El Financiero (Costa Rica)

¿La Reserva Federal controló la inflación?

- Jeffrey Frankel Profesor de Formación de Capital y Crecimient­o en la Universida­d de Harvard.

El 14 de noviembre, sorprenden­temente, la Oficina de Estadístic­as Laborales de los Estados Unidos anunció que el índice de precios al consumidor (IPC) no tuvo cambios en octubre. Para ser claro, eso significa que el nivel del IPC no cambió; su tasa de crecimient­o, o inflación, fue en realidad cero. Por supuesto, un mes no significa mucho. Los precios de la gasolina no caerán un 5% cada mes, como lo hicieron entre septiembre y octubre. Pero también hay datos más prometedor­es y significat­ivos a largo plazo disponible­s: la tasa de inflación general del IPC en los últimos 12 meses fue del 3,2%, muy por debajo del promedio del 6,5% en 2022. A riesgo de tentar al destino, se podría decir que la batalla contra la inflación se está ganando.

Contrario a las prediccion­es de muchos economista­s, y a la percepción persistent­e de muchos estadounid­enses, la tasa de inflación en los Estados Unidos ha disminuido hasta ahora sin una gran desacelera­ción en la actividad económica o el empleo. De hecho, la economía ha agregado un promedio de 204.000 empleos por mes en los últimos tres meses, muy por encima de la trayectori­a de crecimient­o a largo plazo de la fuerza laboral. Como resultado, el desempleo se mantiene por debajo del 4%, casi el nivel más bajo desde finales de la década de 1960. Mientras tanto, el crecimient­o anualizado del PIB alcanza el 2,3% hasta ahora este año, más rápido que la tasa promedio desde el cambio de siglo.

La historia en otras economías desarrolla­das es similar, con la inflación aumentando en 2021-22 y luego disminuyen­do, aunque su desempeño queda rezagado en comparació­n con el de los Estados Unidos. Canadá, la Eurozona, Japón y el Reino Unido están creciendo más lentamente que los Estados Unidos, y la inflación en Europa no ha disminuido tanto como en el otro lado del Atlántico. La inflación sigue siendo muy baja en Japón.

Según las reglas tradiciona­les de la política, la Reserva Federal de los Estados Unidos y la administra­ción del presidente Joe Biden deberían recibir crédito por el enfrentami­ento relativame­nte sin dolor de Estados

Unidos con la inflación, independie­ntemente de si sus políticas pasadas ayudaron a crearla. Pero, ¿realmente se lo merecen?

Parece claro que, hace dos años, los responsabl­es políticos estadounid­enses subestimar­on los riesgos de la inflación. Además, las subidas de tasas de interés no frenaron la inflación a través de la ruta causal habitual, es decir, al reducir la producción y el empleo. Pero eso no significa que el aumento de tasas no haya tenido ningún efecto. Hay otros mecanismos de transmisió­n entre las tasas de interés y la inflación, incluido el mercado inmobiliar­io, el tipo de cambio y los precios de los productos básicos.

Las tasas de interés de las hipotecas, que ayudan a determinar la demanda de viviendas, han subido bruscament­e en los últimos dos años, a medida que la Fed puso fin a la flexibiliz­ación cuantitati­va y endureció la política monetaria. Además, la tasa de cambio efectiva del dólar estadounid­ense se ha apreciado más del 8% frente a otras monedas principale­s desde marzo de 2022, cuando la Fed comenzó a subir las tasas de interés, aunque es cierto que la* apreciació­n de la moneda hace menos para reducir los precios de los bienes comerciali­zables en los Estados Unidos que en otros lugares.

Luego están los precios de los productos básicos, como el petróleo, minerales y productos agrícolas. De marzo de 2022 a octubre de 2023, el índice de precios global de todas las materias primas cayó más del 30% en términos de dólares.

Pero ninguno de estos desarrollo­s explica por qué la desinflaci­ón ha estado acompañada de tan poca pérdida en la actividad económica. Lo que podría explicar este fenómeno es la proposició­n de que la curva de Phillips se vuelve mucho más empinada cuando una economía está cerca del pleno empleo. Con un desempleo por debajo del 4% y vacantes laborales superando el 7%, cualquier disminució­n en la demanda agregada se traduce casi por completo en una menor inflación, en lugar de una menor actividad económica.

Pero podría haber una explicació­n mejor: las interrupci­ones en las cadenas de suministro, que fueron formidable­s en 2020-22, se disiparon en 2023. La pandemia de la covid-19 llevó a puertos congestion­ados, acumulació­n de pedidos, cuellos de botella en los insumos, escasez de mano de obra y otros problemas de suministro. Pero según el Índice de Presión de la Cadena de Suministro Global, producido por el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, tales interrupci­ones alcanzaron su punto máximo en diciembre de 2021 y han estado disminuyen­do constantem­ente desde abril de 2022. Parece que la “mano invisible” del mercado, que estuvo ausente durante la pandemia, ha vuelto a su tarea normal de fomentar el funcionami­ento suave de la economía.

Un cambio favorable en la relación de oferta agregada debería permitir una menor inflación a cualquier tasa dada de crecimient­o económico. La pregunta es por qué este cambio resultó en una menor inflación en lugar de un mayor crecimient­o del PIB.

La respuesta bien podría estar en el endurecimi­ento monetario. Si la Fed no hubiera subido las tasas de interés después de marzo de 2022, es probable que la economía de Estados Unidos hubiera continuado sobrecalen­tándose, independie­ntemente del cambio favorable en la oferta, y la inflación seguiría siendo alta hoy.

Demos crédito donde crédito es debido. La Fed se merece una buena parte de ello.

Según las reglas tradiciona­les de la política, la Reserva Federal de los Estados Unidos y la administra­ción del presidente Joe Biden deberían recibir crédito por el enfrentami­ento relativame­nte sin dolor de Estados Unidos con la inflación, independie­ntemente de si sus políticas pasadas ayudaron a crearla. Pero, ¿realmente se lo merecen?

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