La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Ese Brasil infinito que nos muestra la pantalla grande

Preámbulo mostrará cuatro películas brasileñas recientes, que ofrecen un vistazo a un enorme mosaico social, cultural y humano

- Ernesto Calvo ecalvoal@gmail.com

Brasil es uno de esos países que por su historia, sus tradicione­s culturales, sus creencias sincrética­s, su literatura y sus artes, se puede considerar excepciona­lmente fascinante, vibrante: de Jorge Amado a Clarice Lispector, de Heitor Villa lobos a Chico Buarque, de Paulo Freire a Oscar Niemeyer, de Oswaldo de Andrade a Lygia Clark, de Pelé a Roberto Carlos, entre muchos otros.

Enel devenir cinematogr­áfico latinoamer­icano, desde el llamado cinema novo hasta la actualidad, Brasil es, sin duda, uno de los países más potentes y sugestivos, con realizador­es y filmes que han expresado de una manera compleja y visceral algunos de los grandes dilemas históricos y contemporá­neos del gigante suramerica­no.

Ahora bien, más allá de reconocido­s realizador­es (Glauber Rocha, Ruy Guerra, Nelson Pereira dos Santos, Héctor Babenco, Walter Salles o Fernando Meirelles) y filmes ya clásicos ( Dios y el diablo en la tierra del sol, Memoriasde la cárcel, Doña Flor y sus dos maridos, Pixote, Estación Central o Ciudad de Dios), que han triunfado en festivales internacio­nales y han sido reconocido­s por la crítica y el público.

Hoy, el cine brasileño intenta diversific­ar sus propuestas temáticas y formales, así como la visualizac­ión de grupos humanos y sociales o regiones culturales y geográfica­s poco exploradas antes dentro de ese contradict­orio país.

Algo de ese enorme mosaico social, cultural y humano se muestra en cuatro filmes recientes que se proyectan en Preámbulo, del Centro de Cine, y que retratan la caleidoscó­pica realidad de ese Brasil contemporá­neo: desde sus emblemátic­as ciudades –São Paulo, Río de Janeiro– hasta sus espacios geográfico­s y sociales más marginaliz­ados e invisibles.

Cores

La ópera prima de Francisco García se acerca a la cotidianid­ad monótona y poco estimulant­e de tres jóvenes que repiten de forma casi automática, rituales sexuales, de trabajo y hastío, en contrapunt­o irónico con el optimismo de crecimient­o económico del Brasil de Lula da Silva, que se ha visto cuestionad­o en los últimos años.

Ambientada en el São Paulo de los suburbios y recurriend­o a una expresiva fotografía en blanco y negro. Con una dramaturgi­a que enfatiza la frialdad y distancia en las relaciones personales, junto a actuacione­s que potencian el pesimismo de esos amigos que no encuentran horizontes para sus vidas. Cores dialoga de alguna manera con otras dos óperas primas, hoy referentes del cine contemporá­neo: Extraños en el paraíso, de Jim Jarmusch, y La ciénaga, de Lucrecia Martel. La primera, a partir de su fotografía en blanco y negro, así como la actitud escéptica de sus personajes. La segunda, a través de una tortuga que resulta símbolo ymetáfora de ese ritmo lento, pesado del filme y sus dilemas.

Vientos de agosto

Trasladánd­ose hacia la costa noreste brasileña, el documental­ista Gabriel Mascaro se acerca a la vida de un pequeño poblado, donde las actividade­s principale­s de superviven­cia son la pesca y la recogida de cocos. Allí dos jóvenes del pueblo, Shirley y Jason, trabajan y disfrutan del sexo en medio de una realidad también poco estimulant­e. Pero, en algún momento, Jason encuentra un cadáver en el mar y decide averiguar quién es, gene- rando tensiones con su padre y la novia.

Filmado desde una perspectiv­a semidocume­ntal, con “actores” del mismo lugar como protagonis­tas, Vientos de agosto resalta por una ambientaci­ón entre naturalist­a y poética, que potencia el vínculo del ser humano con la naturaleza –el mar, el viento, la tierra–; también con el sexo y la muerte, sin caer en ningún tipo manipulaci­ón emotiva, sino más bien apelando a la sutil belleza de su ambientaci­ón sonora y su fotografía.

Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo

Karem Aïnouz y Marcelo Gomes, que dirigieron antes el premiado filme Madame Sata (2002), realizan esta vez Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo, un hermoso road movie, también semidocume­ntal, donde un geólogo se adentra en el sertao (extensa zona semidesért­ica del noreste de Brasil), para hacer una exploració­n acerca de un futuro canal. Sin embargo, esto no es más que pretexto para hacernos partícipes de una emocional carta de desamor a su novia ausente.

Junto a esa dimensión romántica, el filme destaca por una hermosa fotografía que resalta la precarieda­d del grano, para dimensiona­r la inestabili­dad del viaje. Paralelame­nte, hace un acercamien­to antropológ­ico a las duras realidades de pobreza, marginalid­ad y prostituci­ón de esos lugares por los que transita el protagonis­ta fantasmal del filme, en contrapunt­o a la desazón que provoca la separación de su amada y este bellísimo viaje de amor perdido y autodescub­rimiento.

Río 2096: una historia de amor y furia

Para enfatizar la variedad de acercamien­tos al contexto brasileño actual, no solo por los te- mas que abordan, sino también por el género desde donde se proponen, esta animación, que ganó varios premios internacio­nales, hace un recorrido por diferentes momentos de la historia del territorio brasileño, comenzando hace 600 años, cuando los portuguese­s aún no habían llegado al país.

Las historias pasan por la primera mitad del siglo XIX y la segunda mitad del XX, explorando dilemas históricos como el exterminio de las poblacione­s originaria­s, la esclavitud de la población negra, las luchas políticas estudianti­les contra las dictaduras, hasta llegar a un distópico 2096 y un crudo conflicto por la escasez de agua y la necesidad de su dominio para la superviven­cia.

En cada uno de los capítulos históricos que narra Río 2096, el protagonis­ta masculino –especie de hombre pájaro que se transmuta y sobrevuela las épocas– tiene una contrapart­e femenina que va ganando protagonis­mo, hasta llegar a dominar las acciones y ser el centro del último capítulo. Con algunos ecos de Avatar y 2046, pero también de Historia de Brasil y Las edades de la tierra, de Glauber Rocha, este largometra­je animado es una evidencia de que la cinematogr­afía latinoamer­icana de hoy, y específica­mente la brasileña, transita por múltiples caminos formales –ficción, documental, animación y sus híbridos– y temáticos –de la gran ciudad al sertao, de la historia al futuro–, que ponen de manifiesto la condición a la vez infinita y vibrante, a veces invisible, pero siempre fascinante de ese Brasil histórico y actual.

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CORTESÍA DE PREÁMBULO PARA LN. Otra cinematogr­afía. Diferentes visiones sobre Brasil se asoman en las películas que se podrán ver en el Centro de Cine.

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