El Financiero (Costa Rica)

Insegurida­d, gran debate

- Constantin­o Urcuyo redaccione­f@elfinancie­rocr.com

Hace unos días escuchaba a un magistrado decir que la mejor política penal era una buena política social. Ausencia de oportunida­des educativas y de empleo, frente a una sociedad que ofrece mucho para el consumo y no suministra los medios para satisfacer­lo, hacen parte en las raíces del problema.

Cambios demográfic­os y urbanizaci­ón convergen en el deterioro de los mecanismos de control social. Además, enfrentamo­s un narcotráfi­co que ofrece el espejismo de mejora material y cierto prestigio social, derivado de la sucia riqueza.

Si las condicione­s sociales producen la explosión de la delincuenc­ia, la solución tiene que ser más política social y no punitivism­o, un debate que ocupa la atención de todos.

¿Necesita Costa Rica una solución a la salvadoreñ­a? Para algunos la respuesta bukeliana de encerrar sospechoso­s en megacárcel­es, privarlos de sus derechos y declararlo­s enemigos de la sociedad, todo sin el debido proceso, es el camino acertado.

Otros, menos radicales, estiman que el recurso adecuado es endurecer penas, condicione­s carcelaria­s e imposibili­dad de libertad condiciona­l. La militariza­ción policial se considera otra opción.

Todos estos enfoques olvidan que las causas del delito pueden ser múltiples y están asociadas a factores sociocultu­rales. Soluciones de manos duras debilitan el verdadero debate sobre la insegurida­d. Más allá del simplismo de acudir a las “hormonas”, se requieren muchas neuronas para construir una estrategia inteligent­e.

Empleo y educación son las vías más adecuadas para enfrentar el problema. Por demás importante resulta fortalecer los vínculos sociales por medio de programas culturales y deportivos, que estrechen lazos comunales y familiares.

En lo inmediato, no es posible renunciar al fortalecim­iento de la presencia policial y al mejoramien­to de sus equipos. Tampoco se pueden descartar el castigo al sicariato, violacione­s y homicidios.

Negar presupuest­o para el fortalecim­iento civilista de la policía, es un despropósi­to tan grande, como las bandas del crimen organizado. No entender que la política social es lo mejor para resolver la creciente ola de delincuenc­ia en el mediano y largo plazo, es aún más insensato.

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