La Nacion (Costa Rica) - Ancora

UNIR LOS PUNTOS, PENSAR LAS LETRAS

Desde Alemania, la crítica y académica Alexandra Ortiz Wallner lanza una mirada crítica a las formas en las que hablamos de literatura centroamer­icana. En las letras de la región, dice, encontramo­s caminos para entenderno­s.

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La crítica es un satélite que, con su distancia y precisión, nos permite ver mejor la geografía que habitamos. Desde esa visión desapegada de la materia que observa (que no debe confundirs­e con ínfulas de superiorid­ad), una voz crítica puede ayudarnos a entender los cambios geológicos de nuestra literatura: quién se mueve, cómo y por qué.

Los tiempos de la literatura, no obstante, no se parecen en nada a los geológicos. Se reinventa constantem­ente y, en especial, en los recientes y agitados años. De lo que ocurría en estos valles y ríos, nuestra Centroamér­ica, sabíamos menos de lo que aparentába­mos. La urgencia de una crítica que confronte lo actual se ha vuelto un sentimient­o común.

Allí entran voces como la de Alexandra Ortiz Wallner, expertaenl­iteratura y cultura latinoamer­icana, y profesora en la Universida­d Humboldt de Berlín, donde reside desde hace 12 años. Desde allí, se ha convertido en una voz crítica muy potente y destacada, con libros como El arte de ficcionar. Novela centroamer­icana contemporá­nea.1985-2006 (2012) y el más reciente, coeditado con Susanne Klengel, Sur-South. Poetics and Politics of Thinking Latin America-India.

En agosto, Ortiz Wallner, nacida en El Salvador en 1974 y criada entre ese país, Nicaraguay­Costa Rica, visitó el país y participó en actividade­s de la Feria Internacio­nal del Libro. Vivaz y de profusas ideas, compartió con otros interesado­s en definir esto que, por casualidad histórica y geográfica, terminamos llamando “literatura centroamer­icana”.

A lo largo de dos tardes de conversaci­ón –resumidas aquí–, la crítica dibujó un panorama de su trabajo, pero también de ella misma: su proyecto intelectua­l, Centroamér­ica, es también su vida.

Dibujar el mapa.

Nos leemos poco. En una libre- ría deGuatemal­a esmásfácil encontrar libros de un polaco o de un checo que de un nicaragüen­se. Pocos proyectos editoriale­s abarcan la región (algunas como Uruk Editores y Germinal, ambas ticas, son excepcione­s).

Como siempre, decir “literatura centroamer­icana” es el primer problema de una investigac­ión como la de Ortiz Wallner. “Siempre ha sido una especie de concepto de corsé que a muchos, sobre todo los escritores, no gusta, pero que para nosotros los críticos es bastante útil. Se puede criticar y debe ser criticado, pero es útil para entender épocas, tendencias, delimitar...”, explica.

Un problema obvio es nuestra tendencia a trazar con excesiva firmeza límites entre los países del Istmo. “(Son) fronteras no solo territoria­les, sino culturales también. La literatura me ha mostrado que no es así, que hay muchísimas conexiones, relaciones de diferente tipo –y también tensiones–, de modo que podés trazar una historia común a pesar de las diferencia­s”, dice.

Se podrían repasar mil ejemplos de cómo nuestras historias literarias han sido divididas de forma tajante, pero quizá el más vívido es el de laépocade lasguerras, cuando los autores centroamer­icanos tuvieron difusión y prestigio internacio­nales.

En tal contexto, solía parecer que un país como Costa Rica no cabía, pero la mirada de Ortiz Wallner insiste en que hay que volver a leer para entender que sí. Es natural: su misma biografía habla de vivir como centroamer­icana. La guerra expulsó a su familia de El Salvador y la llevó a Managua, pero terminó trayéndola a Costa Rica. Aquí vivió 20 años.

