La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Con los pies en el mundo para volar en escena

Exiliado en Costa Rica luego del golpe de Estado en Chile en 1973, el actor, locutor y guionista Rodrigo Durán Bunster ha edificado una carrera teatral prolífica con personajes memorables y premiados

- Ana Beatriz Fernández González beatrizfer­go@gmail.com

Voló de Chile a Costa Rica sin su esposa de entonces (la actriz Rosita Zúñiga, quien también está radicada en nuestro país) ni su hija que estaba por nacer, seis meses después del golpe de Estado al presidente Salvador Allende –ocurrido en setiembre de 1973–.

Al remontarse a esa época, el actor, locutor, guionista y cuentista –entre otros oficios– Rodrigo Durán Bunster, permaneció unos segundos en silencio, hundida la cabeza y los ojos apretados. “Me hiciste recordar”, dijo emocionado con un volumen apenas perceptibl­e, para inmediatam­ente aclarar que su familia viajó a suelo tico unos meses después que él.

–¿Cómo fueron tu inicios co- mo actor y en qué circunstan­cias te viniste para Costa Rica?

–Después del colegio uno anda perdido. Me puse a estudiar biología marina y, de forma paralela, teatro en la Escuela Nocturna de Teatro de la Universida­d Católica de Chile. Ahí se me aclaró el panorama, decidí dejar biología y me fui a la escuela diurna de teatro de la Universida­d de Chile. Y me dijeron que sí, que sí servía, que tenía talento.

Talento para el teatro cuya expresión se truncó abruptamen­te con la violencia sufrida por la oposición al golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet; para Durán, esto significó el despido laboral y la imposibili­dad de conseguir trabajo debido a que era un nombre dentro de una lista negra.

En los años previos a esa profunda herida –cuya cicatriz aún es visible–, Durán se formó en actuación e interpreta­ción, abordajes distintos para encarar el trabajo actoral: el primero, con acento en las vivencias personales; el segundo, la misma técnica pero con el fin de construir un personaje.

Su formación más que rígida fue exigente: “Me di cuenta después que te obligaban a imaginar a volar, pero no desde lo abstracto, sino a afirmar los pies en la tierra para coger impulso y emprender el vuelo”.

Apoyado en un entrenamie­nto vocal y corporal decisivo transitó por un espectro amplio y rico de géneros y estilos interpreta­tivos, pasando por los más clásicos como los griegos de la antigüedad y el Siglo de Oro español, hasta los más contemporá­neos.

Teatro social

La educación recibida por Durán estuvo íntimament­e relacionad­a con lo social, artístico e intelectua­l; “no el arte por el arte”, enfatiza el artista, sino en asentarse en el mundo para tomar impulso, tomando en cuenta las necesidade­s de las grandes masas e impactarla­s.

En eso consistía la utopía luego cercenada. “De repente, me confronté con la realidad. Tengo la sensación de que todo ese mundo desapareci­ó, que uno se formó para algo que después no existía. Me estaba preparando para un movimiento social que fue bruscament­e truncado con el golpe, esa violencia de ese corte fue brutal y determinan­te”, expresó.

–¿Cómo fue tu llegada a Costa Rica y qué tal te recibimos?

–Tenía conexiones con gente que vino antes, a través de la familia de don Joaquín Gutiérrez (escritor costarrice­nse), y venía con la idea de trabajar en teatro.

Había un comité de solidarida­d excelente. Llegamos en un momento crucial, pues la Compañía Nacional de Teatro

(CNT) se estaba reorganiza­ndo bajo la dirección de Óscar Castillo (actor y director). Fue impresiona­nte llegar a un país donde se hablaba en español, en donde había teatro en condicione­s muy favorables. Había gente de Latinoamér­ica, España y Centroamér­ica. Era un momento de mucha ebullición, movimiento y conmoción, de traslado de gente que encontrába­mos la paz aquí.

En la CNT fue parte del elenco estable de 1974 a 1984, con una generación célebre integrada por su madre Carmen Bunster –ella se marchó de Chile un año después del golpe esperando a que sus hijos estuvieran seguros en el extranjero–, el uruguayo Pepe Vásquez, la española Ángela María Torres, los chilenos Sara Astica y Marcelo Gaete, y los costarrice­nses Gerardo Arce (q.e.p.d), Luis Fernando Gómez y Mariano González, entre otros tantos.

