La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
La pasión por cuidar las riquezas naturales de nuestro país es lo que motiva la operación del hotel Belmar, que recién recibió la certificación de carbono neutralidad de Inteco, siendo el primero de la zona en alcanzar esta distinción gracias a sus prácti
cuando eso sucede le damos prioridad a productores locales”, cuenta Richard Garro, coordinador de Sostenibilidad de Belmar.
Los desechos del restaurante, lejos de ir al basurero, son recolectados en su totalidad y llevados a la estación de compostaje para crear abono, que asimismo será utilizar para enriquecer la huerta.
Los huéspedes son invitados a conocer de cerca la filosofía que los distingue y se les explica de forma creativa el paso a paso que se realiza hasta obtener el abono. Este es una actividad gratuita y opcional para los huéspedes.
La huerta tiene gran variedad de vegetales como unas 65 especies de lechugas, arúgula, rábanos, espinaca, tomate, remolacha, culantro y uchuvas, hasta otros menos conocidos como amaranto, acelga y kale – entre otros– cosechados de forma orgánica sin la intervención de ningún pesticida. De esta forma, se garantizan no solo los ingredientes más frescos bajo el modelo de Farm to Table (De la finca a la mesa) pero, por ejemplo, se elimina la huella ambiental que hubiera significado el transporte de algunos de estos ingredientes hasta el hotel, entre otros impactos al ambiente.
De hecho, la administración le da a la huerta el mismo tratamiento que se le otorga a un proveedor externo con el objetivo de cuantificar cuál es el aporte económico de este proyecto. “Actualmente, la huerta está generando entre millón y millón y medio de colones por mes y va subiendo”, afirma con orgullo Garro.
“El hotel siempre ha operado bajo ese principio de sostenibilidad, es importante tener claro que la gente viene a ver el bosque por eso hay que cuidarlo. Utilizamos productos biodegradables que están hechos por una familia local”, dijo Belmar.
“Los jardines están llenos de plantas nativas, lo cual atrae a las mariposas y colibríes y hace más atractiva la visita. Lo que se produce en la huerta se utiliza en el restaurante, en el bar de jugos y también en el bar con una mixología a base de hierbas y siropes hechos en el lugar con licores y hierbas”, explicó Jerome Percepied, gerente de Operaciones.
Una opción que encanta a
“Nuestra idea es producir todo lo que necesitamos en la cocina, de hecho, nos aflige cuando requerimos algo que no producimos nosotros” Richard Garro, coordinador de Sostenibilidad de Belmar
los visitantes es la experiencia gastronómica en la cual, hasta un máximo de ocho comensales, disfrutan de una comida en una mesa instalada a un lado de la huerta, y en medio del bosque nuboso, donde el chef Roberto Montoya se encarga de preparar platillos con base en lo que los invitados recojan, canasta en mano, en la huerta, y con otros ingredientes cuidadosamente seleccionados para que su impacto ambiental sea mínimo o nulo, por ejemplo, se utiliza solo pesca responsable.
La familia también cuenta con otra propiedad adscrita, una finca ubicada a unos 20 minutos de distancia, llamada Madre Tierra donde producen huevos, leche, café, caña y otros cultivos que se utilizan en la operación del hotel. Los visitantes también pueden conocer de primera mano la operación de la finca y sus esfuerzos ambientales.
Aquí se ofrece un tour de agricultura sostenible en el que se puede aprender sobre la forma en la que se elaboran distintos tipos de queso y degustarlos, y se visita la granja de huevos con gallinas de pastoreo, las cuales viven en un ambiente más libre distinto al de una fábrica de producción. También se puede incluir una cabalgata por la propiedad. No es necesario ser un jinete experto para vivir esta experiencia. La duración del tour es de medio día.
Según explicó Andrea Suárez, administradora de la finca, “todo esfuerzo cuenta e incluso no sabemos si lo que hacemos será suficiente, sin embargo, no hay que dejar de dar la pelea por intentar rescatar al planeta”.
En el caso de la finca, que también es carbono neutral, la mayor emisión proviene de las vacas y apenas cuentan con cuatro, según Suárez, las cuales se utilizan para la operación del hotel por lo que gracias a sus esfuerzos se neutraliza su huella. Usted podrá ordeñarlas y alimentar a los terneros, entre otras actividades.
