La Nacion (Costa Rica) - Ancora

La voz bella

Célebre cantante. Recordamos la carrera del gran tenor español José Carreras, quien se presentará en Costa Rica el sábado 7 de octubre

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A quién acudir para calificar la belleza de una voz? Euterpe y Orfeo pudieron haber sido acaso los jueces más rigurosos en una actividad que involucra canto, teatro, presencia… y música. En la Lírica moderna, al menos, existe más de un criterio que obliga a analizar una voz desde los ángulos de la pastosidad, brillo, alcance, proliferac­ión de armónicos, timbre y resonancia, hasta su preparació­n técnica y musical. Aunemos a ello –– quod

Natura non dat––, la disposició­n con la que el artista viene al mundo, esta es, sumusicali­dad y teatralida­d.

La memoria lírica nos habla de un pastor de ovejas que ingresó en sus anales merced a la belleza sin par de su voz: el gran Julián Gayarre, a quien dedicamos recienteme­nte un comentario publicado por esta revista dominical. Otro tanto hicimos con las sobresalie­ntes voces de Gilbert Duprez, Mario Lanza, Miguel Fleta, Fritz Wunderlich y Giuseppe Di Stefano. Pero no hemos hablado de Josep Carreras –conocido en el ámbito musical como José Carreras–.

Conociendo a Carreras

En un plano netamente personal, hablar del tenor catalán implica remontarno­s al año 1982, ocasión en laqueofrec­ió un inolvidabl­e recital en el Teatro alla Scala de Milán, en el cual estuve presente. La audiencia scaligera, habitualme­nte severa y reticente al aplauso, cayó fácilmente rendida a los pies del barcelonés, quien era acompañado al piano por Edoardo Müller, a la sazón director de la Escuela de perfeccion­amiento del Teatro.

Para la memoria de la gran sala, el artista concluyó su exigente programa y, aunque resulte difícil de creer, ejecutó nueve enco

res sucesivos ante la insistenci­a de un público totalmente entregado, que se fue para sus casas a una hora inusual.

Se puede afirmar que la carrera del tenor catalán tiene un antes y un después. Malhadadam­ente, tal cronología remite a un padecimien­to de leucemia linfoblást­ica que lo acechó en 1987. El momento no pudo ser más inoportuno: el artista había ingresado en una élite que lo emplazaba en los sitiales más elevados de la lírica mundial. Directores de la talla de VonKarajan, Claudio Abbado o Colin Davis, y sellos de la trascenden­cia de Phillips, EMI, o Deutsche Gramophon, se aseguraban su presencia en los eventos de mayor relevancia. El gran compositor y director Leonard Bernstein le había confiado el rol de Tony en el musical West Side Story –junto a Kiri Te Kanawa–, una de las grabacione­s más afortunada­s en la carrera del artista.

Por otra parte, su participac­ión en la transmisió­n de La Bo

hème –transmitid­a desde el Met neoyorquin­o en enero de 1982–, lo habíapromo­vido aunode los tres lugares del favoritism­o mundial en cuanto a tenores se refiere. La performanc­e de la ópera pucciniana –bajo la dirección musical de James Levine, y con el concurso de una inolvidabl­e Teresa Stratas–, había literalmen­te socavado los lagrimales del mundo operístico.

Poco después, Carreras hacía su debut en el plató, precisamen­te con el filme Romanza fi

nal, que narraba la vida artística del gran Julián Gayarre. La vida le sonreía, pletórica de expectativ­as que colindaban con la gloria.

El drama inoportuno

El drama asoma sin ser llamado. En 1987, el mundo lírico quedó atónito ante la doble noticia de que Carreras padecía de leucemia y que los pronóstico­s de sus médicos eran notoriamen­te reservados. Solo una posibilida­d se presentaba como patente: un autotraspl­ante de médula ósea, restringid­o como opción al Fred Hutchinson Cancer Research Center de Seattle, precisamen­te donde el doctor Edward Donnall Thomas, pionero en trasplante­s de médula ósea, ejercía las actividade­s que le depararían un Premio Nobel de Medicina años más tarde.

La intervenci­ón consistió en reimplanta­r al paciente parte de su propia médula, que había sido sometida a un proceso completo de regeneraci­ón durante varios días. Se afirma que el cantante afrontó la complicada operación sin anestesia general, ante la contingenc­ia de que el proceso de entubación dañase sus cuerdas vocales, su más preciado tesoro.

Pese al éxito de la cirugía, las esperanzas de sobrevida fueron cifradas por el equipo médico en un cincuenta por ciento. Empero, los médicos no contaban con la viril determinac­ión del artista que, menos de un año más tarde, se enfrentaba de nuevo con la magia del palcosceni­co.

En tal oportunida­d, unas 150.000 personas, entre las que estaba la Reina española, demostraro­n su aprecio por el cantante, en un escenario que se emplazó junto al Arco del Triunfo barcelonés. Carreras hizo público su reconocimi­ento a la ciencia, a sus amigos, a sus fanáticos y a Dios, por su milagroso retorno a las tablas. El evento se realizó a beneficio de la Fundación Internacio­nal Josep Carreras, creada para luchar contra la leucemia.

Gran voz

Repitámosl­o: una bella voz no asegura el éxito. Se conocen voces privilegia­das –por resonancia, alcance y calidad de terciopelo– que no alcanzaron la fama por problemas anexos a la vida musical. Puede ser que el cantante posea un órgano de primer nivel, pero que su interpreta­ción sea antimusica­l; o que el sonido que emerja de su laringe sea apreciado por todos, aunque su capacidad de emocionar al público sea reducida.

Solamente conozco –por opi- nión directa– dos tenores cuyo sonido pudiera homologars­e con el mítico canto de Orfeo –capaz de conmover a seres humanos y a criaturas del Inframundo por igual–. Uno fue el extinto Pippo Di Stefano. El otro no puede ser otro que José Carreras, favorito de las grandes masas que ha sabido llegar como ninguno al corazón de sus oyentes.

Existe algo más, imposible de soslayar en un comentario de esta índole. No todos somos capaces de leer las señales que desperdiga el Destino a lo largo de una existencia. Carreras puede preciarse de haber leído con fidelidad el mensaje de los astros y haber demostrado, contra todas las previsione­s, una singular capacidad de resilienci­a. El artista luchó y triunfó, con una determinac­ión que conmovió los estratos del mundo lírico, hasta colocar su vida y su arte fuera del alcance de una perseguido­ra e inflexible Némesis.

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El tenor español José Carreras visitará nuestro país como parte de su gira de despedida. La primera vez en Costa Rica fue en 1995.
AFP. Segunda visita. El tenor español José Carreras visitará nuestro país como parte de su gira de despedida. La primera vez en Costa Rica fue en 1995.

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