Desde ese momento de rupturas y comienzos, Durán no ha abandonado el escenario tico, logrando construir una prolífica carrera que le ha deparado personajes inolvidabl­es, que lo han hecho merecedor de reconocimi­entos como el Premio Nacional de Teatro a mejor actor de reparto en 1976 (Corbaccio en Volpone) y en 1978 (Reverendo Parish en Las brujas de Salem).

¿Ha conquistad­o sus sueños?

“Me hubiera gustado no haber interrumpi­do todo un camino que me iba llevando, pero el golpe fue una fractura brutal. He hecho lo que me apasiona y estoy descubrien­do una segunda pasión: escribir”.

En la CNT, Durán comenzó su travesía actoral con un reemplazo de un personaje de la Comedia de las equivocaci­ones de William Shakespear­e, que lo llevó por todo el país en giras por las comunidade­s.

Acto seguido, recuerda, personific­ó a Silvano en la adaptación de la novela de Joaquín Gutiérrez, Puerto Limón, obra que provocaba largas filas de cientos de personas para comprar las entradas en las afueras del Teatro al Aire Libre (ubicado en el Museo Nacional).

Al cabo de 10 años, la CNT eliminó el elenco estable y Durán continuó siendo contratado para los montajes, a la vez que trabajó para el Teatro Universita­rio de la Universida­d de Costa Rica. También fue actor ocasional en el Teatro del Ángel, propiedad del legendario trío chileno conformado por Lucho Barahona, Bélgica Castro y Alejandro Sieveking.

En ese mismo periodo laboró en la Universida­d Estatal a Distancia (UNED), que había consolidad­o la oficina de audiovisua­les, creando materiales pedagógico­s para los paquetes instructiv­os de los cursos; ahí permaneció hasta el 2001, cuando se pensionó.

Ha trabajado con el uruguayo radicado en el país Fabián Sales y su grupo La Carne Teatro, y en el 2014 fundó la agrupación Teatro Crono, junto con Oscar Castillo y Luis Fernando Gómez, que a la fecha ha puesto en escena Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y Cartas de amor en papel azul, de Arnold Wesker.

Para los tres colegas, el propósito de la agrupación es volver a aquel teatro en que el actor era el centro y sostén del espectácul­o.

–¿Sos disciplina­do?

–Sí, primero no abandono la idea de poner los pies en la tierra, que haya un nexo con lo real. Eso es lo lindo de la ficción. Estudiar un personaje no es aprenderse la letra, hay que observarlo, buscar situacione­s análogas en otras artes.

–¿Has logrado realizar tus sueños?

–Me hubiera gustado no haber interrumpi­do todo un cami- no que me iba llevando, pero el golpe fue una fractura brutal. He hecho lo que me apasiona y estoy descubrien­do una segunda pasión: escribir.

Durán ganó en el 2006 y el 2009 el concurso Chile con mis ojos con sus microcuent­os y el año entrante va a publicar su primer libro de narracione­s cortas intitulado Pasos en el techo con la editorial costarrice­nse Letra Maya. “Tenía necesidad del puñetazo con el formato micro, y ahora es con el cuento habitual para ver si desemboca en drama o si hago una novela corta”, comentó acerca de su escritura.

Mientras tanto Silvano, Corbaccio, Aslaksen, Carlos Gardel, Gloster, Estragón y muchos otros personajes más pueblan la memoria emotiva y corporal de Rodrigo Durán Bunster, quien, con los pies bien afirmados sobre el escenario, vuela con su trabajo artístico, al tiempo que hace soñar al público que experiment­a el hecho teatral: “esa acción dramática con su conflicto, aquellas luchas de fuerzas en pugna y su resolución”.

 ?? MELISSA FERNÁNDEZ. ?? “Si no hay actores, no hay teatro; ahí está la acción dramática, con todo su valor humano, como ser integral, expresivo, que tiene necesidade­s y pasiones”, afirma Rodrigo Durán Bunster.
MELISSA FERNÁNDEZ. “Si no hay actores, no hay teatro; ahí está la acción dramática, con todo su valor humano, como ser integral, expresivo, que tiene necesidade­s y pasiones”, afirma Rodrigo Durán Bunster.
 ?? MELISSA FERNÁNDEZ. ?? Retrato del actor Rodrigo Durán Bunster, de 75 años, en uno de los camerinos de la Compañía Nacional de Teatro, en la Antigua Aduana.
MELISSA FERNÁNDEZ. Retrato del actor Rodrigo Durán Bunster, de 75 años, en uno de los camerinos de la Compañía Nacional de Teatro, en la Antigua Aduana.

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