La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
El Muro se comenzó a construir en plena guerra fría en 1961 y llego a tener una longitud de 155 kilómetros, de los cuales 43 atravesaban la ciudad de Berlín.
La niebla se levanta como solo lo hace en los cuentos de Juan Rulfo y deja atrás hebras blancas. Como aquí no hay tejados, la niebla abandona sus hebras encima de los árboles que de tan pegados parecen uno solo repetido muchas veces sobre las ondulaciones de la tierra.
En algunas partes de la carretera se asoma el barranco; en otras, las cataratas que ahora caen tímidas en nada se asemejan a los torrentes furiosos que dan miedo cuando toca cruzar el Zurquí en mitad de un aguacero y uno teme que el cerro se desgaje.
Los turistas que no duermen durante el viaje se asombran frente a tanta espesura. Ignoran que hay tramos en los cuales solo unos metros separan al bus del guindo donde crecen helechos gigantes de apariencia prehistórica.
Siempre atravieso el Braulio Carrillo con emoción porque sé que más allá de allá hay un mar al que descubro como a un misterio nuevo.
El parque nacional es la frontera, la formidable frontera natural que separa el corre corre citadino de la calma costeña que amo y busco.
A mi vida el mar llegó temprano. Lo oí sin verlo y muy lejos de la arena y de los cangrejos ermitaños. Hacía olas dentro de una concha pequeña que me dio mi madre. Me la llevé al oído y escuché con atención cómo se movía un rumor suave y libre que aún encuentro cuando me siento, descalzo, a la sombra de un papaturro o un almendro.
Conocer el mar es una experiencia primordial, el origen de una relación que mantendremos el resto de nuestras vidas. “Quien lo mira lo ve por vez primera, siempre. Con el asombro que las cosas elementales dejan...”, nos revela la lucidez de Borges.
Escribo para hablar de Óscar Rugama, un chiquito de 9 años que conoció el mar el último domingo de octubre. Lo veo en varias fotos de una nota periodística y revivo el recuerdo de mi primer viaje al Pacífico hace ya tantas décadas.
Óscar sonríe y brilla en sus ojos la luz inconfundible de la alegría, la luz que invade a quien consigue agarrar la felicidad aunque sea un instante.
En una de las imágenes viaja en bote y destaca a sus espaldas el verde de un mar que reconozco y allá, al fondo, el hilo arenoso de la costa. En otra flota en el agua y en otra juega en la orilla.
Sonríe a pesar de la enfermedad y del dolor, a veces solo apagado por el poder de la morfina; sonríe porque cumple un sueño y lograr eso, que es tanto, tiene el poder tranquilizante que encontramos también en las palabras bondadosas.
Cuenta la madre que a su niño lo sorprendió el tamaño inmenso del mar antes solo imaginado, pero ella no sabe explicar por qué Óscar respondió Cahuita cuando tiempo atrás le preguntaron dónde quería conocerlo.
¡Conocer el mar y conocerlo en Cahuita! Osquitar, sos un niño afortunado y valiente.
Llevarlo no fue sencillo. Hizo falta gente que se uniera para transportarlo con comodidad desde Río Frío hasta el Caribe sur.
Un batallón de amor se formó en torno a él: una enfermera de Cuidados Paliativos estuvo siempre cerca y cerquísima estaban los papás y las hermanas, que tampoco habían contemplado antes la inmensidad vista desde los comienzos por los más grandes aventureros y conquistadores.
Óscar descubrió en un pueblo hermoso que el mar es real y es infinito, que va y viene y que, como la vida, acaricia y a veces golpea.
Para ir hasta allá lo movió un sueño, que es otra forma de llamar al deseo, que es otra forma de llamar al más poderoso motor humano, ese cuyo sonido vital busca siempre las maneras de imponerse a la adversidad. Y ocurre que lo consigue.
Ser policía fue lo más cerca que estuvo Juan José Andrade Morales de su sueño de ser militar. Aunque creció en un país que abolió el ejército muchos años antes de que él naciera, este puntarenense dice que nutrió aquella idea de la historia de su padre, un ecuatoriano que hizo servicio militar, perteneció a la milicia y fue marino de barco mercante en su país natal.
“Entonces desde pequeño las historias del servicio militar me llamaron la atención. Tuve un intento de irme para Ecuador, mi locura estaba en que quería meterme al ejército, pero se vino un problema geopolítico donde Ecuador se ve inmerso, se cierra la Academia Militar y entonces se me trunca el sueño”, cuenta Andrade, durante una mañana tranquila de octubre.