“Estamos en tiempos en que los esfuerzos por reducir y mitigar emisiones de carbono han cobrado una relevancia de primer orden en el mundo, y es muy notable que, en acuerdo con nuestra visión como empresa, hemos sido pioneros en este campo. De igual forma estaremos haciendo aún más esfuerzos este año y los siguientes en la lucha contra el cambio climático, y motivamos a la comunidad y el sector a que se sumen a estas iniciativas y juntos promovamos un turismo sostenible”, concluyó Pedro Belmar.
EN LO MÁS ALTO
El más reciente proyecto adscrito a hotel Belmar es Savia, una reserva privada de ocho hectáreas que busca innovar y generar experiencias de protección al ambiente.
Andrés Valverde es el director de este proyecto y afirma que el nombre de Savia hace referencia a lo que se conoce como la sangre de las plantas y es asimismo un símbolo de energía.
Uno de sus mayores atractivos es la plataforma Ficcus, la cual es única en el país, y que permite observar el bosque nuboso desde la copa de un árbol, una experiencia única y mágica que le hará ver el bosque desde una perspectiva nunca antes posible, gracias a la construcción de tres plataformas en un árbol de higuerón. “Todo se realizó bajo un profundo respeto a la naturaleza, nuestra idea es profundizar sobre todo lo que está pasando en el bosque”, aseguró Valverde.
La experiencia de Savia busca tener un enfoque más holístico sobre la historia natural del lugar, educación ambiental de la mano de la comunidad científica y guías capacitados. El lugar entró en operación en noviembre.
En el lugar es posible observar gran variedad de plantas nativas así como de aves como el quetzal, pájaro campana y la pava negra, entre otros. Sin embargo, Savia es mucho más que una caminata por el bosque nuboso. Está diseñado de manera tal que se estimulan todos los sentidos con olores, colores y hasta sabores.
El diseñador paisajista Felipe Negrini fue el encargado de garantizar este aspecto. “Nos aseguramos de que la ejecución del diseño de los senderos utilizara un modelo sostenible con la menor afectación y en el que se pudiera desarrollar la parte sensorial”, aseveró.
Según Vera Zeledón, propietaria de Belmar, todos los esfuerzos que estos tres proyectos realizan por contribuir a la conservación del ambiente representan un costo para su operación, sin embargo, ella incluso lo ve más como una inversión, ya que está segura de que cada vez son más los turistas que planean sus vacaciones con opciones de estadía sostenible para dejar la menor huella posible durante su viaje.
Al igual que en sus videos de El Bananero, Adrián Narío tira un cigarro al aire y lo atrapa con su boca. Lo prende, relaja sus músculos y me cuenta que anoche estuvo viendo una serie de Netflix llamada The Politician.
Adrián me contactó un día antes de nuestra conversación. Su mensaje decía: ‘Aloja Jorge! Acabo de ver la tremenda nota que hicistes y te busqué”, en referencia a la publicación que escribí en octubre en la Revista Dominical sobre sus diez años de sostener un canal en YouTube, texto que Adrián recibió con felicidad al punto de ofrecerme una entrevista por videollamada.
Así que ahí está Adrián, El Bananero, la leyenda de YouTube que se popularizó gracias a sus incorrectas parodias de películas hollywoodenses y chistes que no respetan a nadie (ni a sí mismo). Nacido en Nueva Jersey, criado en Uruguay y radicado en Miami, Narío es una de las figuras más conocidas del humor en línea en Latinoamérica. Sus videos han divertido y ofendido por igual.
En la pantalla, Adrián me realiza una visita guiada por su casa: me enseña la muñeca inflable que utiliza en sus vídeos, así como las guitarras que toca para sus jingles irreverentes como
La balada de Navidad de El Bananero.
Todo lo hace con gracia, con una humildad ajena a la de alguien que recibe más de un millón de visitas por cada uno de sus vídeos en YouTube. Su carrera y estilo, que ha logrado resistirse al paso del tiempo, fue la excusa para abordar cómo Adrián vio nacer al personaje que le esculpió su vida.
–Cuando comenzaste, hacías vídeos en una época menos políticamente correcta. ¿Cómo es ahora sentarse frente a la computadora y pensar en lo que vas a realizar?
