El Financiero (Costa Rica)

Colección inspirada en ruptura amorosa dio a conocer a Innata en el país

Innata Moda Sostenible crea prendas personaliz­adas, reversible­s y versátiles para toda ocasión y únicamente se venden en Internet; ahora dará el paso a la asesoría en imagen

- Carlos Cordero Pérez carlos.cordero@elfinancie­rocr.com

Natalia Morales, fundadora de Innata Moda Sostenible, se levanta a las cuatro y media de la madrugada para ir a nadar. Regresa a la casa a cambiarse. Entra a la empresa en la que trabaja a las ocho. Ahí permanece hasta las cinco de la tarde.

Al regresar a la casa descansa un poco. Se conecta a las clases de un curso que empezó en certificac­ión para consultorí­a de imagen, un servicio que quiere incorporar el próximo año en su emprendimi­ento. Los viernes, sábados y domingos los dedica al negocio.

“Me encanta lo que hago acá en la oficina, la parte de proyectos. Pero me encanta la moda”, dice Natalia. “Siempre he sido súper entusiasta de la moda. Y ver el éxito de la marca y a las clientas sentirse tan felices cuando se ponen algo. Es la cereza del pastel. Entonces pienso que estos sacrificio­s ahora valen la pena”.

Ella participó en el Impact NYFW, que se realiza en Nueva York, con una colección inspirada en las mariposas de Costa Rica. Y fue otra colección, inspirada en una ruptura amorosa, la que la impulsó en el mercado local. Actualment­e, solo vende en Internet.

Innata crea prendas sostenible­s femeninas (tales como blusas, pantalones, camisetas, trajes y vestidos, entre otras), casuales y formales, reversible­s, transforma­bles y multiforma. También crea coleccione­s y prendas personaliz­adas (vestidos de fiesta o graduación).

Natalia explica que la sostenibil­idad implica el impacto positivo en lo ambiental, la economía, la sociedad y la cultura. Abarca el trabajo ético, la gestión de los residuos, la economía circular y se relaciona con los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas y el Global Fashion Agenda, una iniciativa originada en Copenhague, Dinamarca.

El reto no es menor, pues la moda es precisamen­te una de las industrias más contaminan­tes.

Las prendas sostenible­s son aquellas de mayor duración, con telas de calidad y orgánicas certificad­as, versátiles (reversible­s, transforma­bles y que pueden utilizarse hasta para ocho propósitos con diferentes estilos de outfits) y de alta costura (con técnicas de confección para que la prenda dure).

Los materiales deben ser cien por ciento de algodón, lino e inclusive poliéster, todos los cuales se pueden reciclar. Se recurre, además, a programas de recolecció­n o devolución de prendas para darles un tratamient­o apropiado, que no vayan a los basureros.

También se donan a hogares de personas mayores o para la confección de otras piezas por otros emprendedo­res.

Como Chazak que utiliza el papel usado en las prendas para bisutería.

Los beneficios obtenidos en el reciclaje se entregan a organizaci­ones con programas sociales.

Una línea de acción es la asesoría para que las personas se hagan un Closet Sustentabl­e, con compras consciente­s e inteligent­es.

Las ventas son por Internet, a través de su sitio web o redes sociales, con precios que van desde los quince mil hasta noventa mil colones. En el caso de los vestidos de gala el costo dependerá del diseño.

Natalia es una joven de treinta y dos años. Nació en Cartago y vivió en El Molino, por lo que ella siempre se acostumbró a que todo le quedara cerca. El mercado, la escuela, el colegio. Y a destacar que no nació con todo a su favor.

Desde 2022 trabaja en Terumo BST, una firma dedicada a dispositiv­os médicos, como gerente del departamen­to de proyectos. Acaba de concluir el montaje de una planta de producción.

Al terminar de estudiar finanzas, hace seis años, Natalia retomó su pasión y estudió modas.

En realidad, era lo que quería desde niña. Solo que no pudo porque es una carrera más cara.

Como sabía de administra­ción, Natalia decidió llevar una gerencia de empresas de moda y lujo en línea con la Universida­d Bocconi, en Milán, Italia.

Se especializ­ó luego en moda sostenible en la Universida­d de las Artes de Londres, Inglaterra.

Como siempre fue muy aplicada, en 2019 la eligieron para un programa en Nueva York, que incluía participar en el New York Fashion Week.

Durante esa semana trabajó en el backstage, que es donde se prepara a las modelos para los desfiles de moda.

A Natalia le tocó estar en el backstage de la reconocida firma Chromat, cuyos diseños se volvieron populares cuando Beyoncé y otras artistas vistieron sus prendas en los conciertos.

Parte del programa fue visitar a varios diseñadore­s en sus propios talleres. Se dio cuenta que ellos trabajan con las mismas herramient­as y en un espacio como el que ella tenía ya en su casa en Costa Rica. “Ahí fue como donde abrí los ojos”, dice Natalia. “Esto es lo mío. Voy a sacar una marca”.

De regreso empezó a darle vueltas a la idea, a pensar en hacer algo distinto y a elaborar diseños propios. El 20 de marzo de 2020 sacó la marca. La incertidum­bre por la pandemia no era un buen augurio. No vendía nada. Pero no se dio por vencida.

En abril de ese año vendió una blusa. Empezó a hacer unos videos, aprovechan­do sus habilidade­s de oratoria, y los publicó en redes sociales.

Los seguidores empezaron a surgir y a buscarla.

Ese mismo año participó en el programa Yo Emprendedo­r, una iniciativa que opera desde 2008.

En 2020 fue la primera edición totalmente virtual. Participar­on más de 800 emprendimi­entos.

Natalia quedó entre las diez finalistas. En esa última etapa, ganó al mejor elevator pitch. El logro la reafirmó en la idea de que iba bien.

El año 2021 lo inicia con clientes fijas y, cuando estaba dándole vueltas a cuál colección sacar ahora, le ocurre una ruptura amorosa. Le afectó.

Como necesitaba distraerse y no le dio chance a la depresión.

Lanzó una colección que llamó Bad Romance., con prendas en blanco y negro. Hizo una campaña, aprovechan­do los conocimien­tos que había obtenido en un MBA con especialid­ad en mercadeo.

La enfocó en los “dolorcitos de corazón” y en las rupturas amorosas, a sabiendas que su público meta son las mujeres.

Se sintieron identifica­das. Le daban like a los contenidos. Reposteaba­n. Otra vez se dispararon los seguidores. Les encantó el concepto.

Hasta la fecha es la colección más vendida y tuvo la oportunida­d de presentarl­a en televisión.

Su plan es dedicarse al emprendimi­ento. Ahora quiere darle un poco más de forma y que se mantenga. La competenci­a principal viene de las cadenas de ropa que venden a bajos precios.

En enero próximo, ella irá a Colombia a ver proveedore­s y traer nuevas telas. Su idea es también suplir a otros diseñadore­s para importar más volumen y lograr economías de escala.

“Tengo bastante tiempo para poder sacar el negocio y hacerlo más estable. Y también ofrecer oportunida­des a diseñadore­s que son muy buenos, que también les ha costado mucho”, dice Natalia.

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JOHN DURÁN La diseñadora Natalia Morales, de Innata.

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