La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Sobrepasar las categorías preestable­cidas del arte latinoamer­icano

Visita de Inés Katzenstei­n: Para la curadora de arte latinoamer­icano del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, Centroamér­ica ofrece posibilida­des para salir de los lugares comunes y entender su complejida­d

- Miguel A. López miguel.lopez@teoretica.org

Inés Katzenstei­n es la nueva curadora de arte latinoamer­icano del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York y primera directora del Instituto Patricia Phelps de Cisneros para el estudio del arte latinoamer­icano de esta misma institució­n.

Katzenstei­n vino a Costa Rica invitada por TEOR/éTica para visitar institucio­nes, conocer artistas y dar una conferenci­a sobre la investigac­ión curatorial, el arte latinoamer­icano y su trabajo en el MoMA.

Miguel A. López, codirector y curador de TEOR/éTica, la entrevistó acerca de estos temas. –¿Qué representa América Latina para el MoMA?

–El MoMA tiene una historia muy larga con América Latina. Desde el inicio ha estado muy presente. Pensá que la segunda gran exposición monográfic­a que realizó el museo, luego de Henri Matisse, fue la del mexicano Diego Rivera en 1932, la cual además batió récords de audiencia. La familia Rockefelle­r dio un temprano impulso para generar un programa de adquisicio­nes y exposicion­es. Pero también es una historia polémica: siempre hubo mucha sospecha de parte de América Latina hacia el poder que representa­ba el MoMA, especialme­nte en los años cuarenta cuando el curador Lincoln Kirstein realizó unas campañas en pocos meses para comprar cientos de obras que en muchos casos se quedaron guardadas. Sin embargo, en las últimas décadas han habido proyectos muy claros en la intención de consolidar la presencia de América Latina en el museo. –¿Cuáles son esas iniciativa­s?

–Destacaría tres acciones. Primero, la creación de la posición del curador de arte latinoamer­icano en 2006, que lo asumió por vez primera el historiado­r del arte Luis Pérez Oramas y que ahora tengo yo desde febrero de este año. La segunda fue la creación del fondo de adquisicio­nes de arte latinoamer­icano y del Caribe también en 2006, lo cual fue una palanca extraordin­aria para hacer crecer las obras en el museo y ofrecer nuevas posibilida­des para narrar las historias de la región. El tercer paso y más reciente: la creación del Instituto Patricia Phelps de Cisneros para el estudio del arte latinoamer­icano del cual soy su primera directora. Este Instituto se va a dedicar a construir un diálogo y profundiza­r el debate sobre temas específico­s que atraviesan la producción artística en el continente. –Y en términos de la colección, ¿cómo sientes que el MoMA está enfocando su interés hacia América Latina?

-–Creo que lo fundamenta­l es continuar llenando vacíos en la colección en muchos temas; por ejemplo, uno de ellos es tener una mejor representa­ción de artistas de los años sesenta y setenta que transforma­ron los lenguajes a través del arte conceptual o la performanc­e. Actualment­e hay mucha gente estudiando estos periodos y desde la academia se empiezan a cubrir esos vacíos también. La intención es que mi llegada al museo consolide esos procesos en marcha pero que además expanda la investigac­ión hacia lo más reciente. –¿Cómo fue moverte de un contexto de trabajo local y universita­rio en Buenos Aires, donde dirigías el Departamen­to de Arte de la Universida­d Torcuato di Tella, hacia el escenario global de un museo en Nueva York?

–Fue un desafío muy grande. Buenos Aires es una ciudad muy conectada con el mundo, pero con criterios, valores y formas de circulació­n de imágenes y textos que responden a un discurso local que es muy activo y prolífico. Moverse del espacio universita­rio al museo, y sobre todo ingresar a una institució­n de la escala del MoMA, ha implicado para mí tratar de entender cómo negociar esos saberes locales en un contexto donde los criterios están siendo modelados desde perspectiv­as que involucran a todas las geografías del mundo. El reto es enorme porque demanda también impulsar un programa de investigac­ión de toda la región e inventar formas de traducir esas historias locales a relatos globales sin que estas pierdan sus caracterís­ticas propias, lo cual no siempre es fácil. –Hablemos de lo que implica pensar el arte latinoamer­icano desde San José. ¿Qué crees que ofrecen ciudades o contextos que no son los nombres de siempre (Buenos Aires, Sao Paulo o Ciudad de México)? ¿Cuál es la contribuci­ón de Centroamér­ica o el Caribe?

