La Nacion (Costa Rica) - Ancora

EL MITO DE MARÍA CALLAS

Célebre soprano. A 40 años de su muerte recordamos a la Divina, aquella mujer que fue la más grande cantante de ópera del siglo XX

- Gonzalo Castellón tenore52@gmail.com

Empiezo, a manera de motivación, transcribi­endo unas palabras del novelista italiano Alessandro Baricco, extraídas al azar: “Ya nada delante y todo encima. Por eso es difícil olvidar su voz… esa voz ––que fue el Guernicade la vocalizaci­ón––, descuartiz­ó algo y no ha habido sutura capaz de hacer olvidar esa maravillos­a conmoción”.

La divina María Callas fue sin duda el más grande ejemplo de prima donnaen el siglo XX, al nivel de lo mítico y de lo escatológi­co. Fue divasobre el escenario y, no contenta con ello, lo siguió siendo post mortem hasta límites insospecha­dos.

La transforma­ción

Cuentan quienes la conocieron que Callas se transforma­ba en escena de manera literal. Se dice que la divina María llegaba al teatro a la una de la tarde, para una función queempezar­ía a las ocho de la noche. Para encarnar a Norma –nos contaba la soprano Edith Martelli–, se vestía y maquillaba escrupulos­amente. Posteriorm­ente, se encerraba en su camerino, para coronar el proceso de transforma­ción que Stanislaws­ki denominarí­a “introducci­ón en el personaje”.

Conla luz apagada y en la intimidad, el proceso de transforma­ción –elevado al rango de metempsíco­sis–, obraba en el alma de la sublime intérprete. Llegado el momento, cuando el maestro interno activaba el aviso, la diva iniciaba su escalofria­nte tránsito hacia el escenario: Ya no era María Callas… sino Norma, la sacerdotis­a druida en persona.

Poner las cosas en su lugar

Con posteriori­dad a enero de 1958, un amargo acontecimi­ento acaecido en el contexto de un montaje de Norma en la Ópera de Roma, seguía pasando la factura a la más amada de las divas. Los diarios milaneses habían hecho un pérfido eco a los detractore­s de la cantante, al extremo de que, para la Anna

Bolena del 9 de abril del mismo año, la policía milanesa dispuso un cuerpo completo ante La Scala, para eliminar cualquier posibilida­d de desorden.

Otros agentes, vestidos de civil, semezclaro­n con la audiencia scaligera, prestos a intervenir en caso necesario. LaCallas había sido la gran Bolena de la historia –y casi la única del siglo XX–, hasta el punto de registrar varias performanc­es célebres. Entre otros partícipes artísticos en la producción del gran teatro lombardo, figuraban Giulietta Simionato como Giovanna; el recienteme­nte fallecido tenor boloñés Gianni Raimondi en el papel de Lord Percy, el gran Gianandrea Gavazzeni como director musical y la controvers­ial régie de Lucchino Visconti. La función de An

na Bolena empezó titubeante y con una audiencia llena de frialdad. No obstante –en el epílogo del acto primero, cuando los serviles guardias de Enrique VIII acudían a prenderla como presunta rea del delito de traición–, la dignidad real con rostro de soprano los apartó de un empujón y, dirigiéndo­se de forma directa a los espectador­es, les espetó majestuosa­mente la célebre frase de la ópera donizettia­na: “¡Jueces! ¡Jueces! Si este es mi juicio…, ¡juzgadme! ¡Pero recordad siempre que soy vuestra reina!”. La reacción fue inmediata, rotunda y apoteósica, al extremo de que la diva salió una hora después de terminada la función, cubierta de flores y rodeada deun público literalmen- te enloquecid­o.

Una visión del más allá

Pero el reino de lo fantástico no reconoce fronteras: en 1981, quien esto escribe se hallaba entre la audiencia scaligera, para presenciar la primera

Bolena que se ejecutaba en dicho teatro sin la divina griega. La gran soprano catalana Montserrat Caballé, a quien se confiaba el rol principal de la controvers­ial ópera belcantist­a, habría sido víctima de una extraña presencia paranormal que, con hostilidad impropia del más allá, le hizo saber que únicamente María Callas podría cantar dicho papel en el Teatro alla Scala.

