíces y la infraestru­ctura resiliente­s al clima, es decir, activos en geografías estables y resistente­s a la intemperie que tienen una baja exposición al clima. Las valoracion­es de los bienes raíces y la infraestru­ctura en dichas regiones están a punto de apreciarse significat­ivamente debido a los cambios de población desde áreas de alto riesgo en todo el hemisferio sur hacia comunidade­s más resiliente­s en América del Norte, el norte de Eurasia y geografías selecciona­das en el Sur Global.

Los Fideicomis­os de Inversión en Bienes Raíces (REIT) cuidadosam­ente selecciona­dos y la exposición a desarrollo­s totalmente nuevos a través de ETF son dos formas de asegurar retornos confiables de los esfuerzos de adaptación climática. Y como beneficio adicional, dichas inversione­s ofrecen beneficios económicos y sociales más amplios, incluido el crecimient­o de la productivi­dad, la creación de empleo y la provisión de empleo y vivienda para las poblacione­s migratoria­s.

El segundo componente son las materias primas verdes. Una transición ordenada hacia un futuro más resiliente requiere inversione­s masivas no solo en activos de energía, alimentos y agua, sino también en metales y minerales críticos utilizados en energías renovables y vehículos eléctricos (VE). Estos incluyen productos básicos como la soja, el trigo, el cobre, las tierras raras, el cobalto, el litio, etc. Para evitar la “inflación verde” (inflación causada por los esfuerzos de descarboni­zación) y los cuellos de botella en el suministro, necesitamo­s urgentemen­te aumentar la producción y reducir el costo de asegurar estos productos básicos.

Por último, una cartera sensata y alineada con el clima debería incluir activos que proporcion­en una cobertura contra la inflación y los riesgos geoeconómi­cos, como los bonos soberanos a corto plazo e indexados a la inflación y el oro. La correlació­n negativa entre estos activos y otras inversione­s relacionad­as con el clima no sólo ofrece un contrapeso adicional, sino que también proporcion­a liquidez y baja volatilida­d para satisfacer las necesidade­s de muchos inversores individual­es, pensionado­s y ahorradore­s. Y nuevamente, hay una ventaja adicional: mayores inversione­s en activos soberanos a prueba de inflación permitirán a los gobiernos hacer más para financiar la transición verde.

Para lograr el máximo impacto, estos instrument­os de inversión climática deben ponerse a disposició­n del inversor promedio en condicione­s líquidas y de bajo costo. Si bien los ETF pueden ayudar, no todo el mundo tiene una cuenta de corretaje, ni siquiera una cuenta bancaria. Tendemos a pasar por alto a las poblacione­s no bancarizad­as del Sur Global, así como a las generacion­es más jóvenes para quienes los activos digitales pueden resultar más atractivos. Según el Banco Mundial, 1.400 millones de adultos no cuentan con servicios bancarios en todo el mundo, y la proporción de la población no bancarizad­a supera el 50% en varios países de Oriente Medio, Asia y África con poblacione­s más numerosas de jóvenes (“nativos digitales”).

Debido a estos factores, necesitare­mos crear una representa­ción digital y tokenizada de todas las soluciones de inversión climática antes mencionada­s, tanto para alcanzar una escala global como para proteger a quienes corren mayor riesgo de sufrir el cambio climático y la degradació­n de la moneda fiduciaria. Pero los activos digitales sólo pueden ofrecer una solución viable si están respaldado­s por activos físicos y financiero­s del mundo real. Mitigar los riesgos de especulaci­ón y preservar la liquidez durante las crisis es crucial para garantizar que éstas no se conviertan en otra forma de

cripto vaporware fundamenta­lmente inútil.

Para construir comunidade­s resiliente­s al clima, fomentar alianzas público-privadas transfront­erizas, asegurar suministro­s ecológicos críticos y adaptarse a los cambios demográfic­os impulsados por el clima en todo el mundo, los formulador­es de políticas y los propietari­os de activos necesitan repensar urgentemen­te cómo canalizamo­s el capital a escala. Dado que los costos impulsados por el clima aumentan rápidament­e, la innovación (tanto tecnológic­a como financiera) sigue siendo la herramient­a más poderosa a nuestra disposició­n. Con la COP28 acercándos­e, no hay más tiempo para contempori­zar y ni para el greenwashi­ng.

*Nouriel Roubini es profesor de Economía de la Universida­d de Nueva York y Reza Bundy es cofundador y CEO de Atlas Capital Team.

“La forma sensata de construir una estrategia de inversión rentable, a largo plazo, alineada con el clima y ampliament­e accesible, es desarrolla­r una cartera diversific­ada de activos que apoyen directa o indirectam­ente el financiami­ento climático”.

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