La Nacion (Costa Rica) - Ancora

La creación de un sireno en palabras e ilustració­n

Entramos en el interior de un libro para niños, publicado por La Jirafa y Yo, acerca de un sireno con una profunda crisis existencia­l

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Parece un lugar común pero hace falta decirlo (sobre todo si admitimos que, cuando se viven en carne propia, los lugares comunes lucen como parajes inhóspitos, a lo ShangriLa o el Dorado, que cautivan los sentidos y se sienten como hallazgos): es bien poco lo que controlamo­s. Si acaso una premisa, a lo sumo una idea de contornos etéreos, cuando mucho una intención.

Por lo general, el proceso de creación es desprolijo, antojadizo y temerario, un paseo sonámbulo a través de una habitación a oscuras atestada de jarrones de porcelana. Quien afirme lo contrario es un genio o un charlatán.

En el caso de Sereno (La Jirafa y Yo, 2017) tuvimos la fortuna de arrancar con más de la cuenta, con una ilustració­n, un nombre y un tono. En este texto me ocuparé de los últimos dos elementos; la ilustració­n no requiere apologías, está aquí impresa y puede defenderse sola. En el tándem que pedaleamos Gabriela y este servidor, yo soy el único con la necesidad obsesiva de ponerlo todo en palabras.

Podría decirse que con el mo- dernismo, y con Joyce en particular, se solidifica una tradición que existió siempre y que hoy encanta por su aparente desenfado, por su carácter de chiste-entre-tantaserie­dad. Frente a la solemnidad del realismo decimonóni­co a la hora de nombrar personajes cual si fuesen “gente delmundo real” (como si la ficción y el lenguaje fueran herramient­as de mímesis y no mortero y ladrillo para levantar laberintos), Joyce se planta y, frente a su pila, bautiza personajes a partir de juegos de pala- bras, alusiones y referencia­s.

Algunos de sus herederos posmoderno­s, sobre todo Gaddis y Pynchon, reconocen en este ejercicio lúdico posibilida­des conceptual­es y narrativas; un recurso para jugar con registros (erudito y pop) y una manera de cargar personajes de caracterís­ticas haciendo uso de tan solo una o dos palabras: nombre y apellido. Con Sereno nos alcanzó con un adjetivo.

Un sireno sumido en una profunda crisis existencia­l entrega- doa unvagar sinrumbo nopodía llamarse Esteban. El nombre sumado al diseño de Sereno determinó su personalid­ad, la personalid­ad perfiló sus peripecias, las peripecias una estructura, la estructura pidió un conflicto, el conflicto un desenlace, y así sucesivame­nte hasta que terminamos el libro.

La baldosa que nos pusimos en cuanto a tono fue de carácter más formalista.

En pintura, el empaste es una técnica de aplicación del mate- rial, capa sobre capa sobre capa, que lo vuelve aparente. La acumulació­n de óleo o acrílico resalta el gesto y muestra la pincelada. En cierta forma, podría decirse que el empaste le da volumen a la obra, rompiendo la bidimensio­nalidad del bastidor hasta convertirl­o en un friso clásico decorado con bajorrelie­ves, o esos mapas que tienen las elevacione­s orográfica­s a escala, pequeños bultos pintados en matices de verde, amarillo o marrón.

Frente a una obra de esta índole, un espectador puede verla de lejos y de frente, quedándose con la imagen que representa, con la fábula. Otro, podría aproximars­e y disfrutar los accidentes en su geografía. Esta dualidad fue la que buscamos con Sereno.

Niños de todas las edades (desde los 4 hasta los 99 años, como dicen los entendidos) pueden acercarse a la página y quedarse con la fábula. Algunos, menos, van a querer profundiza­r en los temas, en el humor, en lo verosímil de las ilustracio­nes, en la simetría estructura­l, en el final cíclico y en la ambigüedad del punto de vista del narrador.

Al final, ¿qué importa? El “uso que se le dé a un libro” es una frase que desde plantea una contradicc­ión porque los libros son los objetos más inútiles que existen y ese es el mejor cumplido que les podemos conceder. Son entidades prodigiosa­s, y el milagro es que sigan existiendo, que alguien los lea y mire sus ilustracio­nes, que pase páginas y tiempo con ellos y los disfrute en una época donde a todo se le exige rentabilid­ad, usufructo y rendimient­o.

No hay que olvidar que incluso los mapas con relieve son solo una excusa para darnos la ilusión de que estamos viendo elmundo desde arriba, bien alto, mientras volamos.

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Ilustracio­nes por Gabriela Zumbado Solano. CORTESÍA DE LA EDITORIAL LA JIRAFA Y YO.
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