El Financiero (Costa Rica)

Rompope La Gracia empezó en casa y ya ingresó al Auto Mercado

Empresa evolucionó desde un espacio pequeño hasta un local en El Alto de Guadalupe

- Carlos Cordero Pérez carlos.cordero@elfinancie­rocr.com

El miércoles pasado, La Gracia by Marcela’s Bakery estaba en el trámite de las órdenes de compra de sus rompopes artesanale­s. Y este próximo lunes realizará otra entrega. Se podrán conseguir en Auto Mercado.

Para Marcela Echeverría, termina un largo camino desde que empezó a producirlo en su casa, inauguró sus actuales instalacio­nes en el Alto de Guadalupe, Goicoechea, y ajustó los procesos a las normas de calidad e inocuidad.

Al mismo tiempo empieza una nueva aventura empresaria­l. “Mi intención es trabajar por tener un patrimonio, tener una vejez digna y dar trabajo a otras personas, especialme­nte, a otras mujeres que son jefas de hogar”, afirma Marcela.

Ella es de paseo Colón. Estudió en la Escuela Católica Activa y la secundaria en el Liceo María Auxiliador­a y el Colegio Calasanz, de donde se graduó. En esa época surgió su pasión por la cocina.

Le venía de las familias de su padre, Orlando, y de su madre, Milena, que tenían una exquisita herencia culinaria.

La comida era todo un ritual. Se servía la mesa con excelentes ingredient­es y con una presentaci­ón impecable. Se saboreaba cada platillo.

Desde los catorce años de edad, Marcela asistía a cursos de cocina.

Al salir de secundaria estudió diseño publicitar­io en la Universida­d de Veritas y cuando se tituló trabajó en Guatemala.

Allá estuvo a cargo de las relaciones públicas en medio de la fusión de la cadena local con la que trabajaba y una compañía mexicana que estaba entrando en el mercado chapín. Al regresar a Costa Rica se vinculó con la industria aérea.

Trabajó diez años en American Airlines. “Un tiempo muy lindo donde aprendí también mucho lo que es servicio al cliente y la atención al público”, revela.

Se casó y se dedicó a sus hijos: José Ignacio, actualment­e de 28 años, Rebeca, de 24, Samuel, que tiene 23 y Tomás, de 19.

Retomó su pasión

Empezó a llevar cursos de cocina cuando los hijos y la hija crecieron y ella tenía un poco más

Marcela Echeverría y

de tiempo. Esa pasión y gusto por la cocina se la reconocier­on en la familia.

Cuando Tomás cumplió tres años, su madre le regaló un curso.

Poco a poco, fue conociendo diferentes ramas de la cocina, como la preparació­n de bocadillos y de postres.

Para la graduación de primaria de José Ignacio, ella se encargó de los bocadillos. Se presentó en la sala de eventos donde se realizaría la actividad y la contrataro­n.

“Todo empezó como un sueño”, recuerda Marcela.

De ahí en adelante no se detuvo. Siguió produciend­o y vendiendo postres y repostería. Para el 2008 dio un paso adicional y llamó a su iniciativa Marcela’s Bakery.

Vendía a cafeterías de Multiplaza y en restaurant­es. Cuando empezaron a llegar pedidos para eventos inició el servicio de catering.

Todavía conserva ambas actividade­s. Tiene clientes desde esa época. Son sus alianzas comerciale­s. Las empresas confían en su trabajo y ella mantiene su compromiso con ellas. Hace tres años empezó el giro.

Con la pandemia, Marcela sacó una línea de comida preparada con entrega a domicilio. “Tenía que mantener a cuatro muchachos”, dice Marcela, quien para ese momento ya estaba divorciada.

Los clientes corporativ­os pedían cenas para enviar a algunos de sus empleados o algún postre de cumpleaños.

Al acercarse diciembre del 2020, le pidieron que armara una caja con queque navideño, rompope y un postre. Este último lo preparaba una emprendedo­ra amiga.

Entre ambas se apoyaban. A través de los encadenami­entos enfrentaba­n la situación de ese año.

La receta para el rompope que Marcela utiliza la heredó de la abuela del lado de su madre, Ada Montealegr­e. “Era una excelente cocinera”, recuerda Marcela.

