La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
n setiembre de este año, el rey Salman, mandatario de Arabia Saudita, torció el brazo y permitió que la historia de su país diera un paso que, hasta no hace mucho, se pensaba imposible: a partir de junio del próximo año, por primera vez en la historia, las mujeres del país árabe tendrán derecho a manejar carro.
El único país del mundo en el que las mujeres tienen prohibido sentarse tras el volante cederá a las presiones internacionales y protestas internas, pero no es el único cambio que se atisba en el horizonte.
Las marcas de vehículos ya están introduciendo publicidad dirigida específicamente a las mujeres, y la universidad femenina planea abrir una escuela de manejo. También en setiembre pasado, durante una celebración pública, cientos de hombres y mujeres fueron filmados mientras bailaban juntos, en armonía, al ritmo de la música escogida por un DJ; nunca antes se había visto algo así en unos de los países más conservadores del planeta.
Los rumores, además, sugieren que el final de la prohibición de los cines –sí, en Arabia Saudita están prohibidos los establecimientos en los que se exhiben películas en público– está próximo. Son días de transformación y cambio en el reino del desierto; las mujeres están listas para celebrarlo sujetas al volante de sus vehículos.
En 1990, sin embargo, cuando 47 mujeres se atrevieron a desafiar a un régimen aplastantemente machista, las cosas eran muy diferentes.
+ , % +&
“Creí que moriría sin verlo”, dijo Nourah Alghanem, cabecilla de la protesta de 1990, reaccionando a la noticia de que sus esfuerzos, 27 años más tarde, dieron frutos. “Nuestro reino acaba de entrar al siglo XXI. ¡Por fin!”.
Alghanem, ahora de 61 años, retirada y con cinco nietos, trabajaba en una escuela primaria. Tenía 34 años, un título de secundaria, un esposo y cuatro hijos. En sus propias palabras, emitidas al New York Times: “Nada emocionante sucedía en mi vida”.
Al principio de la década final del siglo previo, las mujeres de Arabia estaban sometidas a restricciones severas.
Si la cultura de esa nación es todavía un monumento al patriarcado, entonces la situación era considerablemente más sofocante; el clero, cuyo poder político era tremendo, aplicaba presiones contra lo que consideraba influencias corruptas.
Eso dejaba a las mujeres en una posición de inferioridad; se les prohibió conducir como una forma de prevenir el adulterio y demás males socioculturales.
“Permitir que las mujeres manejen contribuye a la decadencia de la sociedad. Está comprobado”, escribió en aquel momento un alto miembro del clero en un texto que no fue removido de las páginas web oficiales del gobierno sino hasta hace poco.
La guerra del Golfo y la presencia de soldados estadounidenses, cambió todo. Arabia se llenó de mujeres soldado, que eran vistas manejando vehículos militares. Alghanem tomó nota. Reunió a otras mujeres que, como ella, se sentía desempoderadas ante el régimen de su país.
Decidieron llevar su frustración a las calles.