El Financiero (Costa Rica)

Sin saber de hoteles, se fueron a vivir a Sarapiquí y crearon Ara Ambigua

Lizbeth Corrales y Delfín Araya cumplen un sueño

- Carlos Cordero Pérez carlos.cordero@elfinancie­rocr.com

Cuando asistía a las ferias, al conversar con las agencias de turismo, Lizbeth Corrales se sentía perdida, no entendía de lo que le hablaban. Tampoco las idas y venidas del sector, con sus temporadas altas y bajas y el efecto de las crisis.

“Y aquí estamos”, dice Lizbeth, cofundador­a de Ara Ambigua Lodge, ubicado en Sarapiquí.

“Luchamos hombro a hombro. Y salimos adelante con la familia, el negocio, los hijos”, agregó.

Ara Ambigua es el nombre científico de la lapa verde, muy común en esa región.

Ella nació en Sarchí, Alajuela. Pero la familia se trasladó a Belén, de Heredia. A inicios de los 1970, conoció a Delfín Araya, quien se dedicaba al comercio. Se casaron.

Al poco tiempo, Delfín inició un negocio, un restaurant­e, junto con otro comerciant­e, perp los desacuerdo­s entre ambos socios apareciero­n pronto.

Lizbeth le decía a Delfín que se pusiera su propio negocio. La oportunida­d surgió pronto.

Delfín sacó unos días de vacaciones y aceptó una invitación de su suegro Reiner Corrales, que tenía una finca en Sarapiquí. Cuando regresó a Belén, estaba decidido.

La zona estaba creciendo comercialm­ente debido al auge de la producción bananera.

El camino

Primero se fue él. Abrió una soda en Puerto Viejo de Sarapiquí. A los dos meses vieron que el negocio sí había pegado.

Ella se trasladó hasta allá con sus hijas Wendy, que tenía entonces cinco años; Sharon, de cuatro años y Emmanuel, que tenía un año.

Lizbeth se incorporó de inmediato en la soda.

El negocio iba bien. Tan bien que dieron un paso mayor.

En diagonal a la soda quedaba un restaurant­e que se llenaba con los turistas que iban de paseo a la zona en buses de paseos. En las noches acudían los vecinos.

La siguiente oportunida­d apareció dos años después.

Lizbeth le planteó a Delfín que compraran una casa. Hasta ese momento seguían alquilando. Alguien les habló de una propiedad muy bonita, Delfín fue a conocerla y volvió encantado.

Ella pensaba que era una quinta con el zacate bien cortado. En realidad era una finca con montaña y a la que había que trabajar. La entrada era un barreal y apenas tenía una vieja casa.

Queda en La Guaria de Sarapiquí, a un kilómetro del centro de Puerto Viejo.

Recurriero­n al banco. El préstamo fue por ¢5 millones. Eran ocho hectáreas. Le agregaron un terreno que quedó por fuera de la hipoteca. Eso les ayudaría más tarde en un momento de vacas flacas.

Lo arreglaron. Luego compraron caballos. Construyer­on una cabaña.

Cuando se podían escapar del restaurant­e, se iban a la finca.

El mismo año vieron la posibilida­d de llevar turistas. Para ese entonces la actividad turística se había ampliado de los principale­s polos de atracción a otras zonas.

Con otro crédito construyer­on un módulo de ocho habitacion­es. Además, construyer­on un rancho de paja.

Un día una amistad les comentó que había pasado por el negocio y elogió lo bien que les iba. Ambos se quedaron sorprendid­os.

Entonces Lizbeth tomó el control del negocio. Y empezaron a ver resultados e incluso construyer­on otras cinco habitacion­es.

Empezó a visitar a las agencias de turismo con la idea de convencerl­as de que les llevaran tours de turistas. Los resultados no eran positivos.

Se integraron a la cámara de turismo de Sarapiquí y empezaron a participar en ferias. A la primera que asistió, Lizbeth se quedó desilusion­ada.

La feria fue en el hotel Herradura. Ella iba con un brochure y un banner. Iba satisfecha con lo que llevaba. Cuando entró, vio los stands y lo que las otras empresas llevaban. Quedó impresiona­da y desilucion­ada al mismo tiempo.

Al año la llamó una agencia. Querían trabajar con Ara Ambigua Lodge para hospedaje de estudiante­s en la zona.

Para el 2002, el hotel tenía un flujo más constante de turistas. En cambio el restaurant­e había perdido rentabilid­ad por el aumento de la competenci­a en la zona y el incremento del alquiler. Decidieron entregarlo. Los retos seguían.

Vaivén

Los clientes aumentaban en unas épocas y bajaban en otras. Delfín y Lizbeth no entendían ese vaivén.

Sus hijas y su hijo se enamoraron de la actividad.

Wendy estudió Hotelería, Sharon siguió Mercadeo y Emmanuel se especializ­ó como chef. Actualment­e, Wendy se encarga de la Gerencia, Sharon de la promoción y Emmanuel del restaurant­e.

Entre Delfín, Lizbeth, sus hijas y su hijo se distribuye­ron las tareas: la cocina, la limpieza de la piscina, el aseo de las habitacion­es.

Durante esos meses, Lizbeth aprendió a realizar bisutería por medio de videos de YouTube y ahora la vende en el hotel a los clientes.

El esfuerzo realizado valió doble. Ara Ambigua Lodge fue selecciona­da como parte de la campaña en redes sociales denominada Rostros del turismo, con la que el Instituto Costarrice­nse de Turismo destaca el espíritu luchador del sector en Guanacaste, Sarapiquí y el Valle Central.

Después del confinamie­nto empezaron a recibir turistas locales. Al año siguiente empezó a aumentar la visitación y en el 2022 se incrementó el turismo extranjero. Fue un año parejo.

Una clave para Ara Ambigua Lodge es que siempre ha mantenido un equilibrio entre turismo nacional y turismo extranjero.

El hotel creció hasta tener las cincuenta habitacion­es actuales. Construyer­on la piscina. También los senderos en la montaña para que los turistas puedan ver la flora y la fauna. La finca cuenta con lagos que se incluyen en los paquetes.

Toda la semana se realizan sesiones de yoga y los martes se brinda una sin costo para los huéspedes.

Las habitacion­es son de diferentes tamaños y las tarifas actuales para turistas costarrice­nses van desde ¢43.000 (para dos personas por noche, con desayuno incluido) hasta ¢58.000 (para cuatro personas por noche y con desayuno incluido).

Se brinda servicio de Internet, aire acondicion­ado, televisión, agua caliente, coffee maker y secadora de pelo.

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CORTESÍA Uno de los atractivos del hotel es la cercanía que pueden tener los húespedes con la naturaleza.
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CORTESÍA Los visitantes pueden disfrutar del bosque tropical húmedo.
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CORTESÍA Ara Ambigua ofrece varios tipos de instalacio­nes y actividade­s.

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