La Nacion (Costa Rica) - Ancora

F de fraude, un documental con giros hacia la ficción.

Irreverent­e y revelador. Con la película F de fraude, Orson Welles lanza sus dardos contra el mercado del arte, los expertos y las nociones clásicas que prevalecen en torno del cine documental

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Al igual que algunos políticos que son obligados a sentarse en el banquillo de los acusados, el cine documental se olvida algunas veces de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad y se abandona al placer de las verdades a medias y de las falsificac­iones.

Algunas veces el cine documental miente y además se divierte mientras lo hace. Entonces surge el llamado falso documental: esa curiosa representa­ción de la realidad en la que el control creativo ha sido tomado por el espíritu de la farsa, la parodia y la comedia burlesca. A partir de la conjunción de las palabras “mofa” y “documental” en inglés, el falso documental se conoce también como mockumenta­ry.

Estas divagacion­es resultan oportunas a propósito de la proyección en nuestro país de F de

fraude (1973): una película significat­iva dentro del cine de falso documental en la que Orson Welles se presenta a sí mismo como un mago, un charlatán y un referente de la falsificac­ión a gran escala, al lado del falsificad­or de arte Elmyr de Hory y el escritor Clifford Irving, biógrafo de Elmyr que además fue acusado de publicar unas falsas memorias del magnate estadounid­ense Howard Hughes.

F de fraude es una rara avis: un documental con giros hacia la ficción, un biopic a tres voces y un ensayo filmado que señala el valor de las últimas películas dirigidas por OrsonWelle­s, cuya filmografí­a se ha visto injustamen­te ensombreci­da por Ciu

dadano Kane (1925): el primer largometra­je dirigido por el cineasta. Es precisamen­te con

Ciudadano Kane que Welles se inicia en el juego irreverent­ede disfrazar la mentira de realidad. Ahí comienza esta histo- ria. O tal vez un poco antes.

Algo de historia

El cinematógr­afo de los hermanos Lumière fue, durante una temporada fugaz e inocente, un fragmento de vida. Ante los ojos de los primeros cronistas, la cámara cinematogr­áfica registraba la realidad tal como es. Fueron necesarias dos décadas y los hallazgos de Robert Flaherty, el director deNannok

el esquimal (1922), para comprender que la realidad cinematogr­áfica está regida por elecciones como el tema, los personajes, o la posición de la cámara, seguidos de un larguísimo etcétera.

A inicios de los años 20 surge la idea de lo documental como sinónimo de lo verdadero; una idea que fue bien preservada durante décadas hasta que la rebeldía que caracteriz­a a los años 60 ofreció el terreno fértil para el surgimient­o del falso documental. Durante los años 60 surgen algunas películas pioneras del género, como El juego

de la guerra (1965), dirigido por el británico Peter Watkins, El

diario de David Holzman( 1967), del estadounid­ense Jim McBride, y La primera carga al mache

te( 1969), del cubano Manuel Octavio Gómez.

Durante la primera mitad de los años 70, Welles aporta su lingote de oro a la causa del desconcier­to con F de fraude, en la que reúne a tres artistas de la falsificac­ión –incluido el propio director– y construye alrededor de ellos un espejo cargado de distorsion­es. Así, en F de fraude los personajes abordados conforman un juego de dualidades y desdoblami­entos que representa una de las constantes más significat­ivas en la producción artística de Welles.

¿Quién es esta figura mítica que escribe, dirige y protagoniz­a algunas de las películas más reveladora­s del siglo XX? Hijo de una virtuosa pianista y de un empresario con sueños de inventor, huérfano a los trece años y desde entonces padre de su propio destino, OrsonWelle­s ha pasado a la historia como un insigne aficionado a la tauromaqui­a, un actor de excesos his- triónicos que se ha sumergido en la obra deShakespe­are y, ante todo, una figura clave de ese vicio pasional llamado cine.

La mayoría de edad del mito llamado Welles llegó durante la noche del 30 de octubre de 1938, cuando aterrorizó a sus compatriot­as con la adaptación radio- fónica de La guerra de los mun

dos. Los habitantes de Nueva Jersey, seguros de que serían devorados por las criaturas del planeta rojo, invadieron las calles y destruyero­n la ciudad mucho más allá de las posibilida­des de sus enemigos imaginario­s. Cuenta Welles en F de fraude: “Alguien en Sudamérica hizo una imitación de esa transmisió­n y terminó en la cárcel. No debería quejarme. Yo, en cambio, fui a Hollywood.”

Tras el escándalo provocado por la transmisió­n radiofónic­a de La guerra de los mundos, la RKO le ofreció aWelles uno de los contratos más insólitos y millonario­s de la industria del cine. Fascinado como un niño al que le obsequian “el tren eléctrico más grande del mundo”, el cineasta debutante rodó Ciuda

dano Kane, inspirada en la vida íntima del magnate de la prensa William Randolph Hearst. Paradójica­mente, con Ciuda

dano Kane comenzaron los problemas que Orson Welles arrastrarí­a durante toda su vida. Allí se inicia ese baile de espectros, que algunos llamarían “recurrenci­a de estilo”, que felizmente confluye en F de fraude.

Un pastiche con sonrisa

Elmyr de Hory y Clifford Irving se presentan, en F de frau

de, como los álter egos de Orson Welles. Algo similar ocurre con la figura de Howard Hughes: una referencia evidente en sus películas Ciudadano Kane, La dama de Shanghai( 1947) y Mister Arkadin (1955), en la que un magnate que se hace rodear de bellas mujeres conduce su propio avión.

A través del personaje de Hughes, Welles hace explícitas sus meditacion­es sobre la soledad del poder al tiempo que indagaenal­gunos de sus motivos preferidos, tales como el espejo, el doble y la usurpación de la identidad.

F de fraudees un pastiche gobernado por unos personajes que señalan, siempre con una sonrisa burlona en los labios, las dificultad­es que usualmente enfrentamo­s para distinguir entre la realidad y sus simulacros, entre la ley y la infracción de la ley.

F de fraude es un ensayo concebido como la forma ideal de enseñar ¿qué es el cine?, con el cine. El teórico francés André Bazin sugería que el cine es “un fenómeno que amalgama ficciones, abstraccio­nes, convencion­es y fragmentos de auténtica realidad”. Esa es una de las mejores definicion­es que podríamos proponer a propósito del penúltimo largometra­je dirigido por Orson Welles; una clase magistral que se inicia, muy significat­ivamente, como una de las primeras películas de los hermanos Lumière: en los andenes concurrido­s de una estación de tren.

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Una de las escenas de la película de 1973. CORTESÍA DE PREÁMBULO.

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