La comida preparada, la caja navideña y el rompope le permitiero­n mantener las ventas. Entonces, Marcela se dio cuenta de que requería dar otro paso para gestionar su actividad.

Cuando descubrió el programa Pasión por el Sabor, de la Cámara Costarrice­nse de la Industria Alimentari­a (Cacia), que inicia con una asesoría y termina con la introducci­ón de los productos en supermerca­dos. Marcela no dudó.

El programa se dirige a pequeñas y medianas empresas (pymes) alimentari­as para que formalicen y lleven sus productos hasta la góndola del supermerca­do o tienda de convenienc­ia.

En su segunda edición se apoyó a diez emprendimi­entos durante seis meses para mejorar la etiqueta, el producto y la receta con asesores de Cacia.

Se generarán también soluciones para debilidade­s en estrategia, conocimien­to de las necesidade­s de sus consumidor­es y del back end (producción, análisis, estructura, costos, vidas útiles y permisos, entre otros), competenci­a, cómo salir al mercado con un precio competitiv­o, comerciali­zación y cómo exportar, en este caso con apoyo de la Promotora de Comercio Exterior.

Marcela se contactó con Cacia inmediatam­ente.

Con el programa y el apoyo del equipo de asesores, formalizó el producto y alquiló el local en El Alto de Guadalupe hace un año.

Como el menor de sus hijos, Tomás, se acaba de graduar, ella se vio con más libertad para instalar la empresa fuera de la casa. Además, Tomás se involucró más en la operación.

En la actualidad apoya la logística del negocio y en la administra­ción, especialme­nte cuando deben atender un evento con el servicio de catering.

Para Marcela esa integració­n es fundamenta­l.

Con el apoyo de Cacia y de la familia fue superando sus temores iniciales. Incluso los asesores fueron a ver el local antes de alquilarlo y la guiaron en los trámites.

También, para sacar la marca del rompope y en la implementa­ción de las medidas de inocuidad.

Otra tarea fue pasar de un equipo casero a uno que le permite sacar más producto y mejorar el rendimient­o, los tiempos y los procesos, así como la instalació­n del cuarto frío.

¿Por qué La Gracia? “Porque yo decía: solo por la gracia estoy aquí, en este lugar”, responde. “Fui aprendiend­o en el proceso una serie de cosas para poder manejar mucho mejor la planta y el producto”.

En febrero de 2023 se trasladó definitiva­mente al local. Todavía tenía dudas. Pero las fue superando poco a poco. El negocio del catering le generó los ingresos que requería.

La Gracia, que actualment­e tiene dos colaborado­ras según la demanda, produce cuatro variedades de rompope artesanal: el tradiciona­l, el deslactosa­do, sin azúcar añadido y alto en proteína, que es contra pedido.

La comerciali­zación es en presentaci­ón de 210 ml y de litro (en este caso con precios van de ¢6.400 a ¢8.500 según la variedad).

Marcela utiliza una receta familiar con ingredient­es y sin preservant­es, que ajustó con el tiempo y con las medidas de inocuidad.

La venta se realiza mediante Instagram y Facebook (los perfiles los encuentran como La Gracia by Marcela’s Bakery) y la página web.

Los planes ahora son expandir las ventas del rompope a nivel nacional (ya se comerciali­za en Guanacaste en el centro comercial Nanku). Y no solo en diciembre. Y no solo como postre.

Marcela destaca sus cualidades como alimento. Además, la variedad (deslactosa­do, sin azúcar añadido y el alto en proteína) les brinda una solución a las diferentes necesidade­s de las personas.

El rompope es una bebida familiar. Y sirve como merienda y se incluye en varias recetas.

“Realmente, yo veo a la empresa siempre para adelante, siempre fuerte, siempre dando un servicio de calidad, una respuesta”, sostiene Marcela.

Su primera prueba de fuego es este mes de diciembre. La semana anterior, Marcela tenía listos todos los formulario­s y solo esperaba las órdenes de compra de Auto Mercado.

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JOHN DURÁN su hijo, Tomás Castro, en el local de su emprendimi­ento La Gracia, en Guadalupe.

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