La Nacion (Costa Rica) - Ancora
Colibrí (1978): Dar la talla
La escultura volvió a José Sancho otro ser humano. Aquel nuevo hombre aprovechó el torrente que manaba imparable. El pintor Rafa Fernández, funcionario del Ministerio de Cultura a mediados de los años 70, acudió a ver sus pinturas y salió convencido de que Sancho tenía una exposición, pero no de pinturas, sino de sus esculturas con objetos encontrados. De esta forma, un marsupial, un tropel de vacunos, una cabra, unos búhos, unos pelícanos y algunos reptiles, entre otros, poblaron los jardines del Teatro Nacional en 1975. Estaba consciente de sus limitaciones y empezó a adentrarse en las posibilidades y limitaciones de los materiales, las herramientas y las técnicas. Su formación es autodidacta y contó con la guía, experiencia y consejos de grandes escultores como Hernán González y Ólger Villegas. En 1978, Colibrí se convierte en su primera talla en madera y también en su primera fundición en bronce; el reto fue representar a la pequeña ave suspendida en su vuelo mientras se acerca a una flor. Hace un tiempo, en una charla en el Liceo Franco Costarricense, un niño le preguntó qué habría sido si no fuera pintor; su respuesta fue categórica: “Colibrí”. Es su ave favorita. ¿Cuándo sabe que una escultura está lista? “La escultura está lista antes de empezarla: cómo es, cómo voy a empezar, cómo voy a terminar, qué herramientas voy a usar… Todo está aquí (se señala la cabeza). No voy a improvisar. Solo los genios y los charlatanes improvisan – eso me lo dijo Paco Amighetti–; yo no soy ninguno de esos”, explica.