La Nacion (Costa Rica) - Ancora
ENEMIGO DEL TIEMPO
Luciano Concheiro, ensayista mexicano de 25 años, fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo con su libro Contra el tiempo. En él examina las causa de nuestra sociedad acelerada, y propone como remedio “la filosofía práctica del instante”. Áncora convers
Decir que el tiempo no alcanza se ha convertido en un lugar común. Hay días en que pagaríamos por una pócima que multiplique las horas y así cumplir con todo lo que el trabajo, el estudio, la familia, las aficiones y las relaciones nos piden. Y mientras anhelamos eso, revisamos a cada instante notificaciones en nuestro celular, contestamos mensajes y nos perdemos en los timelinesde Facebook, Twitter o Instagram.
¿Cómo llegamos a esta vida tan acelerada? ¿Podemos hacer algo para remediarlo? De esas preguntas partió el mexicano Luciano Concheiro para escribir Contra el tiempo, con el que resultó finalista del Premio Anagrama de Ensayo el año pasado.
“Antes de escribirlo, hubo unos cuatro años en los que yo mismo me di cuenta de que era hijo y producto de la aceleración, en términos de mi vida personal y de mi historia de vida. Soy un sujeto acelerado, no solo subjetivamente, sino también por lo que he hecho”, reconoce el joven mexicano en entrevista telefónica.
¿Y qué ha hecho Luciano Concheiro (Ciudad de México, 1992)? Entró en a la Universidad Nacional de México (UNAM) a los 16 años, se licenció en Historia a los 19, terminó con honores una maestría en Sociología en Cambridge a los 20, es profesor universitario desde los 22, y hoy, a los 26, es investigador invitado en Harvard, desde donde trabaja en su próximo libro.
En Contra el tiempo –un ensayo de tono casi aforístico–, Concheiro establece que el motor de esta sociedad acelerada está en el afán insaciable del capitalismo por generar cada vez más ganancias en el menor tiempo posible. Cuando el planeta entero se rigió bajo esa consigna, ya no hubo marcha atrás: el envite de la velocidad lo conquistó todo, desde la política hasta nuestra psique.
Para romper con el imperio de la aceleración, Concheiro propone la “filosofía práctica del instante”. No se trata de ir más lento, insiste en su libro, sino de destruir el tiempo a partir del instante: “un parpadeo durante el cual sentimos que los minutos y las horas no transcurren”.
La poesía, la música, el sexo, una parranda o una marcha por las calles pueden ser la fuente de esa experiencia. No hay un manual: cada quien debe encontrar la forma de despertar esos instantes; cada quien debe construir su propia revolución.
Concheiro, una de las voces jóvenes más influyentes del pensamiento mexicano, concedió parte de su tiempo a Áncora para conversar sobre su ensayo. –¿Cómo llegó a ser la aceleración su objeto de estudio?
–Lo primero de todo fue darme cuenta de que yo mismo estaba inmerso, como muchos miembros de mi generación, en los principios y la lógica de la aceleración. Establecí un poco de distancia en cuanto a eso, para comprender cómo nos afecta en la vida diaria, pero también en términos políticos, culturales, y luego intenté dar un paso y analizarlo de manera teórica.
”Así que existe este juego de saberse uno mismo miembro de este fenómeno, pero al mismo tiempo querer analizarlo y explicarlo como un fenómeno que no depende de la vida de uno. No se trata de decir: ‘Bueno, a ver, respira, no estés estresado, no tengas prisas’, porque eso lo que hace es transferir la culpa al individuo. Se trata más bien de explicar cómo es un asunto sistémico, estructural, que nos configura a cada uno de nosotros”. –¿Cuáles son los rasgos esenciales de un sujeto acelerado?
–Creo que uno lo puede encontrar en su vida diaria de manera muy clara, y es esta sensación de que el tiempo no alcanza para nada, de que los días son muy cortos, que tenemos una lista de tareas interminable, que estamos ansiosos, estresados, que tenemos jaquecas, que necesitamos sustancias como el café u otras más duras para responder a las demandas laborales y personales constantemente. También deprimidos, con poca claridad sobre el futuro…
”Esto tiene que ver con la incapacidad de construir una narrativa general de nuestras vidas, y con tener una vida precarizada, de trabajos temporales, de decepción, de imposición de una serie de principios existenciales relacionados con el éxito económico, con el consumo y con la deuda, que para mí, en términos teóricos, es la hipoteca de nuestro futuro. Cuando nos endeudamos, lo cual es cada vez más sencillo pues el sistema mismo lo propicia, lo que estamos haciendo es hipotecando nuestro futuro. El futuro deja de existir porque vivimos para la deuda”.
–Usted plantea que a nivel de subjetividad no existe el futuro, no sabemos hacia dónde vamos. Sin embargo, el futuro es un alimento del capital. El crédito es básicamente confiar en el porvenir, en seguir produciendo
No es que no haya futuro en este tiempo contemporáneo. Lo que sucede es que ya no es el futuro abierto de la modernidad, el futuro del progreso, sino que se parece más a una rueda de hámster: hay mucho movimiento, pero al mismo tiempo no hay desplazamiento.
ganancias, y a esa confianza se le da un valor. ¿Cómo analiza esa contraposición?
–En mi planteamiento yo parto, en términos filosóficos, de la concepción temporal de Heidegger; es decir, para mí no hay un tiempo unitario, sino que siempre que estoy hablando de tiempos, estoy pensando en la articulación de tres: el pasado, el presente y el futuro. Tal vez sería más preciso hablar de visiones del tiempo, o de temporalidades.
”No es que no haya futuro en este tiempo contemporáneo. Lo que sucede es que ya no es el futuro abierto de la modernidad, el futuro del progreso, sino que se parece más a una rueda de hámster, una inmovilidad frenética: hay mucho movimiento, pero al mismo tiempo no hay desplazamiento. ¿Por qué? Porque el principio que rige la articulación de los tres tiempos es la avidez eterna por la ganancia, lo cual es el motor del capitalismo. El capitalismo no so- lo busca generar ganancia, sino generar una ganancia permanente. Un buen capitalista nunca dice ‘hasta aquí’, sino que sigue, sigue y sigue.
”En ese sentido, el futuro acelerado sí existe, pero es un futuro que solo cobra sentido a partir de este principio de la rotación del capital: de invertir para obtener más dinero, y luego no irse de fiesta con los amigos, sino reinvertirlo para obtener más y más. La acumulación y la ganancia se vuelven un fin por sí mismos.
”Ligándolo con el asunto de la subjetividad, en ese sentido es que hay una negación de futuro. Sí existe, pero existe un futuro que a lo que está siendo supeditado es a la ganancia, porque eso es el crédito: una expoliación permanente del sujeto que está trabajando para darle un trozo de lo que genera a alguien más”.
–En el libro, su dictamen se torna muy pesimista. ¿Estamos hablando de un fenómeno irre-