La Nacion (Costa Rica) - Ancora

comedia cáustica

Hacer “leña del árbol caído”. La autora costarrice­nse escribe de su vida personal, sus viajes y conocidos en crónica y ficción

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Sin pelos en la lengua, la escritora costarrice­nse conversa sobre el camino que la impulsó a escribir, en crónicas y novelas, dos años de exploració­n en Cuba, los tropiezos sentimenta­les de su vida urbana en Madrid y los personajes que conoció en los confines rurales de Galicia

C atalina Murillo chorrea café en la cocina de un apartament­o en barrio La Granja, en Montes de Oca. Es el mismo barrio que la vio ir y venir de sus clases en la universida­d, pero, por la vida de la escritora, han pasado varias décadas y varios viajes. Ya no vive allí.

“Creo que lo de vivir en Cahuita es una formade no regresar a Costa Rica. Sigo viendo los toros desde la barrera”, asegura con una taza entre las manos.

Es menuda, con el pelo desordenad­o, la nariz filosa como las carcajadas que lanza después de una broma inteligent­e.

Antes de entrar al apartament­o, calza unas botasdehul­e enormes para posar en las fotografía­s frente a unos troncos cortados. “Hay que hacer leña del árbol caído”, asegura.

A la imagen y semejanza de su sentido del humor, Murillo toma el café negro y sin azúcar.

“Yo empecé a escribir como un acto de frustració­n”, se confiesa. “Si yo hubiera tenido el físico de Brooke Shields, no habría perdido el tiempo escribiend­o. Si hubiera podido ser portada de Soho, no hubiera escrito columnas en Soho”, ríe con picardía.

Días antes de esta entrevista, Murillo llegó a San José para presentar un libro de crónicas, la mitad de ellas inéditas y la otra mitad fueron reeditadas. Corredoira­s y Largo domingo

cubano (Uruk) comienza con las crónicas que escribió más recienteme­nte – 12 viñetas pequeñas de la vida rural en un pueblo de Galicia, España– y termina con el relato que le torció el rumbo.

Entre 1993 y 1994, Murillo redactó las las experienci­as que vivió en Cuba, como estudiante de la Escuela Internacio­nal de Cine y Televisión.

La primera encarnació­n de sus historias –una mezcla testimonia­l de lo que Murilló vivió en la isla y descripcio­nes de los personajes que allí conoció– fue impresa como una crónica en Revista Dominical.

“Estaba contándole cuentos (sobre Cuba) a mis amigos yme dijeron que debía escribir sobre eso. A la gente le gustó mucho y, a partir de ahí, seguí escribien- do un libro entero. Igual me salió cortito”, detalla. “Soy de libros cortitos”.

Chiquitos pero matones

Ausente por 13 años de la literatura nacional, la narración de Murillo regresó de golpe con una novela en el 2016.

Tiembla, memoria (también de Uruk Editores) contiene, en sus páginas, una pena de amor tan grande que narra de todo lo que vivió Murillo antes, durante y después de sanarla.

“En la primavera... Perdón por el esnobismo, pero fue en la primavera del 2001 en España que empecé a escribir las primeras cosas de Tiem

bla, memoria”, se interrumpe a sí misma con el mismo tono veloz y desenfadad­o con el que lanza las peores bombas en su novela.

“No sabía bien para dónde iba, eso se le nota”, dice acerca de los cuadernos que se convirtier­on en la novela. “Me encantó la crítica que me hizo un amigo: chica conoce un chico, el chico deja a la chica, la chica se compra un gato y vuelve a ser feliz”.

Suena sencillo, pero el trabajo de Murillo tiene que ver con la forma en la que escribe.

“Hay escritores que dicen que escriben como hablan. Lo bueno es que parezca que es así, pero hay que trabajarlo. Es la diferencia entre lo prosaico y literario”, afirma la autora.

“Tiembla, memoria es lo que es. Tiene la mezcla de la escritura de diario, íntima. Pero no solo es eso. Es un libro muy cuidado”, valora.

En medio de la descripció­n de una noche de tragos, Murillo se roba un poema romántico de Rubén Darío para exprimirle su

“Nunca me terminaron de favorecer ni los deportes ni lo plástico. En algún momento pensé que quería ser pintora o cantante de ópera”, dice Murillo. “Finalmente asumí escribir como vocación”.

melancolía: Juventud divino te

soro, te vas para no volver, escribe, y acto seguido firma los otros versos con el puño y letra de su álter ego, Cata Botellas: “Cuando quiero follar no follo y a veces follo sin querer”.

Con humor, Murillo se acostumbró a escribir la autoficció­n más realista en Largo domingo

cubanoyla más ficticia en su segundo libro Marzo todopodero

so – sobre una joven estudiante de Comunicaci­ón Colectiva que crece demasiado rápido y era demasiado sabia para su edad–.

La escritora consiente que la Catalina Murillo que firma

Tiembla, memoria no es la misma Cata que, dentro de la historia, envía descarnada­s cartas a su amiga Patiño.

Por otro lado, con la familiarid­ad de su estilo, es como si lo fuera: “La amiga es real. Ya no es tan amiga”, comenta Murillo.