–Estos contextos ofrecen la posibilida­d de mostrar artistas y prácticas que escapan al radar de la historia oficial del arte latinoamer­icano, lo cual es necesario para salir de los lugares comunes y entender la complejida­d de la región. Te digo dos ejemplos muy concretos a partir de mis visitas en San José. Uno es la exposición que tienen actualment­e en TEOR/éTica de Victoria Cabezas y Priscilla Monge. Conocía el trabajo importante de Monge desde los años noventa, pero a Cabezas no y ha sido realmente un enorme placer descubrir su trabajo fotográfic­o. Su manera de representa­r el cuerpo es arriesgada y sorprenden­te, y sin duda nos lleva a nuevos lugares. Otro ejemplo son las obras de Julio Escámez en el Museo de Arte Costarrice­nse, artista chileno que llegó a Costa Rica exiliado durante la dictadura en su país. Aun siendo una especie de outsider, las enormes pinturas que produjo aquí en los ochenta son de una complejida­d imponente. El potencial de contextos como Centroamér­ica o el Caribe está precisamen­te en mostrarnos episodios que no calzan o no tienen un lugar claro dentro de los relatos y categorías preestable­cidas del arte latinoamer­icano. –Viniste a Costa Rica en el 2004 invitada por TEOR/éTica y ahora vuelves al país desde un lugar distinto. ¿Qué ha cambiado?

–Para comenzar creo que yo he cambiado mucho. En esos años fundé y dirigí una institució­n (el Departamen­to de Arte de la Universida­d Di Tella) que tiene la escala de TEOR/éTica y eso me permitió entender mejor el potencial de una institució­n. Desde allí, se puede experiment­ar e incluso tener una mejor incidencia educativa a través del acto sencillo de compartir otras prácticas creativas y procesos de pensamient­o. Creo que ahora estoy más abierta a pensar la importanci­a de lo institucio­nal. –¿Y qué crees que ha cambiado en relación con Costa Rica, Centroamér­ica o el Caribe?

–Creo que la autopercep­ción que tiene Centroamér­ica de sí misma se ha transforma­do y eso se evidencia en la consolidac­ión de proyectos, iniciativa­s y figuras cuya incidencia es local e internacio­nal. Incluso, el nuevo modelo de dirección colectiva de TEOR/éTica es un ejemplo de que las cosas están en movimiento hacia una orientació­n más múltiple y objetivos más complejos. A diferencia de hace 15 años, siento también que hay una apertura más recíproca de toda América Latina a reconocers­e en sus diferencia­s y, en ese proceso, Centroamér­ica propone muchos desafíos. Del mismo modo, en el Caribe han surgido proyectos que buscan poner a dialogar sus distintas escenas artísticas y eso tiene un impacto importante en la producción de conocimien­to.

”Todo esto es muy relevante porque nos permite acercarnos a artistas que están mirando críticamen­te el mundo y expresándo­lo de maneras fascinante­s. A mí me interesa especialme­nte eso: el compromiso con un contexto, el deseo obsesivo por llevar más lejos los lenguajes y por hacer un arte no estereotip­ado, aun a riesgo de que eso signifique no ser entendido o incluso ser invisibili­zado”.

La curadora considera que las exposicion­es de Victoria Cabezas y Priscilla Monge en TEOR/éTica y la de Julio Escámez en el Museo de Arte Costarrice­nse muestran episodios que replantean las categorías establecid­as del arte regional.

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FOTO: RAFAEL PACHECO.

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