El Financiero (Costa Rica)

¿Por qué los estadounid­enses están insatisfec­hos a pesar de una economía sólida?

- Pinelopi Koujianou Goldberg

Es la economía, estúpido”. Este famoso eslogan de la campaña presidenci­al de Bill Clinton en 1992 se pensaba que capturaba el tema clave en la mente de los votantes estadounid­enses en cualquier año electoral. Entonces, ¿será ese mantra validado una vez más este año?

Aunque es prematuro declarar la victoria económica, la inflación parece haber sido controlada sin desencaden­ar una recesión, el mercado laboral sigue siendo ajustado y las políticas del presidente Joe Biden han beneficiad­o desproporc­ionadament­e a los estadounid­enses de bajos ingresos (aunque queda mucho por hacer). Sin embargo, en encuesta tras encuesta, los encuestado­s expresan una profunda insatisfac­ción con el liderazgo del país.

El descontent­o no es solo con Biden, sino que se extiende a todos los “principale­s líderes económicos”, incluido el presidente de la Reserva Federal de EE. UU., Jerome Powell, quien ni siquiera fue nombrado por la administra­ción actual. No se puede atribuir a decisiones recientes en política exterior en el Medio Oriente, porque las bajas cifras de aprobación anteceden al ataque de Hamás el 7 de octubre. En cambio, parece haber una desconexió­n aguda entre la forma en que los economista­s ven el estado de la economía estadounid­ense y las percepcion­es de bienestar de las personas.

¿Qué explica esto? Una hipótesis es la desigualda­d. Por un lado, la desigualda­d estándar de ingresos, medida por el coe

ficiente de Gini o la dispersión salarial, no explica claramente el aumento del descontent­o. Después de aumentar en las décadas anteriores, la desigualda­d de ingresos se ha mantenido estable en los últimos años, y las políticas de Biden han buscado explícitam­ente abordarla.

Por otro lado, las desigualda­des en los resultados de salud o entre regiones siguen siendo evidentes, y las políticas económicas actuales no pueden

hacer mucho para revertirla­s a corto plazo. Aún más importante quizás, es el creciente sentimient­o entre las personas en muchas partes del país de que las élites políticas y académicas los han olvidado y se preocupan más por Palestina en el Medio Oriente que por East Palestine, Ohio.

Una segunda hipótesis, particular­mente relevante para la generación más joven, es que la incertidum­bre sobre las perspectiv­as profesiona­les y económicas ha aumentado en un mundo marcado por la inteligenc­ia artificial, conflictos geopolític­os y cambio climático. La movilidad ascendente que disfrutaro­n las generacion­es anteriores ya no parece probable.

El problema con esta hipótesis es que se basa en una evaluación ex post de los logros de las generacion­es anteriores. En retrospect­iva, sabemos que obtener un título universita­rio o superior e ingresar al mercado laboral a principios de la década de 1990, al comienzo de la hiper-globalizac­ión y el rápido crecimient­o económico, era equivalent­e a ganar la lotería para aquellos de nosotros que tuvimos la suerte de hacerlo. En ese momento, sin embargo, no teníamos idea de lo que vendría. Generacion­es anteriores experiment­aron las mismas ansiedades e incertidum­bres cotidianas que enfrenta la generación más joven hoy, pero estas no condujeron al mismo descontent­o generaliza­do.

Una tercera hipótesis se centra en el declive general de las institucio­nes y la vida pública, que encapsula todo, desde la pérdida del discurso civil hasta la gerontocra­cia, la polarizaci­ón política profunda y la parálisis política recurrente (piense en los techos de deuda y los cierres gubernamen­tales). Estos problemas pueden tener solo vínculos tenues con la economía, pero contribuye­n al creciente desencanto con el funcionami­ento de la democracia estadounid­ense.

Una vista menos sombría es que el descontent­o actual es un subproduct­o del progreso que ha logrado Estados Unidos como sociedad. Si bien algunas formas de desigualda­d han aumentado, otras han dismi-* nuido notablemen­te. Pocos cuestionar­ían que las mujeres, los afroameric­anos y los miembros de la comunidad LGBTQ+ tienen muchas más oportunida­des para competir hoy que hace dos décadas, cuando aún estaban excluidos de muchos campos. En términos relativos, los hombres blancos han perdido más. Si uno ve el mundo a través del prisma de una lucha constante por el poder de suma cero, no debería sorprender ver una reacción por parte de aquellos que están perdiendo privilegio­s que durante mucho tiempo dieron por sentado.

Otra visión “positiva” es que las fuentes preexisten­tes de descontent­o, como el trato desigual, son más destacadas hoy precisamen­te porque las personas son consciente­s de las nuevas oportunida­des y los factores que conducen al éxito (es decir, “cómo se juega el juego”). En lugar de sentirse satisfecho­s con lo que han logrado, se centran en dónde han quedado cortos de sus aspiracion­es.

Considere el caso de las admisiones a universida­des de élite. Mi institució­n de origen, la Universida­d de Yale, tuvo alrededor de 18.000 solicitude­s para la clase de 2007, en comparació­n con alrededor de 52.000 para la clase de 2027. Hace una generación, Yale podría haber sido considerad­a fuera del alcance de todos, excepto de unos pocos; pero ahora el sueño está al alcance, y las solicitude­s han llegado en masa. La otra cara de la moneda es la amargura que siente la familia de un solicitant­e después de ser rechazado por una universida­d de élite. Lo que sacan de la experienci­a no es que tuvieron una oportunida­d, sino que la promesa no se materializ­ó.

La misma decepción que surge de promesas incumplida­s en un mundo de aspiracion­es crecientes puede explicar el descontent­o en muchos otros contextos, desde el avance de carreras profesiona­les hasta el destino de los negocios. El lado positivo es que las personas se sienten capacitada­s para mirar el próximo escalón en la escalera.

Como es habitual con los fenómenos sociales, es probable que la fuente del descontent­o de hoy sea multidimen­sional, incluyendo elementos de todas las explicacio­nes anteriores, así como otras. Por difícil que sea para un economista admitirlo, una cosa es cierta: no es solo la economía, estúpido.

* Pinelopi Koujianou Goldberg fue economista jefa del Grupo Banco Mundial y editora en jefe de la American Economic Review, es profesora de Economía en la Universida­d de Yale.

La misma decepción que surge de promesas incumplida­s en un mundo de aspiracion­es crecientes puede explicar el descontent­o en muchos otros contextos, desde el avance de carreras profesiona­les hasta el destino de los negocios.

 ?? SHUTTERSTO­CK ??
SHUTTERSTO­CK

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica