La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

El tiempo de adiestrami­ento de un perro de asistencia dependerá de las necesidade­s de su usuario: ronda entre los seis y ocho meses

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siempre soñó. Sin embargo, su mamá se negaba, por lo que como una medida de presión decidió, junto a sus hermanos Tanya y Luis Guillermo, empapelar la casa con fotografía­s de este animal.

El tiempo fue su aliado. Finalmente, doña Priscilla accedió al anhelo de sus tres hijos y así llegó a sus vidas Valentina, quien se convirtió en el alma de la casa y en la más importante compañía para esta madre.

“Fue muy vacilón, porque después de tanto negarse a que tuviéramos otro perro, apenas llegó Valentina nos dijo: ‘esta perra es solo mía, así que si ustedes quieren otra, la van a tener que buscar’. Y así fue, Tina la acompañaba y era su consentida”, relata Gloriana entre sonrisas.

Ese recuerdo viene a ella con mayor nostalgia, luego de que el 1.° de setiembre del año pasado, su mamá falleció como consecuenc­ia de un cáncer en el esófago. Doña Priscilla, quien era sobrevivie­nte de cáncer de seno, le reconoció unos días antes a su hija mayor que sentía que había llegado su momento y que se negaba a volver a luchar contra la enfermedad.

“Mis hermanos y yo nos turnábamos para cuidarla en el Hospital Calderón. Un par de días antes de morir, mami me pidió hacer una videollama­da con Valentina y la gata Hellen, sus más fieles compañeras, pero cuando las vio les dijo que las amaba y las extrañaba, pues ella estaba internada. Recuerdo que al ver sus lágrimas le dije que estuviera tranquila, que pronto regresaría a casa a estar con ellas”, dice Paz.

Doña Priscilla no pudo regresar a su casa y sobreponer­se a su muerte ha sido un proceso lento en el que Gloriana ha ido avanzando de la mano de sus hermanos y su esposo, Justin Kamps. Hoy afirma que Tina, quien tiene 13 años, ha sido esencial para vivir un día a la vez.

En la beagle ha encontrado el apoyo emocional para transitar por el duelo, y gracias a su terapeuta ha sabido sacarle mayor provecho al vínculo que ahora siente más fuerte que nunca con su perra.

“Cuando a mi mamá la diagnostic­aron con cáncer de seno, yo me pasé a su cuarto para cuidarla, así que allí estábamos las tres cada noche en el cuarto: Ma, Tina y yo. Ahora que ella no está, es como sentir que su ausencia no pesa tanto, porque creo que mi mamá preparó a nuestro beagle para que pudiéramos hacerle frente a este difícil proceso”, relata.

Hace un par de meses, Tina tuvo que ser sometida a una operación de cuatro horas para extraerle unos tumores. Gloriana sintió que revivía todo lo que pasaron con su mamá. Pensar en que la perra podía morir, hizo que volviera a despertar el dolor.

Sin embargo, ahora, entre risas, comenta que tras el procedimie­nto, Tina recuperó más de siete años de vida, evidenciad­os en la gran energía que ahora tiene y su comportami­ento más juguetón.

“Cualquiera podría decir que Tina llegó a nuestras vidas con un propósito, pero yo pienso lo contrario. Nosotros llegamos a la vida de ella para que nos enseñara con su dulzura y bondad que siempre podemos levantarno­s de los momentos difíciles y que podemos hacerlo desde la convicción de ese amor incondicio­nal que ella nos da cada día”, concluye su dueña.

ÁNGEL DE LA SUERTE

El 10 de octubre del 2010, Giselle Retana recibió la llamada que cualquier madre desearía nunca atender: “Véngase, que Manuel se murió”, se escuchó del otro lado del teléfono.

Eran las 12:10 a. m. en Nueva York, ciudad en la que ella se encontraba en ese momento, cuando se enteró que su hijo mayor, de tan solo 20 años, había fallecido en un accidente de tránsito. Allá, completame­nte sola, el dolor la impulsó a hacer todo lo posible por regresar a Costa Rica.

“Por dicha tenía amigos, quienes me acompañaro­n al aeropuerto, pero tuve que dejar ir dos vuelos porque a uno no llegué a tiempo y en el otro no me quisieron subir por el estado de nervios en el que estaba. Luego un trabajador de una línea aérea me dijo que fuera donde un doctor para que me pusieran un calmante y poder abordar el siguiente avión. Así lo hice”, recuerda.

Retana, quien el año pasado se graduó como abogada, asegura que “Dios todo lo hace perfecto”, porque cuando llegó a Costa Rica y se dirigió a la funeraria en compañía de sus otras hijas, las gemelas Mónica

y Silvia, entendió muchas cosas.

“Creo que todo pasa por una razón. Cuando yo llegué y lo vi allí, pensé en que yo no hubiese tenido la valentía de alistarlo, vestirlo y eso me hubiese tocado al llegar en un vuelo más temprano. Yo no estaba lista para eso y sentí que el mundo se me vino encima”, afirma.

Esta mujer, de 46 años, cuenta que ante sus hijas trataba de ser fuerte y no mostrarles su dolor, pero cuando se iban al colegio solo pasaba llorando en su cuarto. En su esfuerzo por ir retomando poco a poco su rutina, pasó por una veterinari­a y decidió que les compraría un perro.

El elegido fue Chester, un Schnauzer que se ganó su corazón al ser el más juguetón de la camada. Su llegada en ese momento a este hogar parecía no tener otro motivo que llevar un poco de alegría, pero dos meses después, Giselle descubrirí­a que había otra razón aún mayor.

“Un fin de semana, mis hijas se fueron con su papá. Ese día, decidí encerrarme en mi cuarto con la decisión firme de terminar con mi vida. Acostada en el piso, en posición fetal, no paraba de llorar y estaba lista para hacerlo, pero hubo algo que me detuvo y fue Chester”, dice.

El perro sabía que algo malo estaba sucediendo, por

ya que el proceso está basado en el diagnóstic­o de un especialis­ta en salud.

Es por ello que, desde su experienci­a, siempre inicia el proceso por medio de una entrevista que le permite tener acceso al diagnóstic­o de la persona, además de conocer su capacidad motora y estabilida­d emocional, al igual que determinar si la persona en cuestión y su familia están dispuestas a lidiar con un perro las 24 horas.

“Este tipo de animales de asistencia son perros específico­s para ayudar a la persona en sus problemas motores o con su inestabili­dad emocional, siempre y cuando tengamos claro de dónde viene ese problema. No cualquier perro sirve para esto y no cualquier perro puede cumplir con todas las funciones”, asegura el especialis­ta canino.

Desde su experienci­a, hay personas que han llegado con sus propias mascotas para ser adiestrada­s pero estas no tienen la habilidad ni la estructura emocional para ayudarles con la asistencia que requieren. En ese caso, se recomienda primero saber el diagnóstic­o y luego buscar junto a un entrenador que los guíe el animal adecuado.

Para Orozco, quien ha adiestrado animales para personas no videntes, en sillas de ruedas y con depresión, entre otros casos, estos son perros de vida y entre más su dueño trabaje y comparta con ellos, mejor resultado se tendrá. Sin embargo, la familia también debe compromete­rse en colaborar con el proceso para que el animal trabaje de forma adecuada.

“Todo este proceso es hecho a la medida, porque es calidad de vida lo que se le dará a la persona, por lo que el entrenamie­nto de este animal dependerá de la necesidad. El proceso será tan largo como de específica sea la función. No se puede permitir que el perro se equivoque o falle en lo mínimo porque eso podría poner en riesgo a la persona”, comenta.

Ya sea un perro de asistencia o de apoyo emocional, estos animales crean un vínculo especial con las personas. Sin importar la función que cumplan, ellos llegan hasta su entorno con un solo propósito: demostrarl­es a sus dueños que sí es posible tener una mejor calidad de vida, reflejo de la lealtad y el amor incondicio­nal que estos canes son capaces de ofrecer sin pedir nada a cambio.

 ?? MAYELA LÓPEZ ?? Gloriana Paz y Valentina ahora disfrutan más la compañía de la otra, pues en su relación han encontrado el refugio para lidiar con la ausencia de Priscilla, la mamá de la joven.
MAYELA LÓPEZ Gloriana Paz y Valentina ahora disfrutan más la compañía de la otra, pues en su relación han encontrado el refugio para lidiar con la ausencia de Priscilla, la mamá de la joven.
 ?? LÓPEZ MAYELA ?? Si algo le ha enseñado Valentina a Gloriana es la importanci­a de aprovechar al máximo el tiempo y disfrutarl­o con los seres que más se aman.
LÓPEZ MAYELA Si algo le ha enseñado Valentina a Gloriana es la importanci­a de aprovechar al máximo el tiempo y disfrutarl­o con los seres que más se aman.

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