Señala ese anhelo de pertenecer a la milicia ecuatoriana como el impulso que lo llevó luego a la planilla del Ministerio de Seguridad Pública de Costa Rica, primero como asesor legal –una de sus múltiples carreras es abogado y notario–, después como Director Regional de la Policía de Puntarenas y de Alajuela, y más tarde como Director General de la Fuerza Pública y Viceministro de Seguridad Pública.
Actualmente, desde las ondas de Teletica Radio, Andrade mantiene “vivo” el espíritu de “servicio a los demás” que asegura, siempre tuvo. En esa emisora lanzó hace poco más de un año el programa radial Te presento el presente, una producción sabatina de corte motivacional, inspiracional y cargado de información positiva.
La idea de vestir con uniforme camuflado se esfumó de la mente de Andrade tan pronto entró a Seguridad Pública en el año 2000. Ahí, muy lejos de los valores de cualquier milicia del mundo, se trazó por objetivo humanizar el cuerpo policial, poniendo a los oficiales como centro, incluso por encima de la responsabilidades que significan el ejercicio policial. “Un policía sano en su vida integral le hará más bien a la sociedad”, opina.
También promovió una guardia civil mucho más cercana al pueblo con la implementación de nuevos modelos de estrategia en el trabajo contra la delincuencia que resultó, según su criterio, en una identidad más consolidada de la institución policial.
“Hicimos un esfuerzo para que después de 60 años, la Fuerza Pública tuviera su propio himno y lo logramos. Además, asentamos eventos que hoy son de reconocimiento nacional como el del Día del Policía y el del Día Nacional de la Policía, ambos el 7 de noviembre, y consolidamos la Fundación Corazones Azules que se creó para acompañar a las viudas de los policías que han caído en servicio”, señala.
Precisamente el pasado 7 de noviembre, la Fuerza Pública cumplió 70 años desde su fundación. De lejos, Juan José Andrade cuenta que ve con nostalgia a la institución de la que se apartó para reinventarse como persona y como profesional (además de las asesorías que ofrece en materia de seguridad actualmente cursa un postgrado en Política Criminal de la Universidad de Salamanca de España), aunque dice que todavía le pican los pies cuando ve los operativos policiales.
“Claro que cuesta quitarse el uniforme de la Policía. Yo sigo pendiente de lo que pasa alrededor de la Fuerza Pública, alrededor de las comunidades y en el hemisferio porque tengo muchos amigos exdirectores de policías de varias partes del mundo (fue vicepresidente de Comisión de Jefes y Directores de Policía de Centroamérica, México, Caribe y Colombia y presidente de Ameripol). Porque ya no tenga el uniforme no voy a dejar de ser policía. Ese chip uno lo mantiene siempre”, manifiesta.
MOVIDO ‘BAUTIZO’
Juan José Andrade piensa que fueron las buenas recomendaciones de anteriores jefes suyos quienes lo encaminaron al máximo eslabón de la Policía Administrativa del país. El 1.° de octubre del 2010, en una “ceremonia hermosa” donde participaron sus padres, él asume su nuevo cargo, pero dos días después una llamada al 911 alertó de lo inesperado
exdirector de la Fuerza Pública.
Juan José Andrade,
En medio de una zona rica en flora y fauna, con una playa de mar sereno y arena suave como testigos, la cadena internacional RIU Hotels & Resorts celebró por todo lo alto sus primeros 10 años en nuestro país.
Ubicados en la paradisíaca localidad de Matapalo, en Carrillo de Guanacaste, los hoteles Riu Guanacaste y Riu Palace Costa Rica resumen su primera década con una lista de éxitos que incluyen el trabajo en colaboración con sus comunidades aledañas, generación de empleo, y desde luego una amplia oferta de relajación y entretenimiento para sus huéspedes, tanto locales como extranjeros.
Como parte de las celebraciones del aniversario, la cadena inauguró el pasado
1. ° de noviembre un nuevo complejo de entretenimiento para sus visitantes. Se trata de un parque acuático Splash Water World que cuenta con tres toboganes de distintas velocidades, juegos de chorros y pistolas de agua y dos amplias piscinas.
En su primer día de diversión, el Splash recibió la visita de varios invitados especiales, así como de huéspedes de los dos hoteles que disfrutaron de la adrenalina de deslizarse por primera vez en la atracción. El pequeño Andrey Umaña, de ocho años, fue el elegido para cortar la cinta de inauguración; el niño de inmediato aprovechó el buen sol para gozar de los toboganes.
