La Nacion (Costa Rica) - Ancora

LOS CUERPOS DIVINOS DEL ARTE ACADÉMICO

La idealizaci­ón de las formas humanas en el arte académico

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Helena de Troya, hija de Leda y de Zeus transforma­do en cisne y nacida de un huevo, fue la más bella de todas las mujeres del mundo según Homero. Parte humanaypar­te divina, suinsólita belleza fue el detonante de la guerra de Troya.

Al igual que Paris, cuyas acciones también fueron determinan­tes en el conflicto, Helena parece haber sido víctima de los dioses, más que culpable de aquella guerra de diez años.

El relato va más o menos así. En el juicio de Paris inducido por Zeus, Hera, Atenea y Afrodita buscaron persuadir mediante sobornos al príncipe troyano de que cada una era la más bella de entre las deidades del Olimpo. Paris estaba obligado a elegir. La vencedora fue Afrodita, quien le ofreció como recompensa el amor de la mujer más bella del mundo.

De forma voluntaria o involuntar­ia, Helena, entonces esposa del rey espartano Menelao, fue llevada por Paris a Troya. Este rapto (o fuga) desató la guerra, pues los reyes griegos, bajo el mando de Agamenón, viajaron a rescatar a Helena. Gracias al artilugio del caballo de Troya, la guerra acabó con el regreso de Helena a Esparta.

Homero cuestionad­o

Algunas partes del mito homérico fueron debatidas en la Antigüedad. Por ejemplo, el erudito romano Dion Crisóstomo sugirió que, en lugar de ser raptada, Helena nosolo accedió al viaje, sino que fue esposa legítima de Paris.

Sin embargo, ninguno de los antiguos imaginó el cuestionam­iento que el teórico del arte Gian Pietro Bellori haría centenas de años después, en pleno Barroco, en la Italia del siglo XVII.

Bellori, defensor de la teoría clasicista del siglo XVII, redactó un tratado titulado La idea del pintor, del escultor y del arquitecto, escogida de entre las bellezas naturales como superior a lanaturale­za (1664), en el que rechazó la posibilida­d de que la belleza de Helena hubiese sido absoluta. Por más que fuera hija de Zeus, también erauna mujer de carne y hueso, por lo que debía tener “defectos y censuras” como cualquier ser terrenal.

La única razón por la que la belleza humana hubiera podido desatar una guerra como la de Troya, argumentó, era que, en lugar de una mujer, el objeto del rapto y del largo rescate hubiese sido una escultura.

Representa­ción ideal de la belleza

La impugnació­n de Bellori no fue gratuita. Con este y otros ejemplos manipulado­s igualmente en su favor, buscaba dar crédito a la teoría artística clasicista. Según esta, para alcanzar la excelencia artística, era preciso saber representa­r la belleza ideal. La única vía para ello era la observació­n de la naturaleza, ya que no se trataba de una idea implantada mágicament­e en el artista por una gracia divina, ni nada semejante.

El objetivo era formarse en la mente “un ejemplo de belleza superior”, un concepto universal de belleza a partir del análisis de los fenómenos particular­es. Con este modelo, el artista podría “corregir la naturaleza” para crear las mejores obras de arte.

Si se alejaba de la contemplac­ión del mundo natural, caería en fantasías inaceptabl­es, falta cometida por los manierista­s. Si lo copiaba de forma irreflexiv­a, con sus defectos, sin selecciona­r lo más sublime, como Caravaggio, era igualmente desdeñable. Había que encontrar un justo medio entre ambos extremos.

De este modo, según Bellori, el concepto universal de lo bello, aunque procedente de la naturaleza, superaba su origen y se convertía en el modelo del arte. Dominar la representa­ción del cuerpo humano bajo estos preceptos era fundamenta­l, porque el género histórico –el más importante de todos los géneros artísticos para el clasicismo– lo demandaba.

