Fundaron Praliné en época difícil: sin trabajo y con deudas e hijos en camino
Esposos piensan en más locales y en diversificar
María José Rodríguez y Jorge López estaban sin empleo, con hijos y un bebé recién nacido, así como con deudas por un emprendimiento fallido. Pero no se rindieron.
“Fueron días duros, de incertidumbre, pero de mucha fe”, dijo Jorge.
Empezaron poco a poco, fundaron Praliné Pastelería, que ahora genera una docena de trabajos y tienen planes de diversificación de líneas, nuevos puntos de venta y ampliación de cobertura geográfica.
Praliné (viene del nombre de una golosina) produce tortas húmedas, postres y panes -incluyendo panes prémium, pan hawaiano y de masa madre, ciabattas y brioche para hamburguesas o tostadas francesas, rollos de canela y panes salados-para restaurantes y cafeterías.
Los comercializan también a clientes individuales en su local, ubicado en Belén Centro desde hace dos años, y a pedido en el área metropolitana, según las rutas diseñadas y en plataformas.
El producto estrella es la torta suspiro limeño. Varios de los productos son con recetas peruanas.
María José es de Lima, Perú. Desde joven a ella le atrajo la cocina.
Cuando llegó el momento de profesionalizarse estudió para chef durante tres años y medio.
Cuando se egresó de la carrera de Gastronomía y Arte Culinario de la Escuela Le Cordon Bleu en Lima empezó a trabajar en plantas de producción de pastelerías. Al segundo año, se presentó una oportunidad.
Para Spoon
La antigua propietaria de Spoon, de origen peruano, se presentó en la Escuela limeña para ofrecer un trabajo a estudiantes egresados interesados en venir a Costa Rica.
La idea era encargarles del área de investigación y desarrollo con un contrato por cinco años.
Realizaron una selección de personal.
“Siempre había soñado con conocer otros países. Y me atrae el lado artístico”, dice María José.
Ella trabajó creando productos con Spoon desde 2008 a 2020. Ahí conoció a Jorge.
Jorge es de San Joaquín de Flores, donde estudió la primaria e ingresó al Liceo Regional de Flores. Pero no lo concluyó.
Desde muy joven se planteó trabajar.
Su padre, Eduardo, le consiguió un empleo en un taller mecánico propiedad de un primo, Vicente Picado, en Alajuela. Ahí estuvo ocho años hasta que en 2007 ingresó al hotel Marriot atraído por el buen salario que recibía ahí un amigo.
En el Marriot empezó en la lavandería, ganando menos que en el taller. Su idea era ascender y lograr un ingreso como su amigo, que era mesero.
Cuando terminaba su horario normal, a las cuatro de la tarde, se cambiaba de uniforme y se iba a trabajar como ayudante de mesero. Además, empezó a practicar inglés.
Al jefe de Jorge le ofrecieron un trabajo en Spoon. La empresa iba a impulsar unas cafeterías llamadas Grao By Spoon. El proyecto implicaba una inversión de $3 millones para ampliar la planta y triplicar la capacidad de producción. Las cafeterías Grao estuvieron abiertas por tres años.
“Quédate aquí en Marriot y sigue pulseando. Si no sale, tocame la puerta y te llevo conmigo”, le dijo su jefe antes de irse.
A los pocos días lo llamaron de Recursos Humanos de Spoon. Lo querían para el día siguiente.Ingresó a Spoon como mesero.
Amor en Navidad
Jorge y María José se conocieron en una fiesta de Navidad de los empleados de Spoon en 2012 y se casaron cuatro años después.
En parte por el impulso emprendedor y para agenciarse más ingresos, empezaron a producir y vender ceviche, primero, y después arroz con mariscos.
El arte era de ella. De las ventas se hacía cargo él.
A los dos años de estar casados, María José estaba embarazada de Marcelo y se planteó estar cerca de él cuando naciera, para verlo crecer y acompañarlo. Entonces pensaron en fundar una pastelería. Jorge renunció a su trabajo.
En ese momento vivían en un apartamento pequeño en Curridabat. Invirtieron en fotografías de calidad para redes sociales y siguieron promocionando la pastelería.
“Iniciamos el negocio con pérdidas. Pero la gente empezó a comprar”, dice Jorge. A los tres meses alquilaron un local de dos pisos cerca de ahí. Trabajaban en las madrugadas. Para 2020 ya tenían dos colaboradoras. La pandemia, como en toda la economía, detuvo el crecimiento.
Hubo que tomar medidas: renegociaron el alquiler por cuatro meses y se quedaron solo María José y Jorge, con la ayuda de la familia.
Con los principales clientes cerrados, las cafeterías y restaurantes, se concentraron en la venta a domicilio.
Encontraron un local de sesenta metros cuadrados en La Ribera de Belén..
Con la reapertura de las cafeterías y de los restaurantes, en ese momento con aforo, se reactivaron las ventas en esa línea de negocios. Y le siguieron apostando a la venta a los clientes finales.
Las ventas siguieron aumentando y contrataron más personas. De un momento a otro, el local se hizo pequeño. No tenían campana de extracción de calor y humo. Se la jugaban con abanicos. La operación mantuvo el ritmo de crecimiento.
Empezaron a buscar un nuevo local con más espacio. Alguien les avisó que en Belén Centro, cerca de Pedregal, había un local desocupado. Antes ahí había una pizzería. Lo acondicionaron.
Y, las vueltas de la vida, María José fue contratada como asesora externa en investigación y desarrollo en Spoon.
Hacia adelante
Ahora María José y Jorge miran nuevos planes.
En Navidad lanzarán una línea de pastelería y repostería para mascotas. También lanzarán una torta húmeda con higos y pecanas.
Pero hay otras ideas que están analizando.
La apertura de kioscos en centros comerciales, pensando en estar cerca de los clientes que todavía les acompañan desde diferentes sitios del área metropolitana.
Otra idea es llegar a clientes fuera del área metropolitana.