La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

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Hace cinco años exactament­e estaba pasando por la operación. El caso mío fue muy, muy a tiempo. Entonces no fue tan traumático como se piensa. El mismo día que me operaron me hicieron la reconstruc­ción.

Tuve la oportunida­d de pagar la mamografía, la biopsia y todo. Por eso fue tan rápido. Después vino el proceso de quimio. Por ser las dos operacione­s (mastec-

Fui diagnostic­ada hace ocho años. Vine a hacerme una mamografía porque desde muy joven yo sentía como una pelotita.

Tuve mi primer embarazo y el doctor me decía que seguro era como leche de los pechos. Como a los cuatro años tuve mi segunda hija. En el pecho me seguía como supurando un líquido. Mi es- poso me decía que sentía que la pelotita se me hacía cada vez más grande y me hice la mamografía.

Cuando fui donde la doctora, ese mismo día me hizo la biopsia. Cuando entramos me dijo que el resultado había salido alterado y que te- nía cáncer. Me dijo que ella me podía operar y reconstrui­r. Eso fue un miércoles y al martes siguiente ya me operó.

Es muy duro, cuando a uno le dicen que tiene cáncer uno cree que el mundo se le acaba. Yo tenía una chiquita de un año.

Detrás de todo esto hay como otra historia: nueve meses antes se había muerto mi mamá y seis meses antes mi papá. Dicen que supuestame­nte todo esto es por todo lo que yo pasé. Todo el sufrimient­o de la muerte de mi mamá y mi papá yo me lo tragué y a raíz de eso se me desarrolló el cáncer.

Yo siempre le decía a mi mamá: ‘el día que yo falte, por favor usted se hace cargo de mis hijas’.

Pensé que me iba a morir y con mis hijas tan pequeñitas… ya no estaba mi mamá. Mi papá murió en junio, en marzo murió mi mamá y al mes mi suegra. Fueron golpes muy fuertes.

El doctor me dijo: ‘si quiere comienza mañana la quimiotera­pia’. Yo le dije: ‘doctor, póngamela en la tarde porque en la mañana tengo que ir a trabajar’. El doctor solo me preguntó: ‘¿usted no sabe qué es la quimiotera­pia?’. Usted va a estar incapacita­da ocho meses’. Según yo iba a ir a trabajar y me ponía la quimiotera­pia.

Como a los 15 días se me comenzó a caer el pelo. Subí al segundo piso de mi casa y cuando estaba arriba mi esposo me encontró llorando.

Me preguntó qué quería y le dije que me rapara. Duró como cuatro horas rapándome. Me dejó como una bolita de boliche. Mi hija de un año y la otra de cuatro ahí estaban viendo como mi esposo me rapaba. La mayor me decía: ‘mamita, no importa que tu estés sin pelito. Para mí eres la mamita más linda del mundo’.

La gente es muy cruel. Cuando uno comienza a salir la gente le pregunta: ‘¿cómo está?’. Pero se le queda viendo a la cabeza. A veces llamaban a mi casa a preguntar si era cierto que yo me estaba muriendo.

Mis papás me hicieron mucha falta. Siempre quise hacerme el tatuaje pero me daba un poquito de miedo. Por eso me había quedado.

Ya voy a cumplir ocho años de operada. Los más duro ya pasó.

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