El camino corto

Lateoría de Bellori, que tuvo sus antecedent­es en Giovanni Batista Agucchi y en artistas del Renacimien­to como Rafael, Alberti y Vasari, fue adoptada en el siglo XVII por las academias de arte italianas y francesas, y poco después por las alemanas.

En el siglo XVIII, Johann Joachim Winckelman­n, teórico del neoclasici­smo, también hizo eco de aquellas ideas en sus Reflexione­s sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura (1775).

Para Winckelman­n, como para Bellori y sus predecesor­es, en la época moderna el único camino para un gran arte era la imitación de los griegos antiguos. ¿Cómo concordaro­n esto con la idea del estudio de la naturaleza? Fácilmente. Los antiguos tenían un insuperabl­e camino andado a ese respecto. Imitarlos era seguir la vía corta hacia la perfección.

Así, la escultura de la Grecia clásica, conocida en gran medida a través de copias romanas –a falta de originales– constituyó el ideal del arte académico. Allí donde los ejemplos auténticos no estuvieron al alcance para su estudio, se utilizaron copias en yeso, acompañada­s de diversos métodos de enseñanza del dibujo, como el ideado por BernardRom­ain Julien en el siglo XIX.

La academia costarrice­nse

Las teorías clasicista­s están en el trasfondo de la adquisició­n de los conjuntos de vaciados en yeso y láminas litográfic­as que ahora conforman las dos coleccione­s más antiguas de la Universida­d de Costa Rica. Impor-

tadas de Francia, estas llegaron al país en 1897, como recursos didácticos para la Academia Nacional de Bellas Artes, fundada y puesta bajo la dirección del pintor español Tomás Povedano de Arcos ese mismo año.

El Apolo de Belvedere, la Venus de Milo, la Venus Anadiomena, la Diana de Versalles, Hermes atándose la sandalia, los

Luchadores de pancracio, el Laocoontey otros dioses y humanos de la mitología greco-romana encontraro­n cabida en la educación de la nueva institució­n y en el ámbito cultural josefino.

La apertura de la Academia, la compra de dichas coleccione­s, la inauguraci­ón del Teatro Nacional de Costa Rica –también en 1897– y la develación del Monumento Nacional (1895) son algunos ejemplos, entre muchosotro­s, de cómo las artes visuales y la arquitectu­ra académica pasaron a ser parte del imaginario nacional de fines del siglo XIX.

Ahora bien

En ambas coleccione­s se refleja, asimismo, la influencia de movimiento­s posteriore­s como el Romanticis­mo y el Realismo. Además, se nota la disolución de los límites entre los géneros artísticos que estas vertientes habían ocasionado.

Junto con las copias de obras griegas, romanas, renacentis­tas, clasicista­s y neoclasici­stas, también las hay de obras medievales, egipcias, e islámicas, y entre las láminas hay naturaleza­s muertas y paisajes de artistas franceses. Muestras de todo esto se exponen actualment­e en el Museo Calderón Guardia.

La academia costarrice­nse fue una de las últimas fundadas en Latinoamér­ica. Para entonces, la estética normativa clasicista estaba agotada. Faltaba poco para que, con la influencia de nuevas corrientes, en especial el vanguardis­mo, poco les importara ya a los artistas si Helena había sido humana, diosa o escultura.

En el nuevo siglo se fue intensific­ando una amplia respuesta anticlasic­ista y antiacadém­ica. No solo surgieron nuevas aristas de la idea de belleza, sino que muchos abandonaro­n la preocupaci­ón histórica de alcanzar este ideal.

 ?? FOTOGRAFÍA DE REBECA ALPÍZAR. FOTO DE REBECA ALPÍZAR. ?? Adonis, copia romana de un original griego. Pie del padre en el grupo escultóric­o de Laocoonte, de Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, siglo I d. C.
FOTOGRAFÍA DE REBECA ALPÍZAR. FOTO DE REBECA ALPÍZAR. Adonis, copia romana de un original griego. Pie del padre en el grupo escultóric­o de Laocoonte, de Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, siglo I d. C.

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