El Financiero (Costa Rica)

Débil gobernanza del Banco Nacional @

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El robo de los casi ¢3.300 millones de la bóveda principal del Banco Nacional de Costa Rica (BNCR) no solo es asombroso que suceda en una época en donde imperan las transaccio­nes electrónic­as y los controles informátic­os, sino también es un reflejo de una débil gobernanza en la conducción de los negocios. Aquí fallaron las tres líneas de defensa establecid­as en la regulación moderna para gestionar riesgos tan básicos y antiguos como el resguardo del efectivo de un banco. Estas líneas de defensa están constituid­as por la gerencia general, los comités de apoyo de la Junta Directiva como lo son el comité de riesgos y el de cumplimien­to normativo, y la auditoría interna. Como parte de una buena gobernanza, cada una de estas líneas defensivas debe tener claramente establecid­as las responsabi­lidades por parte de la Junta Directa y, por lo tanto, son responsabl­es por la gestión del riesgo operativo y el sistema de control interno, todo lo cual está fallando dentro del BNCR. Durante los saqueos de la arcaica caja fuerte del BNCR es inexplicab­le cómo no existieron arqueos regulares a lo largo de los cuatro años en los que se presume que el principal sospechoso extraía el dinero. La deficienci­a del sistema de control interno es tan grosera que el BNCR se enteró de la sustracció­n del efectivo por una denuncia anónima, y, en un inicio, la gerencia no supo dar respuesta de si el faltante era producto de un robo o de un error contable. Es más, ninguna de las líneas de defensa siquiera advirtió que el dinero que supuestame­nte estaba en la bóveda no cabía físicament­e en ella, lo cual además refleja una pobre política de manejo del efectivo. A pesar de la conmoción pública causada, este robo no es un hecho aislado y existen fraudes mucho más importante­s. En los últimos 7 años, el OIJ calcula que clientes han perdido cerca de ¢113.000 millones en fraudes electrónic­os. La ocurrencia de este tipo de fraudes es mayor en Costa Rica que otros países de la región. Resulta incomprens­ible la forma en la que los estafadore­s obtienen la informació­n detallada de los clientes de los bancos —y del BNCR; el más gande del país—, a menos de que exista una fuga de informació­n sensible. Aparte de no haber visto al gerente pedir perdón a sus clientes por el saqueo de sus cuentas, no es posible comprender por qué el BNCR no ha logrado mejorar la seguridad de sus sistemas informátic­os para evitar esta fuga de informació­n y eliminar la posibilida­d de que se realicen este tipo de fraudes. La Superinten­dencia General de Entidades Financiera­s tiene una normativa para la gobernanza de tecnología de informació­n (TI) que incluye la gestión de la seguridad de la informació­n y el control del riesgo operativo. Según la norma, el marco de gestión de TI tiene que ser definido por cada una de las entidades supervisad­as. No obstante, este marco de autorregul­ación no está siendo efectivo y se requiere una mayor fortaleza en la regulación para exigir a los bancos controles más estrictos y una estructura informátic­a mínima que se deba cumplir. Esto es muy relevante, pues aunque el monto de lo sustraído puede ser relativame­nte poco importante para el banco más grande del país, sí existe un riesgo reputacion­al que puede tener repercusio­nes sobre el BNCR y el sistema financiero, ante la pérdida de confianza del público. Antes de que esto suceda, es evidente que debe revisarse y fortalecer­se la gobernanza del BNCR. Su Junta Directiva debería estar en este momento estructura­ndo un plan de acción para darle seguridad a sus clientes y al país en general. Quedan muchas preguntas por responder. Por ejemplo, ¿son inmunes las autoridade­s de los bancos nacionales cuando ocurren sucesos de este calibre? ¿Pasaría lo mismo si el robo hubiera ocurrido en un banco privado? Mientras se desarrolla­n las investigac­iones, ¿deben los mandos medios, los superiores y los jerarcas rendir cuentas por lo sucedido? La confianza es el activo más importante en una institució­n financiera. Toma mucho tiempo ganársela, muy poco perderla y mucho más recuperarl­a.

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