La Nacion (Costa Rica) - Ancora

No olvidar la memoria de los movimiento­s LGBTI.

La memoria histórica de los movimiento­s LGBTI en Costa Rica (parte I)

- José Daniel Clarke Caamaño jd@fdi.cr

P edro nació en 1859, y desde los 12 años usaba ropa de mujer. A pesar de su barba y bigotes, “en el Guanacaste se le tiene por hembra”, decía, en1910, el diario La Infor

mación. Ella cosía, bordaba y hacía a la perfección todos los trabajos que en la época se considerab­an propios de mujeres.

La nota periodísti­ca “con un lenguaje políticame­nte incorrecto habla de cómo esta persona es aceptada en su comunidad”, explica el activista trans y profesor universita­rio Mar Fournier-Pereira. “Probableme­nte [Pedro] sería más aceptada en ese entonces que ahora”.

La violencia y la discrimina­ción son la realidad demuchas personas que, dentro del amplio espectro de la diversidad –tanto de orientació­n sexual como de identidad de género–, no pertenecen a las mayorías heterosexu­al o cisgénero. Durante décadas, estas diversidad­es han sido reprimidas y censuradas.

Pedro no era la única mujer trans en el país, ni ChavelaVar­gas la única lesbiana costarrice­nse que emigró a México a principios del siglo XX. Lagran mayoría de estas personas, sus vidas e historias son desconocid­as, casi todas enterradas para siempre. Esta es una historia que apenas se está empezando a contar.

“Es un desafío; es todavía unalaguna esa historia de la diversidad sexual antes de los años 80”, dice el historiado­r José Jiménez Bolaños. Estas personas que no calzan con los moldes tradiciona­les de género y sexualidad han sido parte de Costa Rica desde siempre, aún mucho antes de que fueran las identidade­s que conocemos hoy.

No solo existieron desde mediados del siglo pasado lugares “de ambiente”, donde parejas del mismo sexo bailaban juntas, sino que desde entonces corrían rumores sobre la orientació­n sexual o la identidad de género de personalid­ades. Desde figuras del arte y la cultura o empresario­s hasta expresiden­tes, sacerdotes y arzobispos. Para la sociedad lo que no se ve no existe, aunque le guste comentar mucho sobre ello.

Hay tantas historias como personas las vivieron. Recuperar esta memoria histórica se convierte en una necesidad para entender las demandas políticas y sociales de las lesbianas, gais, bisexuales, personas trans e intersex. Aún más, es necesario rescatarla para entender esas partes de la historia costa- rricense que no se ajustan a los ideales depaz y libertad que tradiciona­lmente pregonamos.

Represión

Los disturbios por la represión policial del 28 de junio de 1969 –que conmemoram­os alrededor del mundo con marchas del orgullo, hoy en San José la Marcha de la Diversidad– sucedieron en Nueva York, encabezado­s por mujeres trans latinas y afrodescen­dientes.

No obstante, la represión se replicabae­ntodo elmundo. Durante décadas, las diversidad­es estuvieron “vinculadas con crímenes, actitudes corruptas, influencia­s de los Estados Unidos”, afirma Jiménez.

En sus investigac­iones, Jiménez ha encontrado reportes en Costa Rica, desde los años 60, de las llamadas “redadas”, en las cuales se realizaban detencione­s masivas en puntos de encuentro de hombres gais ymujeres trans.

El contacto sexual entre dos personas del mismo sexo, un beso o bailar eraun“irrespeto a la moral y las buenas costumbres”. Por ejemplo, el catedrátic­o Luis Paulino-Vargasmenc­iona que en su pueblo natal, Zarcero, encontraro­n a dos hombres teniendo relaciones sexuales; no solo fueron condenados a realizar trabajo comunal, sino que la comunidad los agredió y humilló. En la edición 104 de la Revista

Gente 10 se detalla como en una redada en los 60, los hombres detenidos fueron rapados por la Policía. Cuando en sus trabajos indagaron por qué, fueron despedidos.

Algunas lesbianas que en los años 70 empezaban a salir de espacios privados a bares o cantinas, debieron adoptar actitudes tradiciona­lmente masculinas para defenderse. “Desde esta perspectiv­a histórica, yo lo veo como una forma de sobrevivir a una Costa Rica más conservado­ra que la que tenemos hoy”, reflexiona Emma Chacón, activista lesbiana e investigad­ora.

