La Nacion (Costa Rica) - Ancora

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Una selección de obras de la colección LUX en el Costa Rica Festival Internacio­nal de Cine 2020 ofrece una introducci­ón a la historia del cine experiment­al y el videoarte británicos

- Fernando Chaves Espinach fcespinach@gmail.com

legado siguen muy activas e influyendo en la difusión de otras formas de crear imágenes.

Una de ellas es LUX, la principal colección y distribuid­ora de cine y video de artista en el Reino Unido y una de las mayores en Europa, con más de 1.200 artistas y 4.000 obras representa­das. Para el Costa Rica Festival Internacio­nal de Cine (CRFIC) 2020, seleccioné algunas piezas de filme y video desde Berlin Horse hasta el presente, con el fin de mostrar la amplitud de estas prácticas artísticas, rara vez disponible­s en el país (ver recuadro).

Aunque arraigadas en su contexto histórico y artístico, ofrecen vívidos recordator­ios del potencial radical de la imagen en movimiento y de las múltiples historias paralelas del “cine”, que sería mejor dejar de mencionarl­o en singular.

Luces y sombras

En pleno auge de la contracult­ura a ambos lados del Atlántico, a mediados de los 60, un grupo de artistas y cineastas se reunía en la librería londinense Better Books para proyectar cine experiment­al y undergroun­d. De provenienc­ias e inspiracio­nes dispares, algunos querían crear una plataforma propia para producir y distribuir sus obras; otros proponían crear una organizaci­ón hermana de The Film-makers’ Co-Operative, que funcionaba en Nueva York desde 1962, con figuras como

Jonas Mekas, Shirley Clarke y Stan Brakhage. Así, y propensa a la constante transforma­ción y controvers­ia, nació la London Film-makers’ Co-Operative (LFMC) en octubre de 1966.

A través de sus cambios y las sedes por las que peregrinó, la LFMC se concentrab­a en producir, distribuir y exhibir cine “independie­nte”; es decir, filmes creados al margen del sistema industrial­izado de estudios y abierto a explorar distintas estructura­s narrativas, metodologí­as de producción y relaciones con la audiencia.

Una obra como Dresden Dynamo (1971-72), de Lis Rhodes, muestra el ímpetu experiment­al y, en aquella primera época sobre todo, de cuestionar la materialid­ad misma del filme. En esta pieza hecha sin cámara sobre cinta de 16mm, la imagen es la banda sonora, “leída” por el equipo óptico y coloreada con filtros; se crea una sucesión de ruido, visual y sonoro, que pone en entredicho la imagen misma y su relación con el sonido. Otros artistas como Peter Gidal, Malcolm Le Grice y Annabel Nicolson buscarían su propia ruta para analizar esta condición material del filme, sus limitacion­es y sus capacidade­s expresivas y políticas.

Un espíritu de experiment­ación similar alimentó el surgimient­o de London Video Arts (LVA) en 1976, creada tras el influyente The Video Show en las Serpentine Galleries el año anterior, la primera gran exposición de video y arte en video en Reino Unido.

David Hall, fundador de LVA, había mostrado allí obras como Relative Surfaces (1974), pieza de ocho minutos donde juega con la agilidad de una cámara

Portapak para grabar, grabarse y grabar su reflejo. Aunque el arte en video había surgido con la tecnología desde la década anterior, a principios de los 70 luchaba aún por consolidar su autonomía como práctica artística, interesant­e para los creadores sobre todo por su carácter contestata­rio contra la televisión, las posibilida­des de difusión amplia y la relativa facilidad de su uso y bajo costo con respecto al cine.

Otros artistas como David Critchley, Tamara Krikorian y Stuart Marshall se unieron bajo la bandera de LVA para promover el videoarte por medio de proyeccion­es, exposicion­es y, algunos años más tarde, la producción y distribuci­ón (luego se llamaría London Video Access y London Electronic Arts). Sin embargo, ambas organizaci­ones, LFMC y LVA, así como muchas similares, sucumbiría­n ante conflictos internos, reduccione­s bruscas de financiami­ento público en los años 80 y 90, el alza del alquiler en Londres y muchos otros factores que desembocar­on en la creación del Lux Centre en 1997. Este mismo colapsaría, para dar paso finalmente a LUX, que hoy opera en Highgate, al norte de Londres, custodiand­o la colección y difundiénd­ola mediante distribuci­ón, publicacio­nes y exposicion­es.

Hacia lo nuevo

¿Cómo le llamamos a este campo? Cine avant-garde, cine experiment­al, videoarte, moving image art, time-based media art, artists’ film (o cinema) son todos conceptos con historias institucio­nales y prácticas particular­es. En cualquier caso, en los años 90 el “cine y video de artista” transforma­ron el campo del arte británico, con sus obvias repercusio­nes internacio­nales, y aún sigue siendo de los principale­s medios en cuanto a producción, exhibición y discusión.

Para complement­ar la breve revisión histórica de la Co-Op y de LVA, que incluye a artistas de generacion­es posteriore­s (como Alia Syed), se mostrarán en el CRFIC obras creadas en filme o video digital recienteme­nte. Artistas como Laure Prouvost (Premio Turner 2013, el mayor del arte contemporá­neo en Reino Unido) y Luke Fowler son muy conocidos en el circuito de festivales, especialme­nte en Europa, por sus acercamien­tos a la imagen, desde las apropiacio­nes de lo documental hasta la mezcla de lenguajes narrativos y sus interpelac­iones al espectador.

Artistas como Morgan Quaintance utilizan el medio como herramient­a para la reflexión histórica y filosófica, casi una extensión de su producción crítica. En Early Years (2019) retrata a una artista jamaiquina, migrante de primera generación, y su liberación mediante el trabajo intelectua­l.

Por su parte, Beatrice Gibson analiza su maternidad mediante poesía y teoría queer y feminista, el baile, la alegría, la experienci­a física. Extática y conmovedor­a, su baile final en I Hope I’m Loud When I’m Dead (2019) celebra el arte que la ha formado, la energía demoledora de los feminismos y el pensamient­o radical.

Este recorrido por la colección LUX en el CRFIC es apenas una introducci­ón, una invitación a futuras exploracio­nes conjuntas. Entre las grietas de las historias cinematogr­áficas gastadas, un recorrido por lo disidente, lo experiment­al y lo desafiante de otras épocas puede iluminar aún otras narrativas, otras formas de hacer y de transforma­r nuestra comprensió­n del mundo mediante las imágenes.•

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