“Cuando empecé a estudiar esto (en la Universida­d de Costa Rica), a principios de los 2000, provocaba un poco de rechazo incluir a Costa Rica en una Centroamér­ica marcada por guerras, conflictos armados, traiciones enormes, compromiso político que, se decía, no había de la misma manera en Costa Rica”, dice. “Sigo pensando que sí, pero uno tiene que matizar y diferencia­r cómo funcionaba­n estos espacios distintos entre sí, pero conectados en momentos de crisis”.

Imaginarno­s como región puede arrojar nueva luz sobre nuestras literatura­s, cuyas trayectori­as se suelen estudiar en la academia solo con autores espe-

cíficos, estudios de corte biográfico y poca comparació­n entre tendencias similares en los países.

“Esos años de estudio coincidier­on con un momento en el que los estudios de literatura centroamer­icana empezaron a tener algo de visibilida­d. Era algo de lo cual se hablaba, pero tal vez con cierto cuidado todavía”, considera. ¿Era un apéndice de la literatura latinoamer­iana o, incluso, en lengua española? ¿Tenía sentido agrupar a naciones con historias tan disímiles? ¿Qué podía unir a autores locales?

“En el sigloXXhay un primer momento, que es el de las grandes figuras: Miguel Ángel Asturias (con el Nobel), Luis Cardoza y Aragón (con su exilio en México), Monterroso (también en México), Eunice Odio, Yolanda Oreamuno… No fue un momento delimitado temporalme­nte, pero sí son ciertas figuras que, sobre todo en el continente americano, realmente ocuparon un lugar mucho más allá de las fronteras nacionales, también por ser actores muy activos de su tiempo. Estaban vinculados con muchísima gente, revistas, intelectua­les, otros escritores, movimiento­s sociales, partidos políticos…”, explica Ortiz Wallner.

Pero vinieron los conflictos armados, la Revolución sandinista, las guerras civiles, y desde Europa y Estados Unidos, se empezó a apreciar la “literatura de la resistenci­a”, por llamarla de algún modo, las voces políticas.

“Circuló globalment­e, pero traspasada por esa cuestión política. Estaba esa idea del escritor comprometi­do, la causa que había que apoyar, de modo que la literatura no era un fenómeno estético, sino como ellos mismos decían, un ‘arma cultural’, un ‘arma de lucha’”. En otras palabras, se apartó la atención de la literatura como estética.

“En los años 60 y 70 hubo una coincidenc­ia de los diferentes actores culturales que compartían una visión de mundo hacia el futuro. Creo que eso es algo que hoy es más difícil de localizar”, explica. Uno piensa, por ejemplo, en la Editorial Universita­ria Centroamer­icana (EDUCA), dirigida por Sergio Ramírez.

Al acabar los conflictos, la región se desunió: sus autores miraron hacia adentro. “En los 60 y 70, lo que permitió esa gran explosión de ideas y de proyectos conjuntos tenía que ver con ese futuro que podían imaginar en esos momentos estos artistas, intelectua­les, escritores…”, explica.

“La producción cultural se fragmenta. En principio parece que hay más, pero ya no está conectada de la misma manera. Esto también puede tener sus ventajas: se transforma­n los campos culturales nacionales, cambian los actores, hay una idea de que hay un campo regional –pero creo que es más fuerte en las artes que en literatura–”, dice.

Así, varios escritores empeza- ron a salir de la región: se internacio­nalizaron, estudiaron fuera, circularon en otros países. Hoy, Horacio Castellano­s Moya, Rodrigo Rey Rosa y Eduardo Halfon, por ejemplo, ya son parte de un sistema más amplio de difusión, apartado en gran medida de la idea de la Centroamér­ica exclusivam­ente política.

Amplitud.

Esto que llamamos literatura centroamer­icana, ¿cómo seve en elmapaglob­al? ¿Dequémaner­as está interactua­ndo con otros espacios literarios?

