Sin saber de hoteles, se fueron a vivir a Sarapiquí y crearon Ara Ambigua
Lizbeth Corrales y Delfín Araya cumplen un sueño
Cuando asistía a las ferias, al conversar con las agencias de turismo, Lizbeth Corrales se sentía perdida, no entendía de lo que le hablaban. Tampoco las idas y venidas del sector, con sus temporadas altas y bajas y el efecto de las crisis.
“Y aquí estamos”, dice Lizbeth, cofundadora de Ara Ambigua Lodge, ubicado en Sarapiquí.
“Luchamos hombro a hombro. Y salimos adelante con la familia, el negocio, los hijos”, agregó.
Ara Ambigua es el nombre científico de la lapa verde, muy común en esa región.
Ella nació en Sarchí, Alajuela. Pero la familia se trasladó a Belén, de Heredia. A inicios de los 1970, conoció a Delfín Araya, quien se dedicaba al comercio. Se casaron.
Al poco tiempo, Delfín inició un negocio, un restaurante, junto con otro comerciante, perp los desacuerdos entre ambos socios aparecieron pronto.
Lizbeth le decía a Delfín que se pusiera su propio negocio. La oportunidad surgió pronto.
Delfín sacó unos días de vacaciones y aceptó una invitación de su suegro Reiner Corrales, que tenía una finca en Sarapiquí. Cuando regresó a Belén, estaba decidido.
La zona estaba creciendo comercialmente debido al auge de la producción bananera.
El camino
Primero se fue él. Abrió una soda en Puerto Viejo de Sarapiquí. A los dos meses vieron que el negocio sí había pegado.
Ella se trasladó hasta allá con sus hijas Wendy, que tenía entonces cinco años; Sharon, de cuatro años y Emmanuel, que tenía un año.
Lizbeth se incorporó de inmediato en la soda.
El negocio iba bien. Tan bien que dieron un paso mayor.
En diagonal a la soda quedaba un restaurante que se llenaba con los turistas que iban de paseo a la zona en buses de paseos. En las noches acudían los vecinos.
La siguiente oportunidad apareció dos años después.
Lizbeth le planteó a Delfín que compraran una casa. Hasta ese momento seguían alquilando. Alguien les habló de una propiedad muy bonita, Delfín fue a conocerla y volvió encantado.
Ella pensaba que era una quinta con el zacate bien cortado. En realidad era una finca con montaña y a la que había que trabajar. La entrada era un barreal y apenas tenía una vieja casa.
Queda en La Guaria de Sarapiquí, a un kilómetro del centro de Puerto Viejo.
Recurrieron al banco. El préstamo fue por ¢5 millones. Eran ocho hectáreas. Le agregaron un terreno que quedó por fuera de la hipoteca. Eso les ayudaría más tarde en un momento de vacas flacas.
Lo arreglaron. Luego compraron caballos. Construyeron una cabaña.
Cuando se podían escapar del restaurante, se iban a la finca.
El mismo año vieron la posibilidad de llevar turistas. Para ese entonces la actividad turística se había ampliado de los principales polos de atracción a otras zonas.
Con otro crédito construyeron un módulo de ocho habitaciones. Además, construyeron un rancho de paja.
Un día una amistad les comentó que había pasado por el negocio y elogió lo bien que les iba. Ambos se quedaron sorprendidos.
Entonces Lizbeth tomó el control del negocio. Y empezaron a ver resultados e incluso construyeron otras cinco habitaciones.
Empezó a visitar a las agencias de turismo con la idea de convencerlas de que les llevaran tours de turistas. Los resultados no eran positivos.
Se integraron a la cámara de turismo de Sarapiquí y empezaron a participar en ferias. A la primera que asistió, Lizbeth se quedó desilusionada.
La feria fue en el hotel Herradura. Ella iba con un brochure y un banner. Iba satisfecha con lo que llevaba. Cuando entró, vio los stands y lo que las otras empresas llevaban. Quedó impresionada y desilucionada al mismo tiempo.
Al año la llamó una agencia. Querían trabajar con Ara Ambigua Lodge para hospedaje de estudiantes en la zona.
Para el 2002, el hotel tenía un flujo más constante de turistas. En cambio el restaurante había perdido rentabilidad por el aumento de la competencia en la zona y el incremento del alquiler. Decidieron entregarlo. Los retos seguían.
Vaivén
Los clientes aumentaban en unas épocas y bajaban en otras. Delfín y Lizbeth no entendían ese vaivén.
Sus hijas y su hijo se enamoraron de la actividad.
Wendy estudió Hotelería, Sharon siguió Mercadeo y Emmanuel se especializó como chef. Actualmente, Wendy se encarga de la Gerencia, Sharon de la promoción y Emmanuel del restaurante.
Entre Delfín, Lizbeth, sus hijas y su hijo se distribuyeron las tareas: la cocina, la limpieza de la piscina, el aseo de las habitaciones.
Durante esos meses, Lizbeth aprendió a realizar bisutería por medio de videos de YouTube y ahora la vende en el hotel a los clientes.
El esfuerzo realizado valió doble. Ara Ambigua Lodge fue seleccionada como parte de la campaña en redes sociales denominada Rostros del turismo, con la que el Instituto Costarricense de Turismo destaca el espíritu luchador del sector en Guanacaste, Sarapiquí y el Valle Central.
Después del confinamiento empezaron a recibir turistas locales. Al año siguiente empezó a aumentar la visitación y en el 2022 se incrementó el turismo extranjero. Fue un año parejo.
Una clave para Ara Ambigua Lodge es que siempre ha mantenido un equilibrio entre turismo nacional y turismo extranjero.
El hotel creció hasta tener las cincuenta habitaciones actuales. Construyeron la piscina. También los senderos en la montaña para que los turistas puedan ver la flora y la fauna. La finca cuenta con lagos que se incluyen en los paquetes.
Toda la semana se realizan sesiones de yoga y los martes se brinda una sin costo para los huéspedes.
Las habitaciones son de diferentes tamaños y las tarifas actuales para turistas costarricenses van desde ¢43.000 (para dos personas por noche, con desayuno incluido) hasta ¢58.000 (para cuatro personas por noche y con desayuno incluido).
Se brinda servicio de Internet, aire acondicionado, televisión, agua caliente, coffee maker y secadora de pelo.