–Justo ahora (comienzos de octubre) estoy haciendo un vídeo llamado El Bananero vs Greta Thunberg y tengo que buscar el balance justo entre un chiste gracioso y no ofender en demasía a nadie. Obviamente quienes están
Tras la retrospectiva publicada en ‘Revista Dominical’, Adrián Narío conversa de manera relajada sobre el lado poco imaginado de su vida. Sin ser autocompasivo, habla sin tapujos sobre los períodos grises de una vida de risas en la web
con la cultura de cancelación se ofenden por cualquier cosa... Yo puedo ser muchísimo más ofensivo, pero si me bajan el video a la mierda el esfuerzo de la producción, se convierte en algo inútil. Cuando empecé todo me chupaba tres huevos. Aparecían pijas, yo cagando, cosas súper homofóbicas sin sentido... Era diferente. Ahora, cuando yo digo trolazo, por ejemplo, no me refiero a alguien homosexual sino al que actúa como una puta: el que se ofende y el que es delicado. No tiene que ver con su orientación sexual. Iván el trolazo obviamente es homosexual, pero ahí lo que quería era sacar un chiste.
–Imagino que con tus amigos es muy sencillo de explicar, ¿pero cómo ha sido con tu familia?
–Apoyo total. Mi madre me dice “ay, qué bueno estuvo ese vídeo”. A ella le gusta cuando yo aparezco bailando o haciendo el ridículo porque cuando de chico yo era muy introvertido y avergonzado. Ahora ella ve otra faceta de mí. Mi padre me dio todo el apoyo del mundo. Él se jactaba de ser el padre del Bananero cuando iba a los bares. Hizo que grabara vídeos diciendo “sape” y la gente decía: “mirá, ahí está el Bananero con su padre”.
–¿Y cómo es la vida en tu barrio? ¿Tus vecinos saben que al lado vive el Bananero?
–Yo tengo como un escudo protector por vivir en Miami, ya que la mayoría de mi público radica en Latinoamérica, pero vivo en una parte donde hay mucho tráfico de argentinos y uruguayos y la gente reconoce la fachada de mi casa porque la he puesto en vídeos. Una vez por semana escucho bocinazos y me gritan: ‘gordo puto, la concha de tu madre’ o me dan portazos a cualquier hora y sale alguien gritando ‘¡es el Bananero!’. También me ha asustado porque una vez en la madrugada vi unas sombras que me gritaban “salí gordo puto”. Pensé que alguien quería venir a romperme todo y vi que era un fan. Me he llevado un par de cagazos, pero es culpa mía por haber expuesto mi casa.
–En tus shows en vivo la gente te grita eso mismo… Acá en Costa Rica la gente estaba feliz de pagar el show para gritarte ‘puto’...
–Exacto. Soy una bolsa de boxeo de groserías y eso es una gasolina que me alimenta. En los shows en que la gente se comportó educadamente fueron los peores porque no me podía soltar. Yo prefiero entrar y que me griten ‘gordo sidoso, hijo de mil putas’ porque sé que estoy con mi público. Estas personas pueden ser de la peor calaña, pero son igual que los fanáticos del heavy metal: son súper fieles. Se saben los textos de mis vídeos mejor que yo. A veces me equivoco en una parte y me corrigen.
“En otros casos me putean tanto que no puedo hablar y tengo que trolearlos. En México había un muchacho con la novia y no paraba de decirme ‘gordo de mierda’. Yo le dije: ‘este gordo de mierda se va a coger a tu novia después del show’. Él se puso malísimo y me miraba con cara de odio y le dije: ‘sacá esa cara de culo, no me voy a coger a tu novia... Me voy a coger a tu madre’ y todo el mundo estalló. Lo maté.
–¿Alguna vez has sentido que algún fan ha pasado el límite?
–A veces pasa. No tanto con el público porque yo sé lo que me puedo esperar. Es gente que está muy excitada. He estado rodeado de otakus, adolescentes con olor a culo y sobaco... Yo sé en lo que me metí. Lo que a veces es incómodo es con el personal de los eventos quienes también son seguidores. A veces no me dejan comer y me gritan cosas. Pasó un par de veces que me tiré un rato a dormir y cuando me desperté habían unos tipos filmándome para sus blogs. Yo les dije “te voy a cagar a patadas el culo” porque eso no está bien. Ese es mi espacio personal. Piensan que soy solo el personaje, pero yo soy Adrián. La gente se tiene que dar cuenta que no soy el Bananero todo el tiempo.
–E imagino que con los shows se desató...
–Los shows eran algo que no hacia y empecé a hacer porque estaba sin creatividad para el Bananero, estaba pasando un momento depresivo de mi vida. Utilicé las giras para hacer algo con mi vida. Gracias a eso salí de un pozo anímico porque
“Ahora hago ejercicio. Me gusta salir en las mañanas a correr y después hacer un poco de pesas. Como sano porque no cuidé mi organismo. Ves mis fotos del 2014 y yo estaba súper gordo y hecho mierda. Ahora me cuido un poco más y me siento mejor”. Adrián Narío, comediante uruguayo
mi padre agarró cáncer y eso me pegó. Estaba muy sensible y caí en depresión, incluso dejé de hacer vídeos por un tiempo. Empecé a tomar y drogarme mucho...
