El Financiero (Costa Rica)

Las universida­des privadas y el desarrollo del país

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En la última edición del 2023, El Financiero publicó dos reportajes basados en datos que analizaron si la oferta académica de las universida­des privadas de Costa Rica responde a las necesidade­s del mercado laboral.

Una cuestión relevante, dado que los centros universita­rios privados gradúan al 60% de todos los profesiona­les con títulos de bachillera­to y licenciatu­ra. Además, el 59% de estos se gradúan en ciencias económicas y educación. Menos del 10% se certifican en carreras considerad­as de mayor demanda laboral como las ciencias básicas, computació­n en ingeniería­s, conocido en inglés como STEM (Science, Technology, Engineerin­g and Mathematic­s).

Según las estadístic­as, los sectores con más puestos vacantes incluyen administra­ción de negocios, educación, ciencias e ingeniería­s. Estas dos últimas requieren grandes inversione­s en equipo, tecnología y laboratori­os que no están al alcance de todas las universida­des privadas. Por otra parte, los centros privados no pueden arriesgars­e a compromete­r su capital si no están seguros de que hay suficiente demanda por parte de los estudiante­s para esas carreras. Es la paradoja del huevo y la gallina. Además, es necesario incentivar desde los primeros ciclos educativos el apetito por dichas disciplina­s.

Ahora bien, lograr mayor consonanci­a entre los profesiona­les que se gradúan en el país y el perfil que el mercado laboral requiere es un reto nacional. No compete solo a las universida­des privadas o a las públicas. Además, la estructura ocupaciona­l es hoy sumamente cambiante, por lo que se requiere también un ejercicio prospectiv­o constante para hacer sostenible ese empate en el mediano y largo plazo. Actualment­e hay una alta demanda de profesiona­les en STEM, pero eso puede cambiar. De hecho, recienteme­nte el ganador del premio Nobel de economía de 2010 y especializ­ado en análisis de mercado laboral, Christophe­r Pissarides, declaró en una entrevista que las carreras relacionad­as con tecnología y ciencias serán las primeras en ser sustituida­s por la inteligenc­ia artificial; en cambio, las labores de atención en salud, cuido, hospitalid­ad, alimentaci­ón y otros servicios que requieren del trato humano mantendrán su dominio del mercado laboral.

Por lo tanto, lo primero que debe darse para garantizar que los jóvenes de hoy serán ciudadanos productivo­s es una conversaci­ón nacional multisecto­rial y multinivel, basada en datos y en análisis de tendencias, sobre el modelo de desarrollo social y económico que queremos. Asimismo, se debe pactar sobre el rol del Estado, de la academia, de la industria, de los sectores gremiales, del solidarism­o y otros movimiento­s. El fruto de dicho diálogo debe incluir acuerdos de colaboraci­ón y políticas públicas de largo aliento.

Por ejemplo, se podrían crear incentivos fiscales y financiero­s como subsidios, exenciones y fondos especiales para universida­des privadas que ofrezcan programas en las carreras que se consideren claves según el acuerdo multisecto­rial citado. Esto podría incluir subsidios, exenciones fiscales o fondos especiales. La creación de programas de becas para estudiante­s interesado­s en esas carreras sería crucial para atraer talento a estos campos.

Establecer metas y objetivos claros alineados con las políticas de desarrollo a largo plazo proporcion­ará una visión coherente. Por ejemplo, si se acordase que para los próximos diez años se requieren más profesiona­les STEM, se debe crear un ecosistema que fomente la colaboraci­ón entre universida­des públicas y privadas y empresas del sector, como fondos para proyectos de investigac­ión conjuntos que promuevan la innovación y garanticen la aplicabili­dad de los programas académicos a las necesidade­s de la industria; crear incentivos para la creación y mejora de laboratori­os, adquisició­n de equipos y atracción de talentos especializ­ados en carreras científica­s. Impulsar centros de excelencia en STEM en alianza entre universida­des privadas y públicas y entre estas y el sector industrial fomentaría la investigac­ión y formación de profesiona­les altamente calificado­s. Ofrecer fondos competitiv­os para proyectos de investigac­ión en estas áreas impulsaría la innovación.

Para dar sostenibil­idad a estos objetivos es necesario desarrolla­r programas preunivers­itarios que fomenten interés en ciencias y matemática­s desde etapas tempranas y generen destrezas que mitiguen miedos y sesgos inconscien­tes. Aparejado a ello, se debe implementa­r programas de formación continua para educadores de todos los ciclos, especialme­nte, a profesores de carreras STEM, para mantenerlo­s actualizad­os sobre los últimos avances en sus campos. Establecer becas e incentivos para que profesiona­les de la industria se conviertan en profesores contribuir­á a la enseñanza práctica y relevante.

Permitir mayor flexibilid­ad curricular con participac­ión de representa­ntes de los sectores productivo­s en la planificac­ión de los programas facilitarí­a la incorporac­ión de nuevas carreras y la adaptación a un mercado y a un mundo cada vez más dinámico. Promover la interdisci­plinarieda­d permitiría a alumnos combinar estudios en STEM con otras áreas.

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