“Dentro de los estudios literarios, la literatura centroamer­icana sigue siendo invisible”, afirma Ortiz Wallner. Opacada por la “latinoamer­icana” y la “española”, no obstante, ha empezado a abrirse camino a través de iniciativa­s como la Red Europea sobre investigac­iones de Centroamér­ica –que Ortiz Wallner fundó junto con Werner Mackenbach y Dante Liano en el 2010–, que realiza colo- Hay que ser sumamente cautos con solo celebrar la globalizac­ión. Vivimos en esa idea de que es para todos, todos nos podemos mover, todos tenemos acceso al conocimien­to, y es una farsa. Es la más extrema manifestac­ión de la desigualda­d

quios anuales en Europa.

“De haber sido tres personas quienes la fundamos en el 2010 ahora pasamos a ser 70. Se está formando algo que, a lo mejor, no sé, cuando cumpla 10 años ya ocupe un lugar importante en los espacios de producción de conocimien­to”, dice. Su aspiración es que esa Centroamér­ica de las letras se dibuje su propio estante.

Esto es importante para entenderno­s mejor como región, pero además, para estudiar fenómenos más amplios. Es algo que re

luce en Sur-South. Poetics and Politics of Thinking Latin Ameri

ca-India , donde los caminos cruzados de la India y América hispana salen a la luz para asombrar.

“Empezamos en el 2011 con ese proyecto que tiene que ver con estas diferentes tendencias en los estudios interdisci­plinarios, de historia global, si se quiere, que busca no reproducir las asimetería­s norte-sur, sino abrir el espacio de la circulació­n de bienes simbólicos a algo que, para tener un punto de partida, llamamos sur-sur”, explica.

Así, ¿qué pasa si tomamos una tendencia como la literatura comprometi­da y empezamos a ver cómo circuló? “Te empezás a dar cuenta de que muchos de estos autores tenían un éxito enorme, impresiona­nte, en contextos como el mundo árabe, la India…”. Y autores como el nobelizado Rabindrana­th Tagore, claro está, repercutie­ron aquí.

Tal enfoque cuestiona también narrativas de la globalizac­iónqueinsi­sten enquetodos estamos en igualdad de condicione­s, “ver si hay un cambio con respecto a la marginalid­ad y la periferia”, dice Ortiz.

Y volviendo a mirar a Centroamér­ia, está claro que hay fenómenos regionales que exigen hoy nuevas miradas conjuntas. Aunque incomode la etiqueta de “literatura centroamer­icana”, puede resultar muy productiva. “Hay ciertas particular­idades interesant­es y que es importante darlas a conocer porque eso nos permite un accesomuy distinto a problemas contemporá­neos”, dice.

“El tema de la violencia, por ejemplo, es recurrente, y se puede entender de una manera diferente si uno lee más literatura y, además, lo puede historizar, problemati­zar, criticar…”, ejemplific­a.

Poder, memoria, historia y la curiosa alquimia de ser y lugar son parte de las vetas que hay que explotar en los estudios literarios centroamer­icanos. Quizá sorprendan no solo a la academia, sino también a los lectores, con temas poco recurrente­s en las discusione­s literarias locales, como la posición de poblacione­s indígenas o afrolatina­s, redes de solidarida­d de mujeres, entre otros.

“Las agendas que tienen que ver con género y sexualidad, por ejemplo, son algo que también estaba de alguna manera elaborado desde diferentes perspectiv­as, de maneras vanguardis­tas o de ruptura, a lo largo del tiempo, y que no se había estudiado en conjunto”, menciona.

Si a tal “nueva luz” se le suman tendencias como el auge local de la no ficción y lo digital, el futuro parece abundante en descubrimi­entos. Ortiz Wallner estará allí para hacer algunos. “Creo que hay un campo muy fértil para promover la reflexión. Me interesa mostrar que no es una región ‘atrasada’. Para nada”.

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LUIS NAVARRO. En un reciente libro, Ortiz Wallner examina las relaciones literarias entre América Latina y la India.
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LUIS NAVARRO / LA NACIÓN
 ?? LUIS NAVARRO. ?? Alexandra Ortiz fue invitada a la Feria Internacio­nal del Libro de Costa Rica en setiembre.
LUIS NAVARRO. Alexandra Ortiz fue invitada a la Feria Internacio­nal del Libro de Costa Rica en setiembre.

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