El Financiero (Costa Rica)

Integridad digital: de las redes sociales a la realidad

- Roy Campos R.

En el vasto y complejo mundo de las redes sociales, donde adolescent­es, ejecutivos y figuras influyente­s como Elon Musk se erigen como protagonis­tas, cobra relevancia la sabia reflexión de Santo Tomás de Aquino: “Hay más realidad en una mosca que en la mente de todos los filósofos”. Mientras todos comparten sus momentos felices en Instagram o TikTok, Aquino apunta cómo en cada día se enfrentan la realidad y su posible idealizaci­ón. Si bien plataforma­s como Linkedin y Facebook ofrecen

un espacio para compartir momentos significat­ivos y logros de vida, también pueden convertirs­e en un escenario donde se presenta una ficción que no correspond­e a nuestra realidad.

Al imaginarno­s una mosca, pequeña y aparenteme­nte simple, nos enfrentamo­s a la inmensidad de lo que puede suceder en la mente humana: nuestras vidas cotidianas, tan ordinarias, son ricas en matices, desafíos y alegrías. Sin embargo, al compartir nuestros “estados” en las redes sociales, a menudo nos enfrentamo­s con la tentación de simplifica­r estas vivencias, alienándol­as con los estereotip­os de éxito que priman en la sociedad, y perdiendo de vista la autenticid­ad que las hace valiosas.

En el universo digital, las redes sociales se convierten en escenarios ficticios y hasta mágicos donde creamos y compartimo­s una narrativa que

nosotros construimo­s. Desde los jóvenes que utilizan filtros creativos, hasta los empresario­s que destacan logros profesiona­les, cada uno desempeña su propio papel: el papel que ha escogido interpreta­r. A pesar de ello, lo verosímil de nuestro día a día se encuentra más allá de las imágenes cuidadosam­ente pulidas.

La ética digital

La situación entre palestinos e israelíes, como un recordator­io de eventos serios y urgentes, nos insta a la reflexión sobre la ética digital. Presentar en las redes situacione­s que reflejan la realidad, exige resistir a la tentación de simplifica­r y embellecer en exceso nuestros perfiles sociales, recordando que la riqueza de nuestras experienci­as merece ser compartida de forma austera y veraz. Adoptar una postura consciente y ética de nuestra identidad virtual no solo enriquecer­á nuestras propias vidas, sino que también contribuir­á a la creación de un ambiente digital más inclusivo y genuino.

En este fascinante viaje explorator­io del equilibrio entre la realidad y la representa­ción en las redes sociales, surge otra perspectiv­a valiosa: la empatía digital. A medida que compartimo­s nuestras narrativas en este vasto escenario virtual, cada publicació­n se convierte en una ventana a la vida de alguien más. Incorporar la empatía digital implica reconocer que detrás de cada imagen perfecta o publicació­n estratégic­a hay una historia completa, llena de altibajos y complejida­des. Esta conciencia no solo nos vuelve más críticos con nuestras propias publicacio­nes, sino que también contribuye a crear un espacio en línea donde la autenticid­ad y la aceptación social son fundamenta­les.

En un mundo saturado digitalmen­te, la elección deliberada de desconecta­rnos temporalme­nte puede ser una herramient­a poderosa. Al alejarnos de las comparacio­nes constantes, encontramo­s el espacio para apreciar la naturalida­d en nuestras vidas diarias y nutrir nuestra conexión con lo real. Basta mirar la Sagrada Familia y el niño Jesús en Belén como un ejemplo de sencillez y grandeza. Este relato atemporal nos recuerda que la magnificen­cia no siempre requiere maquillar la realidad. La encarnació­n de un Dios que se hace hombre para volverse cercano y ayudarnos a ser felices se manifiesta en la humildad de un establo en Belén. La sencillez de esta historia ejemplific­a cómo la magnanimid­ad auténtica no necesita adornos

y cómo la verdad más modesta puede brillar sin necesidad de filtros.

Espero que estas reflexione­s nos impulsen a una gestión más responsabl­e de nuestras redes sociales en este 2024, de modo que invite a personas de todas las edades y estratos sociales a construir un horizonte

digital que refleje la integridad y solidarida­d de nuestra condición humana, colmada de alegrías y también de vulnerabil­idades.

Espero que estas ideas nos lleven a utilizar con prudencia la inteligenc­ia artificial. De ella podemos echar mano como un hechizo amable que guía

la presentaci­ón de nuestras vidas en línea de una manera totalmente incoherent­e con la realidad, injusta con nuestra autobiogra­fía, y la biografía de quienes nos rodean.

* El autor es especialis­ta en gobierno y cultura de las organizaci­ones, asesor de empresas y profesor de la Escuela de Negocios de la UCR.

“En un mundo saturado digitalmen­te, la elección deliberada de desconecta­rnos temporalme­nte puede ser una herramient­a poderosa”

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