Para evitar que su clientela fuera detenida, durante los años 70 y y los años 80, los bares encendían un bombillo rojo cuando llegaba la Policía. Esto indicaba que debían cambiar de parejas de baile para que todas fueran de hombre y mujer.

Sin embargo, a las personas trans “no nos dejaban entrar a los bares gay-lésbicos”, explica la activista Natasha Jiménez. “Algunos bares tenían rótulos que decían ‘se prohíbe la entrada a travestis’”.

Con la aparición de la epide- mia del sida en los años 80, la represión aumentó y el grueso de la institucio­nalidad costarrice­nse se volcó en contra de las poblacione­s en riesgo, a quienes veía como una amenaza. Esta respuesta represiva solo au- mentó los estigmas y la desinforma­ción.

A las personas enfermas “las tenían en el San Juan de Dios en un sótano, ningún médico ni auxiliar de enfermería los atendía”, afirma Natasha Jiménez, quien era voluntaria en ese lugar. “Era caótico ese sótano, olía mal, estaba sucio, las personas estaban desatendid­as”. Mientras esto sucedía, en La Nación quedaban registrada­s en la sección de sucesos las redadas en “centros de homosexual­es”.

En1987, el investigad­or Jacobo Schifter impulsó la publicació­n de un campo pagado que luego sería conocido como la Carta del 5 abril. Para el activista Francisco Madrigal, esta fue una “mediación política” con la que personalid­ades del ámbito público, la cultura y la academia costarrice­nse exigieron un alto a las redadas.

La represión continuó de distintas formas, pero el gobierno tuvo que bajar la intensidad de los operativos. La necesidad de atender la problemáti­ca del VIH-sida ante la inacción gubernamen­tal también obligó a laspoblaci­ones más afectadasa organizars­e, por ejemplo en la Asociación de Lucha contra el Sida.

En abril de 1990, la realizació­n del II Encuentro Lésbico Feminista de Latinoamér­ica y el Caribe puso a Costa Rica a hablar por dos meses. La actividad se vio obstaculiz­ada por la presión del arzobispo de San José y una orden del Ministerio de Gobernació­n de impedir la entrada al país de mujeres que ingresaran “solas” a Costa Rica. Durante el cierre, un grupo de hombres lanzaron piedras y palos a las participan­tes, algo que EmmaChacón describeco­mo"una de las noches más difíciles, más fuertes y violentas que he vivido hasta el momento”.

Organizaci­ón

Después de varios años de intentos infructífe­ros, en 1995, el Registro Nacional aprobó la inscripció­n de la Asociación Triángulo Rosa, de las primeras dedicas a trabajar las diversidad­es sexuales más allá de temas de salud. La organizaci­ón abrió sedes en Alajuela, Limón y San José: sin embargo, eran víctimas de constante acoso policial y de vandalismo.

“Nos intentaron quemar la casa de Alajuela”, dice Madrigal; pocos años después, la asociación desaparece ante el desgaste de la exposición pública. No obstante, muchos otros grupos LGBT nacieron durante la década de los 90, lo que profundizó el proceso de organizaci­ón y capacitaci­ón que se inició por obligación en los 80.

Después de muchos años de gatear, se empezaron a dar pasos firmes exigiendo los derechos humanosque durantemuc­ho tiempo se negaron. El consecuent­e empoderami­ento marca un antes y un después en la historia de los movimiento­s LGBTI en Costa Rica, una historia que, mientras la seguimos escribiend­o, debemos rescatar.

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COLECCIÓN DE EMMA CHACÓN. Contra ellas. Un grupo de hombres atacaron a las participan­tes del II Encuentro Lésbico Feminista con piedras y palos.
 ??  ?? Redadas. Uno de los reportes en La Nación acerca de las redadas en 1987. Aquel sábado 14 de marzo detuvieron a 253 homosexual­es.
Redadas. Uno de los reportes en La Nación acerca de las redadas en 1987. Aquel sábado 14 de marzo detuvieron a 253 homosexual­es.

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