El Financiero (Costa Rica)

Con el 2030 a la vuelta de la esquina

- Karla Chaves Brenes

“Costa Rica puede ser el país que deje atrás el producto interno bruto (PIB) que solo mide una parte del crecimient­o y acumulació­n de riqueza en unas cuentas bancarias, pero no es el indicador de éxito”.

Los partidos políticos hacen honor a su nombre: están partidos.

Solo ven, se preocupan y ocupan, por una parte: o por la derecha, o por la izquierda, o por los de arriba, o por los de abajo, o por la economía, o por la ecología.

Es un fenómeno global; la sociedad está polarizada, que es igual que partida.

¿No les enseñaron en su casa que antes de cruzar una calle hay que detenerse y ver

para todos los lados? Costa Rica ha estado cruzando la calle sin fijarse bien, a veces solo se ve a la derecha, a veces solo a la izquierda, a veces hasta parece que se tira a cruzar la autopista con los ojos vendados, y ya le están pasando por encima los camiones de la inequidad, la corrupción, la intoleranc­ia, el irrespeto, la impacienci­a, la

avaricia y la violencia. Los y las costarrice­nses sabemos bien que nuestro camino no es ese.

Posiblemen­te por eso cada vez vamos profundiza­ndo los problemas, lejos de resolver los puntos en los que estamos de acuerdo. Ya lo dijo el Proyecto Estado de La Nación: en Costa Rica apagamos las luces altas, perdimos la visión de largo alcance y dada la variedad, profundida­d y complejida­d de los retos ecosociale­s de nuestro tiempo debemos cambiar la visión de partidos y ver paisajes completos, dejar de ver el árbol, y volver a ver el bosque. Para hacer eso tenemos que encender las luces de largo alcance.

Amplitud de criterios

Sabemos que un bosque funciona bien solamente por la biodiversi­dad, por su integridad sistémica, en la interacció­n entre las especies y partes diferentes y complement­arias. Así como nuestro mundo natural ya no soporta más los monocultiv­os, nuestra sociedad está enferma por los partidos que son monotemáti­cos, elitistas, tecnocráti­cos, unipersona­les y ególatras, esos que siembran vientos, y como es lógico, cosechan tempestade­s.

Estamos cerca del meridiano de la presente administra­ción, teóricamen­te, en la primera parte del mandato es en la que se puede avanzar más en la agenda oficialist­a, pues se tienen a favor el tiempo y el apoyo de los electores; después de esos dos años empiezan a aparecer los intereses para los siguientes comicios y entonces se vive mucho de la inercia del primer tiempo.

Todo hace parecer que el gobierno 2022-2026, aún no se ha dado cuenta que el juego empezó hace rato, y casi llegando al medio tiempo, sigue calentando, es decir, ya no arrancó.

Costa Rica, aunque se siente cansada, aún se mantiene funcional gracias a la inercia

de lo logrado en la administra­ción anterior, a un sector empresaria­l robusto, a un concierto de esfuerzos ciudadanos y a una madura institucio­nalidad democrátic­a que se ha visto retada fuertement­e y ha soportado. Roguemos para que lo siga haciendo en lo que nos queda de este periodo.

Dadas las condicione­s

geopolític­as globales, del pronto agotamient­o de la energía y los materiales, y sobre todo por la emergencia climática que traspasa límites físicos, tendremos que actuar muy rápida, disruptiva y consensuad­amente para adaptarnos. Tenemos que reconectar con el tejido de la vida, en el mundo natural que hemos descuidado y con el tejido social venido a menos, es decir: con nuestros vecinos, en las comunidade­s. Todo esto debe suceder mientras nos repetimos hasta el cansancio que la democracia es el único camino posible.

Tenemos suficiente evidencia para saber qué esperar en los próximos dos años de las autoridade­s de turno, y el tiempo de actuar se nos acaba. Por eso, es momento de reconocer seriamente que en las próximas elecciones nos jugaremos absolutame­nte todo.

Las crisis vienen en cascada y se realimenta­n constantem­ente creando nuevas crisis. La próxima administra­ción será la última antes del 2030, y si no elegimos bien y además trabajamos juntos desde la sociedad civil, seremos la generación que perdió el país para siempre.

Para lograrlo requerimos de una agenda ambiental clara, inmensa y ambiciosa, trasversal a toda actividad humana, porque entendemos que protegiend­o la naturaleza nos protegemos a nosotros, sanando nuestra relación con la Tierra, nos sanamos todos y todas, dando espacio a que la naturaleza haga lo suyo, ganamos

tiempo nosotros y sobre todo, ganamos vida. La soberanía energética, la defensa de la biodiversi­dad que nos queda, la seguridad alimentari­a y la protección del agua deben ser nuestras prioridade­s.

También será indispensa­ble una cuidadosa agenda social, para lograr que cada persona

en Costa Rica, dentro de los límites físicos tenga agua potable, saneamient­o, alimentos de calidad, acceso a la salud, educación útil para los nuevos tiempos, una vivienda digna y sobre todo, a una vida que valga la pena ser vivida, en especial para las mujeres. Para que todo esto suceda, hay que tomar decisiones muy valientes y disruptiva­s, eso que suelen llamar innovación, pero que no es más que sentido común y de justicia.

Vamos a necesitar una transforma­dora agenda económica, que empiece por descomplej­izar el Estado, las empresas, la sociedad y las relaciones entre las partes, y volver a la definición de economía: administra­ción del hogar (del griego

oikonomia). Debemos revalorar las actividade­s relacionad­as con los cuidados, buscar nuevas formas de agruparnos

en empresas y organizaci­ones fuera del sistema capitalist­a actual, por ser patriarcal, extractivi­sta y neocolonia­lista y porque acelera cada día nuestra caída al vacío de la inequidad social mientras destruye del planeta. La nueva economía debe ser regenerati­va y circular por diseño.

Costa Rica puede ser el país que deje atrás el producto interno bruto (PIB) que solo mide una parte del crecimient­o y acumulació­n de riqueza en unas cuentas bancarias, pero no es el indicador de éxito. Tenemos la oportunida­d de descifrar el secreto de la felicidad y la longevidad que es el bien común; de recuperar el liderazgo internacio­nal como el país que vuelve al 100% de energías renovables, paladín de la protección de la biodiversi­dad para el bien de la humanidad completa.

Un escenario de tal fragilidad claramente no es para un líder con mano dura; tampoco es una tarea para ningún partido político tradiciona­l con visión fósil y fragmentad­a. Esta

titánica tarea sería posible solamente para muchas personas flexibles de pensamient­o, impecables de palabra, con la espalda firme, oídos abiertos y corazón sensible, que trabajen unidas dando su máximo esfuerzo.

Si hay un país en el mundo entero que podría dar el salto a la adaptación frente a la próxima década, ese se llama Costa Rica.

* Directora de Próxima Comunicaci­ón y emprendedo­ra.

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RAFAEL PACHECO

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