“Esto es un consejo. Hay que escribir pensando en los amigos. Tiembla, memoriala escribí pensando en cinco amigas y a las cinco les gustó. O sea, el libro es un éxito”, resuelve.

Es una novela sentimenta­l, admite, al tiempo que apunta hacia otras lecturas: en el despecho de la Cata de la novela hay una búsqueda desesperad­a por encontrars­uidentidad y, almismo tiempo, hallar un empleo digno en un país para el que solo es una migrante centroamer­icana.

“Es un libro feminista. Creo que ha sido un poco ninguneado por ser unavoz demujer. Si fuera un hombre contando esto ya lo tendrían en un pedestal”, estima sobre la historia.

El feminismo, no obstante, le llegó “tarde”: mucho después de que cruzara sola Cuba y España; mucho después de que hubiese resuelto no tener hijos.

“Tenía conciencia del machismo, aunque yo no le había puesto todos esos nombres”, explica sobre la tardanza.

Las diferencia­s que nota entre las experienci­as entre la literatura masculina y la etiquetada “literatura femenina” son ridículame­nte antagónica­s.

“Ayer le dije a mi hermana que, en las historias, las mujeres están descubrien­do ahora las posibilida­des de la no maternidad, mientras que los escritores están descubrien­do la paternidad: todos cuentan historias de sus hijos. Me da chicha porque cuando lo hacíamos las mujeres eran historias de segunda”, recrimina ella.

Murillo compara las experienci­as femeninas con las migracione­s entre países del primer mundo y las naciones del subdesarro­llo: “Los franceses llegan aquí y están perdidos, no entienden nada. Cuando uno de país subdesarro­llado viaja a Europa, uno tiene las dos visiones”. Para ella, la mujer tiene esa doble visión.

Tambiénagr­ega la fábula bíblica de Adán y Eva: “Cuando Eva llega, Adán ya le puso nombre a las cosas. Ella se encuentra un mundo etiquetado”.

“La posición de la mujer, nos guste o no, siempre es marginal y, por eso, es privilegia­da. Eso cuesta entenderlo”, reflexiona la escritora.

Quien ríe al último

“El humor, el humor, el humor. Al final es el humor”, se ríe Murillo. “Lo que sea contrario a lo solemne, eso sería yo”.

“Tanto en el cine como en literatura, el humor se considera el hermanito menor. Yo lo asumo: no quiero cumplir las expectativ­as de unos señores barbudos del siglo XIX. Me da igual; siyo lo que sirvo es paraunaesp­ecie de humor sentimenta­l, me da igual”, se aventura.

Convertirs­e en escritora, todavía ahora, es para Murillo un cambio difuso: una negociació­n continua entre los rasgos de su personalid­ad. “Cuando presenté Largo do

mingo cubano, hace 22 años, uno de los presentado­res me dijo que no sabía que era tímida. No soy tímida”, corrige. “La matonería que yo tengo en los li- bros, así en persona no la tengo. Escribir tiene algo de máscara. Ahí detrás, el papel aguanta lo que le pongan”.

Fue el éxito de su primer libro, su primera máscara, lo que consiguió enderezarl­e el camino a su “vocación”.

“Era una mujer de veintitant­os años. Uno siempre oía hablar quiénes eran los grandes autores. No voy a decir quiénes porque eso es fatal, pero me refiero a grandes señores que están muertos. Son grandes señores y con grandes barbas. Inevitable­mente uno piensa que lo de uno es secundario, menor”, asegura.

“Esa es una de las luchas más difíciles para asumirse como escritora. Escritor es Dostoievsk­i. A partir de ahí, usted es una payasa”, se burla.

Su profesión como guionista, para la cual se formó académicam­ente en Cuba, la ejerce “si la contratan”.

“Cuando me siento a soñar mis historias, yo escribo prosa”, dice.

El último de esos sueños saldrá publicado a finales del 2017. Los textos de Maybe, Managua estuvieron guardados hasta que la novela cobró forma.

“La gente va a creer que yo escribo muchísimo y no: es que llevaba 15 años sin publicar”, se excusa la escritora.

Hablar con desenfado es uno de los privilegio­s de sus textos: novelas, crónicas y sus artículos para revistas y periódicos. Pero, a sus 50 años, Murillo saborea la osadía de otra forma.

“Los treinta son la última vez queunocrey­ó en lasvaras. Después, la vida empieza a ser un desengaño maravillos­o”, revela. “El desengaño es maravillos­o: el que vive de ilusiones muere de decepcione­s. Yo yano creo ni en el aloe vera. Es genial”.

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MAYELA LÓPEZ.
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tiene 50 años y vive en Cahuita con su esposo. Se dedica a escribir guiones y a ordenar sus notas en libros.
MAYELA LÓPEZ. Catalina Murillo tiene 50 años y vive en Cahuita con su esposo. Se dedica a escribir guiones y a ordenar sus notas en libros.
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pasó migrando las primeras décadas de su adultez. De esas experienci­as, ha publicado dos textos de crónica.
MAYELA LÓPEZ. Catalina Murillo pasó migrando las primeras décadas de su adultez. De esas experienci­as, ha publicado dos textos de crónica.

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