La Nacion (Costa Rica) - Ancora
Ruinas de Ujarrás: 100 años de cuidar el patrimonio
1920: Tras siglos de abandono y desidia, se decidió, por vez primera, rescatar parte de nuestra herencia.
rísima Concepción del Rescate de Ujarrás.
Durante el período como Gobernador de Miguel Gómez de Lara (1681-1693), se edificó una nueva iglesia en Ujarrás a base de cal y canto como gesto de agradecimiento. Esta es la parroquia cuyos vestigios admiramos en el presente.
Traslado decimonónico
En octubre de 1778, nació y fue bautizado en Ujarrás el futuro presbítero Florencio del Castillo Villagra, quien no solo llegaría a ser uno de los costarricenses más destacados de nuestra historia y de la de México, sino también presidente de las españolas Cortés de Cádiz, a cuyo interior lograría que Ujarrás obtuviese el título jurídico oficial de Villa (1813).
Con la llegada del siglo XIX, algunos problemas empezaron a asolar a Ujarrás. Junto a las reiteradas inundaciones de los ríos circundantes y el falseamiento de sus terrenos, también se desataban constantes epidemias que mermaron a su población. Por este motivo se convocó a un cabildo abierto (1825) para trasladar la ciudad a otro sitio, mas la mayoría de sus habitantes optaron por quedarse ahí (Bolaños, Rafael y otros, Ayer Ujarrás…hoy Paráiso, 1993).
La realidad se hizo insostenible. En marzo de 1832 y a petición de las autoridades políticas de Ujarrás, el entonces vicejefe de Estado, José R. Gallegos Alvarado, rubricó el Decreto N.° 50, en cuyo texto se ordenó la reubicación de dicha localidad. El nuevo asentamiento se situó en el cercano Llano de Santa Lucía y recibió el nuevo nombre de Paraíso, el cual mantiene hasta la actualidad.
Tras el desmantelamiento de la parroquia de Ujarrás (excepto sus paredes exteriores), la mayoría de sus materiales fueron remitidos a Paraíso para edificar su novel iglesia y, en julio de 1832, la venerada imagen de la
Virgen de Ujarrás fue trasladada a su nueva sede.
Olvido y resguardo
Poco a poco y por los próximos casi noventa años, el inexorable paso del tiempo se fue confabulando con la desidia provocando que las ahora llamadas Ruinas de Ujarrás mostrasen gran deterioro. El terreno donde se ubican fue vendido por la municipalidad de Paraíso y adquirido, sucesivamente, por varios propietarios privados.
Con la llegada del jurista cartaginés, Francisco Aguilar Barquero, a la Presidencia de la Republica (1919), se tomó una certera decisión sobre la otrora casa de la Virgen de Ujarrás. Dicho gobernante firmó, en abril de 1920, un decreto en el que dispuso: “Considerando que es un deber nacional conservar el patrimonio histórico y artístico que nos legaron los antepasados para transmitirlo a nuestros descendientes (se) decreta: art. 1°.- […] las ruinas del santuario de Ujarrás se declaran monumento nacional” ( Colección de Leyes y Decretos, 1920).
Ya para la segunda mitad del siglo XX y propiamente durante el Gobierno de Mario Echandi J., se logró que los dueños de las ruinas donasen dicho inmueble al Instituto Costarricense de Turismo (ICT). Esto permitió su paulatina reconstrucción, así como su reforzamiento, iluminación y resguardo, destacando el remozamiento de la antigua inscripción que todavía se puede observar en su fachada: Viva Nuestra Señora del Reskate (sí con K).
En noviembre de 1985, el mandatario Luis Alberto Monge A. suscribió otro decreto en el que reafirmaba lo acontecido en 1920 y detalló: “Se declara Monumento Nacional las ruinas de las que fuera la iglesia de la Purísima Concepción del Rescate de Ujarrás, conocidas como Ruinas de Ujarrás” (La Gaceta, N.° 237, 11 de diciembre, 1985). Todo lo cual se complementó en el 2010, cuando el Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura invirtió una ostensible cantidad pecuniaria en la restauración de dicha estructura constructiva.
Al cumplir en este 2020 un siglo exacto de su incuestionable protección estatal, las ruinas de Ujarrás se yerguen, para orgullo y valía de todos los costarricenses, como un ejemplo excepcional e imperecedero de un honroso pasado arquitectónico que por dicha no tenemos que imaginar o anhelar, sino que podemos disfrutar hoy en día en todo su esplendor. •
*El autor es director de la Cátedra de Historia del Derecho de la U.C.R. e integrante de la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas.