La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
*Á
staba loco, era listo y peligroso. Tras su mirada áspera y neutral bullía “la Bestia”; era un hombre bajito y anodino que puso de rodillas al estado italiano, con un arma muy simple: la crueldad.
A los 87 años, en una prisión de máxima seguridad en Milán, “El corto” dejó de sonreír. Para los sicilianos fue el “U capi di ‘i Capi”; solo los más allegados le decían su apodo cariñoso: Totò. El resto de los mortales debía dirigirse a él como Don Salvatore Riina de Corleone.
Su objetivo nunca fue el dinero, si no el poder. Comenzó su reinado de terror borrando de la faz de la tierra a la aristocracia mafiosa de la
Cosa Nostra; entre la primavera de 1981 y el otoño de 1983 mató o “desapareció” a 1.700 enemigos. Después de hacer sus deberes domésticos siguió con policías, militares, jueces, periodistas y todo aquel con la mala suerte de taparle el sol.
El deshuesadero principal era la “habitación de la muerte”, un pequeño apartamento en Palermo, jefeado por el hospitalario Filippo Marchese. Primero torturaba a las víctimas, después las asesinaba, las disolvía en ácido o las descuartizaba –según el menú del día-–y las mandaba a dormir con los peces.
De los 150 homicidios atribuidos a Salvatore él ejecutó a 40; por esas “nimiedades” lo condenaron a 26 cadenas per-