Andrey llegó emocionado a conocer los nuevos toboganes en compañía de sus padres y otros familiares; ellos visitaron los hoteles RIU desde Playa Zancudo, de Puntarenas.
“RIU quería ofrecer un valor añadido, un servicio complementario y una renovación de los servicios con los que contaba el resort. El Splash ya tuvo muy buena acogida a partir de la inauguración”, explicó Cristina Denche, subdirectora del RIU Palace.
TRABAJO EN EQUIPO
“Antes de la llegada del hotel, esta comunidad era un pueblo que vivía de la ganadería y de la agricultura. No teníamos nada que ver con el turismo, el hotel empezó a involucrar a muchas personas de la comunidad. Hemos trabajado de la mano”, afirmó Sergio González, de la operadora turística Alex on the Beach, que ofrece servicios de excursiones, paseos, traslados, pesca deportiva, entre otras actividades en playa Matapalo.
RIU no solo se trata de buena comida, entretenimiento y descanso. Detrás de sus operaciones hay mucho trabajo para alcanzar estabilidad y protección del ambiente sin dejar de lado la generación de beneficios a la localidad donde están ubicados, con la colaboración de las autoridades y microempresarios de la zona.
“En estos 10 años hemos impulsado mucho la zona de Guanacaste tanto económicamente como socialmente y en el tema ambiental. La relación con los vecinos es muy estrecha, hemos elaborado ciertos desarrollos en carreteras e infraestructuras, hasta el momento nos ha ido muy bien”, agregó Denche.
Los hoteles de esta cadena
española generan 1.055 empleos estables para costarricenses, de los cuales el 91% de los trabajadores de RIU son guanacastecos, en respuesta a una política de recursos humanos que busca la contratación, formación y promoción de personal local en sus hoteles.
“Tengo compañeros de Liberia, Filadelfia, Santa Cruz y Belén; el empleo en RIU abarca a muchas zonas de Guanacaste. Hay capacitaciones periódicamente en diferentes áreas, los jefes nos dan la posibilidad no solo de capacitarnos acá sino también de buscar crecimiento personal, como en mi caso que terminé mi maestría en alta gerencia”, narró Moisés Mora, supervisor de recepción que tiene más de dos años de laborar para RIU.
También los trabajos indirectos han tenido un crecimiento en esta década, así lo confirma Leticia Rodríguez de Bigotes Tour, una microempresaria entre las 100 familias que se ven beneficiadas por las operaciones de RIU en Matapalo.
“La relación con el hotel ha sido muy buena. Hemos trabajado en equipo a pesar de que somos competencia para muchas empresas adentro, nos apoyan, nos impulsan a organizarnos, nos ayudan a recoger la basura. La venida del hotel acá ha sido buena porque de ahí hemos nacido los pequeños empresarios, tal vez el que era agricultor tiene su propia empresita, hemos ido subiendo hasta la calidad de vida de los vecinos”, dijo Rodríguez, quien comenzó su empresa con un par de caballos prestados y que ya alcanzó a tener los 20 animales, además de diversificar su oferta con la compra de cuadraciclos para los paseos.
Rodríguez explicó que los turistas extranjeros que llegan a los hoteles RIU buscan además de la comodidad del hospedaje tener un contacto directo con la naturaleza. Allí es donde los pequeños empresarios turísticos, e incluso los vendedores de artesanías que se ubican en las zonas aledañas a los hoteles, se ven beneficiados.
“Para nadie es un secreto que a muchas familias les ha mejorado la calidad de vida. La educación ha mejorado por los cursos que se ofrecen por parte del Instituto Nacional
de Aprendizaje porque el hotel también se ha preocupado por mantener un canal abierto entre la playa, el hotel y las instituciones públicas”, agregó González.
La utilidad es para todos, así lo afirma el operador turístico. “Hay muchas personas que obtienen ganancias, si yo vendo un tour a Palo Verde, por ejemplo, gana el de transporte, el señor del bote, la señora que cocina la comida, el artesano; es decir todos contribuimos a que la ganancia se extienda más”, explicó.
Como parte de ese tra
“Antes de la llegada del hotel, esta comunidad era un pueblo que vivía de la ganadería y de la agricultura. No teníamos nada que ver con el turismo, el hotel empezó a involucrar a muchas personas de la comunidad” Sergio González,
operador turístico.