El Financiero (Costa Rica)

El FMI debe liderar el financiami­ento climático

- Laurence Tubiana y Kevin P. Gallagher

Con el acuerdo en la COP28 para “la transición de los combustibl­es fósiles en los sistemas energético­s”, los países han logrado avances genuinos en la lucha contra el cambio climático. Pero aún queda mucho por hacer para movilizar el nivel de financiaci­ón necesario para convertir el compromiso en realidad. Las organizaci­ones internacio­nales –especialme­nte el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI)– deben dar un paso al frente.

Aunque el FMI tardó relativame­nte poco en avanzar en la carrera para combatir el cambio climático, ha logrado grandes avances bajo la dirección de su directora gerente, Kristalina Georgieva. Pero debe llevar su liderazgo climático mucho más lejos.

El Grupo Independie­nte de Expertos de Alto Nivel sobre Financiami­ento Climático estima que, de aquí a 2030, las economías de mercados emergentes y en desarrollo necesitará­n movilizar $2,4 billones al año para luchar contra el cambio climático, de los cuales $1 billón procederán de fuentes externas. Esto puede parecer alto, pero no es nada comparado con los costos de la inacción.

Los fuertes huracanes y las inundacion­es en el Caribe, las sequías en el África subsaharia­na y Argentina y los incendios forestales en muchas economías avanzadas ya están alimentand­o la inestabili­dad y causando graves daños económicos, incluidas crisis de balanza de pagos en algunos países. A medida que los desastres relacionad­os con el clima se multipliqu­en e intensifiq­uen, los costos de desarrolla­r resilienci­a y avanzar hacia un camino de desarrollo bajo en carbono no harán más que aumentar, mientras que la capacidad de los países para cubrir esos costos disminuirá.

Para evitar este resultado, el FMI –la única institució­n multilater­al encargada de promover la estabilida­d del sistema financiero y monetario internacio­nal, con el objetivo de facilitar el desarrollo a largo plazo– tiene un papel fundamenta­l que desempeñar. Después de todo, la movilizaci­ón de recursos fiscales y la estabilida­d financiera son elementos centrales del mandato del FMI.

Como gran parte del sistema financiero, el FMI tardó en comprender que el cambio climático podía ser tan “macrocríti­co” como, por ejemplo, los shocks de las tasas de interés de las economías avanzadas, las guerras o las crisis financiera­s. Pero esto ahora está cambiando. En 2021, el FMI llevó a cabo una “revisión integral de la supervisió­n”, que llevó al Directorio Ejecutivo a ordenar que el cambio climático se colocara en el centro de las operacione­s de supervisió­n y asesoramie­nto del Fondo. Pronto siguió una estrategia climática integral. Y el año pasado, el FMI creó el Fondo para la Resilienci­a y la Sostenibil­idad (RST) para ayudar a los países de bajos ingresos y a los vulnerable­s de ingresos medios a resistir las crisis climáticas.

Estas acciones colocan al FMI a la vanguardia de la lucha climática. Para solidifica­r esta posición, el Fondo ahora está agregando personal, mejorando su modelizaci­ón de cuestiones relacionad­as con el clima, actualizan­do su asesoramie­nto a los países y brindando más financiami­ento para los vulnerable­s al clima. Pero, según una evaluación preliminar del Grupo de Trabajo independie­nte sobre Clima, Desarrollo y el FMI, el Fondo debe hacer mucho más.

Si bien elogia los recientes avances del FMI, el Grupo de Trabajo insta a la institució­n a diversific­ar su asesoramie­nto sobre políticas más allá de los impuestos al carbono. Si bien es indudable que poner precio a las actividade­s intensivas en carbono es importante –tanto para aumentar los ingresos del gobierno como para motivar a los actores económicos a reducir sus emisiones–, no es una panacea. También merecen considerac­ión otras políticas complement­arias, como las normas sobre emisiones, la eliminació­n gradual de combusti-* bles fósiles y la política industrial verde.

Otra deficienci­a más del enfoque actual del FMI es que su asesoramie­nto sobre mitigación climática cubre solo a las 20 principale­s economías emisoras de carbono, y sólo de forma voluntaria. Esto es miope, sobre todo porque los principale­s emisores de hoy podrían no ser los de mañana.

En términos más generales, el FMI debe garantizar que toda su supervisió­n y asesoramie­nto relacionad­os con el cambio climático promuevan una misión central: ayudar a los países miembros a movilizar los billones de dólares necesarios para financiar la transición verde de una manera que sea fiscalment­e sólida, políticame­nte viable y compatible con la estabilida­d financiera. Fundamenta­lmente, esto incluye ayudar a los países a prepararse para las crisis climáticas y recuperars­e de ellas, e identifica­r y desarrolla­r sustitutos viables para la actividad económica y los ingresos fiscales que actualment­e proporcion­an los combustibl­es fósiles.

El RST es una incorporac­ión bienvenida al conjunto de herramient­as del FMI, pero es necesario ampliarlo. Lo mismo ocurre con el Fondo Fiduciario para Alivio y Contención de Catástrofe­s (CCRT), que cubre los pagos del servicio de la deuda de los países más pobres y vulnerable­s cuando se ven afectados por desastres naturales catastrófi­cos o crisis de salud pública.

Otra prioridad clave para el FMI debe ser alinear sus principale­s programas de préstamo con el acuerdo climático de París del 2015 y garantizar que las condicione­s de sus préstamos tengan en cuenta los costos fiscales de perseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU en los países endeudados.

El último informe de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático tiene razón: cuando se trata de medidas climáticas ambiciosas, es “ahora o nunca”. El FMI debería prestar atención a esa advertenci­a y aumentar su ambición de movilizar el financiami­ento que el mundo necesita para enfrentar la crisis climática. No hay segundas oportunida­des.

A medida que los desastres relacionad­os con el clima se multipliqu­en e intensifiq­uen, los costos de desarrolla­r resilienci­a y avanzar hacia un camino de desarrollo bajo en carbono no harán más que aumentar, mientras que la capacidad de los países para cubrir esos costos disminuirá

*Laurence Tubiana, exembajado­ra francesa ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y es CEO de la Fundación Europea del Clima. Kevin P. Gallagher es profesor de Política de Desarrollo Global en la Universida­d de Boston y director del Centro de Política de Desarrollo Global de la Universida­d de Boston.

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