–¿Cómo te ayudaron los shows en esa etapa?
Las giras me hicieron conocer otros países de Latinoamérica y Europa. Fue lo mejor que me pudo pasar en esos años. Después me puse de novia y me ayudó mucho a estar más estable en mi cabeza. Aquí en Miami hay mucha joda, mucha gente que es la noche, entonces no tenía la combinación correcta de cosas. Ahora puedo decir que me encuentro en un lugar mucho mejor y feliz.
–Ahora que trabajás para una productora, ¿cómo hacés para que el trabajo no te resulte abrumador?
–Ahora hago cosas esporádicas para la productora porque quiero dedicarme en un 100 % al Bananero. Estoy trabajando en un app y soy más activo porque puedo hacer un vídeo por semana. Espero poder vivir del Bananero y estoy en ese período de prueba. Por ahora es complicado porque no me quieren monetizar ni un puto vídeo y uno de cada diez publicaciones en redes sociales me la bajan. Por eso recurro a una app y un sitio web independiente, para no preocuparme por esta cultura que es tan sensible.
“No hay un parámetro en esta cultura, pero al menos parece ir en ascenso. Algo que suena firme como las luchas contra la intolerancia al género y al sexo son buenas, pero luego aparecen grupos de idiotas que lo reducen a que alguien los trató mal en una cena. Son movimientos que llegan desvirtuados a las terceras generaciones. Espero que lleguemos a un equilibro.
–Siento justamente que muchos de quienes están cansados de esa corrección política encuentran refugio en tus vídeos...
–Creo que es por ese motivo que sigo siendo relevante a esta altura. Yo seguiría haciendo vídeos aunque tenga pocas vistas, pero me costaría. Saber que cada vídeo llega mínimo al millón de vistas me dice que hay un público.
“Muchos crecen y dicen que el Bananero ya no es gracioso. Yo sigo haciendo la misma mierda de hace 15 años; el tema es que la gente cambia. Yo puedo decir ‘pija
culo teta’, pero obvio hay un recambio generacional y a algunos de ellos sí les interesa mi humor.
–¿Cuál ha sido el mejor momento del Bananero en todos estos años?
–Creo que la época dorada fue por ahí del 2007, 2008... Yo empecé a subir vídeos a YouTube, no porque fuera youtuber, sino porque el hosting de mi sitio web no alcanzaba y si ponía los vídeos se caía mi página. Fue un tema de banda ancha porque mi servidor no aguantaba 50 mil visitas diarias. Yo tampoco tenía entrada de plata y apenas podía pagar $20 para sostener el sitio. Nunca pensé que eso iba a convertirse en algo. Se rompió el molde con el vídeo de Harry Potter que alcanzó 40 millones de vistas en el canal. Aproveché y puse anuncios de Google en mi página, pero a los diez días me lo sacaron por el tema del contenido.
–¿Cómo surgieron las frases que dice El Bananero?
–El “sape”, el “más bien, loquita”... Todas esas eran frases de mi grupo de amigos en la banda Once Tiros. El “sape” era algo que decíamos todos los días. El “estás como loquita” era una frase de un panadero. El panadero caía a la grabación diciendo eso y lo apropié para mis vídeos. Pasé de tener una sala de grabación con ellos a venir a Estados Unidos a estar solo sin amigos. Esa fue mi mochila de recuerdos de esa época. La utilicé para vivir el momento.
–Pareciera que los límites entre Adrián y el Bananero se borran, ¿cómo separás a tu personaje?
–Debo reconocer que me gustaría ser el Bananero, pero no lo soy porque no tendría el recibimiento que tengo adonde voy, donde la gente se me puede acercar. Yo voy a una cena de unos amigos y me gusta charlar sobre cine, política... Si el Bananero fuera a esa misma cena gritaría ‘sape’, ‘¿dónde está la cerveza?’, ‘quiero papita, lokita’... No sería la misma cosa porque el Bananero no podría encajar.
“El Bananero es Adrián sin ningún tapujo de vergüenza ni de valores morales. Sin todo ese don de ubicuidad, sin lograr comportarse en el lugar donde está. El Bananero es esa cagada que mantiene mi esencia. Cuando soy Adrián pienso como el Bananero, pero simplemente no actúo como tal.