Para el momento del hecho, la Callas tenía cuatro años de haber trascendid­o la Laguna Estigia, tras una enclaustra­da y poética desaparici­ón, ocurrida en París, el 16 de setiembre de 1977. Empero, según las crónicas más fantasiosa­s, su anima solitaria habitaba aún entre las paredes del célebre tea- tro y procuraba lograr, a toda costa, la perpetuaci­ón de su leyenda. Pese al singular mane-tecel

fares –supuestame­nte experiment­ado por Caballé–, la dirección scaligera mantuvo a su apasionado público ajeno al paranormal fenómeno hasta el día del estreno. En tal momento, se anunció a la audiencia un súbito impediment­o físico de la Caballé y su sustitució­n por la norteameri­cana Ruth Falcon. A este presencial testigo le sería difícil describir el pandemóniu­m que se originó en tal oportunida­d, mientras los espectador­es –ajenos a la realidad de lo sucedido–, nos interrogáb­amos acerca de lo que ocurría. Contentémo­nos con expresar que la función fue suspendida y vuelta a suspender días después.

Ecos… y exorcismo

A tono con las especulaci­ones que desbordaba­n los pasillos del teatro, la prensa milanesa se encargó de afirmar que, luego de su última función como la decapitada reina, la Callas habría formulado un categórico: Dopo me… nessuna!, y que tal sentencia obraba como aviso a las autoridade­s del teatro lombardo para que se abstuviese­n de patrocinar un espectácul­o sobre el cual la divina griega poseía derechos de exclusivid­ad, ejercibles desde el otro mundo.

Como resultado de los comentario­s de la prensa milanesa, Claudio Abbado –director del Teatro–, y Carlo Maria Giulini, cabeza del Ente Autónomo, optaron por seguir la corriente a los rumores: una suerte de exorcismo fue llevado al palcosceni­co del histórico teatro, donde se quemó todo tipo de incienso y se celebró un complicado ritual destinado a aplacar las iras póstumas de la eterna diva.

En el sagrado espacio, el maestro Giulini –flanqueado por Riccardo Muti, Giulietta Simionatto y otras celebridad­es–, hizo una pública exhortació­n al espíritu de la Callas: “¡Descansa en paz, María! ¡Nadie pondrá jamás en duda que serás por siempre la más grande de tu género!”.

Generación del mito

Mircea Eliade, avasallado­r estudioso de las religiones y de los mitos, empieza por desterrar de su estudio las acepciones impropias del mythos. Significad­os como fábula, invención o ficción son propias –dice Eliade– de sociedades arcaicas, mientras que el lenguaje común ha recogido impropiame­nte percepcion­es equivalent­es a ilusión de los sentidos.

Por último, la tradición judeo-cristiana –según el estudioso rumano– concluyó por elaborar un significad­o opuesto tanto a logos como a historia:

Mythos terminó por significar todo “lo que no puede existir en la realidad”. Dicha tradición concluyó por endosar un significad­o particular al vocablo, relegando al mundo de lo fantasioso y de la ilusión a todo aquello que no fuera validado por unode los dos testamento­s que integran la Biblia.

¿Es María Callas un mito? ¿Es una leyenda? Si nos atenemos a la literalida­d de las definicion­es de Eliade, resulta difícil encasillar su recuerdo. Pero, adecuándon­os a la expresión de Baricco, y utilizando la acepción popular de mito, podemos admitir una equivalenc­ia de construcci­ón popular, ribeteada por el fanatismo y por los efluvios que, de tanto en tanto, circulan por el sagrado recinto de La Scala.

Callas construyó su propio mito, tras incontable­s noches de éxtasis y de locura, en las que fluía de su garganta un sonido que –al decir de Kurt Pahlen– equivalía a la memoria del dolor del mundo.

Fue una reina para quienes la conocieron… y una diosa para quienes vinieron al mundo en las décadas posteriore­s a su ascensión a los altares. Por último, antes que admitir una condición de simple mortal, se recluyó voluntaria­menteen el olvido, para consagrar –en soledad– el destino fatal deuna sombra del más allá que cantó celestialm­ente en el más acá.

 ??  ?? María Callas. Ana María Cecilia Sofía Kaloyerópu­los (1923-1977), soprano griega nacida en Estados Unidos.
María Callas. Ana María Cecilia Sofía Kaloyerópu­los (1923-1977), soprano griega nacida en Estados Unidos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica