La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

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ntes se llamaba Luis Hernando Duque Giraldo. Hoy es Paz Colombia, el antioqueño que se cambió el nombre como parte de una cruzada personal contra el conflicto armado que desangra Colombia desde hace más de 50 años.

Cansado de tanta bala y dolor en su patria, en julio del 2013 fue a su pueblo natal, San Carlos de Antioquia, en el noroeste del país, y sacó la partida de bautismo para hacer el trámite en la notaría de Medellín, donde vive.

“Fue fácil. Me coloqué el nombre Paz Colombia Duque Giraldo debido a que vengo en un proceso de perdón, de amor, de tolerancia”, explica este fotógrafo de 57 años.

Su lucha contra la violencia nació tras el secuestro de uno de sus hermanos por parte de un grupo armado irregular, de los muchos de izquierda y derecha que han participad­o en esta guerra fraticida, que deja ya oficialmen­te más de 260.000 muertos, 45.000 desapareci­dos y 6,8 millones de desplazado­s.

Si bien su hermano recuperó la libertad tras 24 horas, el señor Paz Colombia decidió protestar por todos los secuestrad­os del país, una práctica a la que tanto guerrillas como paramilita­res han recurrido para financiars­e.

“En el año 2000 hice una marcha de 26 días desde Bogotá hasta San Vicente del Caguán (suroeste, sede de los fallidos diálogos de paz con la guerrilla FARC entre 1998-

#2002) para pedir la liberación de policías y soldados”, dice.

Durante ese periplo, él también fue retenido durante siete horas por las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC), la principal guerrilla del país, actualment­e en la recta final de diálogos de paz con el gobierno.

Dos años más tarde, afirma, en una marcha pacífica por la liberación de unos secuestrad­os en el municipio de Granada, en Antioquia, unos paramilita­res atacaron a los manifestan­tes y mataron a un compañero suyo.

Paz Colombia vende flores, ropa y organiza rifas para seguir divulgando su mensaje de paz. Su nuevo nombre, estampado en la cédula de ciudadanía número 70.125.133 que muestra con orgullo, no es su único mensaje de reconcilia­ción.

Por más de 30 años, este hombre delgado y canoso se ha vestido diariament­e con los colores de la bandera nacional: rojo, amarillo y azul. Lo que empezó como un disfraz para apoyar a la selección de fútbol, acabó como una forma de reivindica­r su pasión por Colombia.

Lo han tildado de chiflado por las calles de Medellín; sin embargo, él afirma que su misión es una “locura de amor y de búsqueda del perdón en el país”.

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