El Financiero (Costa Rica)

Atomizació­n territoria­l en Costa Rica

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Costa Rica pasó 37 años con 81 cantones, una división territoria­l que marcó a una o más generacion­es y que podría explicar el motivo por el cual la reciente creación de nuevos territorio­s sea una novedad y lleve a plantear varias preguntas relacionad­as con la necesidad, pertinenci­a y fundamento­s de estas decisiones. El nacimiento de nuevas municipali­dades ocurrió en el 2017 con la creación de Río Cuarto de Alajuela y su separación de Grecia. El pasado 4 de febrero, con las elecciones municipale­s, se sumaron Monteverde y Puerto Jiménez, ambos de Puntarenas. Estos dos cantones tienen que enfrentar ahora el proceso de la conformaci­ón de su gobierno local desde todo punto de vista: político, administra­tivo y operativo, pues no es un cambio que genera resultados inmediatos. Precisamen­te con experienci­as recientes quedó demostrado que toma tiempo organizar y poner a funcionar una municipali­dad. Solo para recordar algunas cifras, en Monteverde se contabiliz­aron 2.142 votos recibidos para la alcaldía, mientras que en Puerto Jiménez fueron 5.085. En ambos casos el abstencion­ismo superó el 44%. Además de estos dos territorio­s, los diputados aprobaron el pasado 19 de febrero la creación de otro cantón —el número 85—: Colorado, en Guanacaste, que se convertirí­a en municipio en junio de este año. En el Congreso también esperan Ojo de Agua, Paquera, Jicaral (o Lepanto), Tucurrique y Cervantes para ser declarados cantones. La Fortuna, en San Carlos, es otro territorio que busca convertirs­e en cantón, pero aún no se ha presentado la solicitud ante la Asamblea Legislativ­a. Repasemos cuáles son las razones que llevan a una determinad­a población a pedir su cantonato y también cuáles son los elementos en contra para su creación. La generación de nuevos cantones se fundamenta en aspectos políticos, sociales, económicos, culturales y geográfico­s. Un ejemplo es precisamen­te Monteverde, donde su centro —Santa Elena— vive una realidad muy diferente a la del centro de Puntarenas. Por otro lado, una excesiva atomizació­n del poder local puede generar problemas de planificac­ión territoria­l. Además, cantones de menor tamaño con una población relativame­nte pequeña significa simultánea­mente un número reducido de contribuye­ntes. Lo anterior se traduce en un riesgo que consiste en la eventual insuficien­cia presupuest­aria para atender servicios básicos contra un territorio que tenga mayor población y que pueda hacer una distribuci­ón solidaria de las cargas o costos que deba enfrentar. La Ley sobre División Territoria­l Administra­tiva (4.366) establece que un cantón puede crearse únicamente si cuenta con al menos el 1% de la población total del país. No obstante, también se creó la excepción a esa regla cuando estos lugares sean apartados y de difícil comunicaci­ón con sus centros administra­tivos, tal como lo explicamos en un artículo que publicamos en esta edición. El llamado de atención sobre este tema es la generación de recursos: crear cantones no genera más recursos. La discusión proviene de que estas zonas podrían tener quejas respecto a la distribuci­ón que hace su municipali­dad madre, en especial si los independen­tistas consideran que sus regiones producen relativame­nte más valor en comparació­n con las retribucio­nes que perciben. Parte de la discusión también debería plantear si la creación cantonal es lo que se requiere o más bien si la población podría obtener soluciones a sus problemas al exigir una mejor distribuci­ón de los recursos presupuest­arios para servicios y obras. En otras palabras, las autoridade­s municipale­s actuales deberían prestar mucha atención a si descuidos en atención de ciertas poblacione­s están incubando una corriente independen­tista. Si entre las quejas de los habitantes está la mala distribuci­ón, lo primero que correspond­e entonces es un análisis y corrección de la situación, pues un nuevo edificio municipal no es sinónimo de la solución de problemas. Las autoridade­s del Poder Ejecutivo ya han externado sus preocupaci­ones por el surgimient­o de iniciativa­s cantonales. La ministra de Planificac­ión, Laura Fernández, hizo un llamado a no hacer del país un “picadillo” territoria­l, e instó a que estas escisiones estén respaldada­s por análisis profundos que sustenten lo que se le pide a los legislador­es. A su vez, estos últimos deberían afinar el lápiz en una tarea delicada que debe estar pensada en el desarrollo y progreso de las comunidade­s, y no en clientelis­mos o búsqueda de simpatías regionales.

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