La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

Tras la euforia que se apoderó de los berlineses, la emblemátic­a división de concreto que pesaba 200.000 toneladas se convirtió, literalmen­te, en pedazos que luego comenzaron a ser vendidos a lo largo y ancho del planeta.

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un discurso mental en múltiples ocasiones y se decidió a hablar con los medios de comunicaci­ón. Con una gran sonrisa, le dijo a la prensa: “estamos muy contentos de las noticias que escuchamos de Berlín”, a pesar de que ella no podía creer algo tan incierto.

Así Martina se convirtió en la única vocera en toda Asia de la caída del muro.

Diez años después, cuando Martina regresó a Corea, la prensa que envió a Alemania la recibió con incontable­s preguntas.

“Me decían: ‘¿cómo lo supo?’ Yo les dije que, en Corea, habíamos abierto una botella de champán y celebramos el futuro unido, sin saber si era cierto o no lo que pasaba”.

*** Mirko se montó en su carro Trabant, el mismo modelo que compartía con todos sus compañeros de región, y emprendió ruta hacia el muro tras conocer la noticia de la caída. Ese día legendario, Mirko se encontraba en Bavaria y 60 kilómetros lo separaban de la página histórica que se escribía.

Una vez subido en el carro, no podía creer lo que acababa de ver en la televisión.

Cada tarde, el partido comunista realizaba una conferenci­a de prensa propagandí­stica. Ese 9 de noviembre, Günter Schabowski, un miembro del politburó del partido, fue el encargado de salir a los medios de comunicaci­ón a dar una noticia que ni él mismo había digerido.

Schabowski se sentó en un escritorio mostaza frente a un puñado de periodista­s para rascarse la cabeza, colocarse los anteojos y confundirs­e al intentar leer sus notas manuscrita­s. Parecía tratar de comprender lo que pronunciab­a en altavoz, hasta que un periodista le preguntó sobre el momento en que entraría a regir una medida que, al parecer, otorgaba libertad a los alemanes orientales. “Hasta donde yo sé ... a partir de ahora”, contestó vacilante.

Sus comentario­s improvisad­os procuraban dar forma al documento que le había entregado el buró político y el comité central del partido comunista. A causa del frenesí, se sobresaltó y solo hizo un comentario a Egon Krenz, el político que había reemplazad­o a Erich Honecker en la cúpula del poder. “Egon, esta es una gran noticia para la prensa mundial”, dijo.

“Él no podia creer lo que estaba leyendo. En sus ojos no lo disimulaba”, recuerda Mirko.

Otro periodista le preguntó si el muro había caído y, con poca certeza, Schabowski contestó “eso creo”.

“Todos los que estábamos en la habitación viendo la conferenci­a corrimos hacia la frontera para ver qué pasaba. ¿Habían escuchado lo que yo escuché? ¿No era una alucinació­n? Decían que la frontera estaba abierta, así que saltamos a nuestros carros y fuimos”.

En la carretera esperaban grandes congestion­es viales nunca antes vistas, pero el atasco valía la pena.

Superados los kilómetros de distancia, Mirko llegó a Berlín. “No podías creerlo. Olía diferente, se veía diferente, estaba todo más colorido, no había grises”.

Ahora no habría límites. Nadie disparaba, nadie cuidaba una frontera caída. Lo que seguía era una fiesta que acabaría con una resaca que, treinta años después, aún no se olvida.

Mirko siente que, el 9 de noviembre de 1989, comenzó un ciclo de su vida. “Todos creceríamo­s sin fronteras. Era un sueño”.

Hace dos años, en uno de sus periplos por el mundo, Mirko fue a dar a Moscú, donde tuvo la suerte de su vida: “conocí a mi ídolo”, dice tajante.

En un elegante balcón, en medio de un silencio sacro, apareció en una puerta un hombre mayor, pero con un halo poderoso. Ahí estaba su ídolo de juventud: Mijaíl Gorbachov.

“Hablamos por una hora y fue increíble. Le conté que me inspiré en él cuando estuve en Leipzig y él empezó a llorar. Yo también empecé a llorar. El círculo de toda una vida se cerró ese día en Moscú, casi treinta años después. Fue muy conmovedor e inolvidabl­e”, recuerda.

“Supongo que no podía morirme sin contarle que aún estoy agradecido por todo lo que hizo... Le dije que él siempre será mi héroe”.

 ?? JORGE CASTILLO ?? Torsten Göhler rememora con emoción la caída del muro de Berlín, acontecida hace 30 años. Él se crió en Berlín Oriental.
JORGE CASTILLO Torsten Göhler rememora con emoción la caída del muro de Berlín, acontecida hace 30 años. Él se crió en Berlín Oriental.

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