La Nacion (Costa Rica) - Ancora
ZYGMUNT BAUMAN, SOLIDEZ INTELECTUAL EN UN MUNDO LÍQUIDO
Zygmunt Bauman (1925-2017) El autor de Modernidad líquida y muchos textos críticos de la globalización y el consumismo fue uno de los más prominentes intelectuales europeos
Zygmunt Bauman era una figura curiosa: un intelectual de profunda mente y gentil elocuencia que resultaba un consuelo en la biblioteca. En un mundo de incertidumbre y desesperanza, insistía el polaco, era posible recuperar la esperanza.
Falleció el lunes 9 de enero en su residencia de Leeds, Inglaterra. Tenía 91 años. Su ausencia se reportó ampliamente en la prensamundial; era considerado uno de los más prominentes sociólogos y filósofos europeos. El autor de Modernidad lí
quida (2000) se había convertido, en años recientes, en una de las figuras intelectuales más populares, gracias a sus múltiples escritos, profundos y sencillos de leer. Su claridad abrió las puertas a miles de lectores para muchas de las grandes dudas de nuestros tiempos: la posmodernidad, el consumismo, la globalización y las identidades.
Bauman nació en Poznan, Polonia, y su familia huyó al este durante la invasión nazi y regresaron tras la guerra. En 1968 fue uno de los múltiples intelectuales expulsados por el régimen comunista de su país –enseñaba en la Universidad de Varsovia–; tuvo que renunciar a su ciudadanía polaca y, desde 1971, residía en Inglaterra, donde desarrolló una prolífica y respetada carrera.
Con libros como Modernidad y ambivalencia, Ética posmoderna y Amor líquido, se convirtió en la rara figura que trascendía las barreras de la academia: no es raro encontrarse títulos suyos en cualquier librería y hasta en anaqueles de supermercados.
Filósofo de pipa en los labios y pelo revuelto, tenía el semblante de un viejo sabio. Al hablar lo confirmaba: en un mundo líquido, sus libros tranquilizan con su solidez, sin dejar de alborotar la mente con el fuego del cambio.
Crisis y conciencia
El concepto de “modernidad líquida” que acuñó Bauman describe nuestra era, caracterizada por la desintegración de ideas e instituciones que se consideraban inmutables, esenciales o necesarias.
Bauman criticó la tendencia individualista y frívola de nuestra era, y fue capaz de conectar problemas aparentemente aje- nos entre sí, en explicaciones nutridas por la sociología, la filosofía y otras disciplinas.
La voz que se apaga era fuerte y persistente en su defensa de los desposeídos y los excluidos por la globalización capitalista: “Ha sido una catástrofe arrastrar la clase media al precariado. El conflicto no es entre clases, sino de cada uno con la sociedad”.
A él acudieron muchos observadores y lectores inconformes con el vacío moral que impera en nuestra política; en el centro de la escritura de Bauman siempre está la dignidad humana, un término que se evoca con tanta facilidad como se descarta en la realidad.
En Modernidad líquida (2000), exponía esas desigualdades abarcando cinco conceptos cuyas bases habían perdido su solidez: emancipación, individualidad, tiempo/espacio, trabajo y comunidad. Sin esos marcos de referencia, quedamos desarraigados, a la deriva, y confrontar esa falta de asideros ha sido el gran drama de nuestra vida contemporánea.
Sometidas a presión, sin pautas estables ni rutas claras, nuestras vidas parecen inestables, arrojadas a un vacío angustiante en el cual resistir acapara toda la vida.
“Las identidades únicamente parecen estables y sólidas cuando se ven, en un destello, desde afuera”, escribía en Mo
dernidad líquida. “Cuando se las contempla desde el interior de la propia experiencia biográfica, toda solidez parece frágil, vulnerable y constantemente desgarrada por fuerzas cortantes que dejan al desnudo su fluidez y por corrientes cruzadas que amenazan con despedazarla y con llevarse consigo cualquier forma que pudiera haber cobrado”.
En tal terreno inestable, se necesita un guía. Uno deposita su confianza en el que despeja la maleza para conocer mejor el bosque, y eso hizo Bauman, perseguir la claridad. Eso sí, no asumió una postura de superioridad moral, como podría pensarse, ni de ingenuidad hipócrita. Su mensaje era la resistencia de la dignidad humana: “Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que seconsume, lo que se compra, son solos sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”.
Tal sencillez de expresión, transparente en sus intenciones, también le valió críticas, pues algunos consideran sus propuestas demasiado simples olight, en apariencia reticentes a asociarse con proyectos políticos que pudieran, efectivamente, buscar la dignidad de los oprimidos (aunque Bauman se consideraba de izquierda).
Como es obvio, las derechas nacionalistas europeas son alérgicas a su pensamiento: en el 2013, un grupo de manifestantes de ultraderecha interrumpieron una conferencia suya en Polonia. Bauman no volvió a su patria tras el incidente.
La urgencia del trabajo de Bauman en la era de las migraciones masivas, Trump y brexit reviste de particular melancolía su muerte. “El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas”, dijo a El
País en una entrevista muy popular el año pasado.
Para Bauman, vivimos la cosecha de un sistemaquepor décadas propugnó el desarraigo sin considerar que, como es usual, son los desfavorecidos a quienes más castigan los “errores”, las “estrategias” y las “reformas”. Cuando uno sube al tren ultraveloz, rara vez piensa en el obrero que lo construyó, pero todos somos pasajeros de la misma modernidad.
“El diálogo real no es hablar con gente que cree en las mismas cosas que tú”, advertía, premonitorio. “Cuando hablaba, estaba escuchando; cuando estaba enseñando, estaba aprendiendo. Sus libros y sus seminario eran lugares donde podíamos reunirnos y explorar juntos cómo ser humanos ”, expresó su colega Keith Testera Associated Press.
Tras esas palabras, se piensa en la pobreza de nuestra esfera pública, privatizada como nunca en la historia, mercantilizada a través de la ilusión de las redes sociales, y copada por meras transacciones económicas. “Cuando las creencias, los valores y los estilos han sido‘ privatizados ’– des contextualizados o ‘desarraigados’–, y los sitios que se ofrecen para un 'rearraigo' se parecen más a un cuarto de motel que a un hogar permanente”, dice Bauman en Modernidad líquida. En aquella entrevista con El
País, lamentaba que se confundieran las redes sociales con un auténtico espacio de diálogo: “Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan serviciosmuy placenteros, pero son una trampa”.
Nose puede decir demuchos intelectuales que inspiren cariño, ni se topa uno con sus libros en la fila del supermercado. En el caso de Bauman, que estuviera allí al alcance, serioysereno, preocupado y angustiado, era un consuelo. Millones de desarraigados y desposeídos del mundo tuvieron en él un defensor; su esperanza fue abrir senderos hacia un mundo mejor.