Un nuevo curso lectivo que se pierde
Costa Rica tiene la enorme ventaja de contar periódicamente con el informe Estado de la Educación, un reporte amplio, riguroso e independiente sobre un tema de trascendental importancia. Este nos viene alertando en tono cada vez más grave de la pobre calidad del sistema educativo. Tanto de sus procesos como de sus resultados. Es decir, de los aprendizajes que logran alcanzar los estudiantes del país.
La pandemia de covid-19 condujo al ya debilitado sistema a una especie de estado de coma, y cuatro años después sigue sin recibir la intervención necesaria, los cuidados intensivos que necesita un paciente en esa fase. Lamentablemente, sigue languideciendo en las vísperas del cierre de un nuevo año lectivo, y con él cerca de un millón de estudiantes matriculados.
Si cada año ingresan a la educación alrededor de 70.000 niños y niñas, digamos que ese mismo número sale eventualmente graduado de secundaria (aunque las estadísticas nos dicen que un porcentaje considerable no se llega a graduar), significa que en estos últimos cuatro años más de 280.000 estudiantes salieron ya del sistema con la pobreza de aprendizajes que ha documentado el Estado de la Educación, empezando con importantes deficiencias en las capacidades de lectoescritura, lo cual afecta otros aprendizajes como ciencias y matemáticas, y el desarrollo de habilidades fundamentales para la vida como el pensamiento crítico y las competencias digitales. Son 280.000 personas que se enfrentan a la vida en condiciones comprometidas, de reducidas posibilidades laborales y de limitadas capacidades de participación ciudadana en todos los ámbitos: social, político y cultural.
¿Qué están haciendo estos jóvenes? ¿qué pueden realmente hacer? El escenario es inquietante y nos golpeará antes o después a todos. No es casualidad entonces que en nuestros barrios se escuchen cada vez más disparos realizados y recibidos por jóvenes e incluso niños. Sin duda miembros de esta generación abandonada por la desatendida educación nacional.