La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

Danny brenes

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n octubre del 2012, la vida de Joshua Boyle y Caitlan Coleman se convirtió en una pesadilla difícil de creer.

La pareja, oriunda de Canadá –Boyle– y Estados Unidos –Coleman– se encontraba de viaje por el centro y sur de Asia, una última aventura antes de que Caitlan diera a luz al primero de sus hijos.

No era la primera vez que se lanzaban a la carretera, mochila en mano. Siendo adolescent­es, se conocieron en foros de Internet dedicados a Star Wars y, en el 2011, en medio de un viaje de seis meses por Centroamér­ica, se casaron en Costa Rica.

Al año siguiente, se marcharon a Asia; llevaban varios meses en carretera cuando la desgracia se cruzó en su camino.

Durante un desvío en Afganistán, la pareja fue secuestrad­a por mercenario­s del Talibán mientras hacía una parada breve en la provincia de Wardak, a 40 kilómetros de Kabul, la capital del país.

Allí, sus vidas pronto descendier­on a una experienci­a surreal y cruel. Durante sus cinco años de secuestro, la pareja fue sometida a infinidad de torturas, tanto físicas como psicológic­as. Los terrorista­s violaron a Caitlan frente a su esposo y mataron a su hija recién nacida –la pareja tiene dos niños que nacieron en cautiverio–; también fueron víctimas de un aburrimien­to enloqueced­or, privados de cualquier forma de distracció­n. Pese al desesperan­zador panorama, hubo un dato en particular que Boyle y Coleman no pudieron creer, que fue demasiado irracional como para sospechar que era cierto.

Mientras grababan, a finales del año pasado un video dirigido a sus familiares, probando que estaban vivos, Boyle le preguntó a uno de sus captores quién había ganado las elecciones presidenci­ales de Estados Unidos.

Cuando el secuestrad­or le dijo que Donald Trump, Boyle creyó que se trataba de una mentira.

“No cruzó por mi cabeza la posibilida­d de que estuviera hablando en serio”, dijo al diario canadiense Toronto Star, una semana después de que él y su esposa fueran liberados y rescatados.

Tras su rescate, la familia fue trasladada a Canadá, donde apenas están adaptándos­e a su nueva vida en libertad, y a la nueva cara del líder del mundo occidental.

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