La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

Santas confesione­s

Para muchos son la representa­ción de la alegría e ilusión, pero su labor no es tan fácil como parece. Tres Santa Claus narran las aventuras y desventura­s de un oficio que implica trajes grandes y sonoras risas.

- LYSALEX HERNÁNDEZ A. lysalex.hernandez@nacion.com

Un portón eléctrico se abre en Hatillo 1. De ahí sale un hombre joven en pantalonet­a, con su cabeza rapada y una barba blanca, quien hace señas para seguirle el paso al interior de la propiedad.

Al finalizar la corta caminata, llegamos hasta su casa y nos invita a pasar a la cocina, donde sirve chocolate frío, galletas y coco deshidrata­do –su snack favorito–, al mismo tiempo que atiende una llamada en su celular.

“Es que hablamos de más de 650 chicos, así que la idea es que cada uno comparta conmigo al menos durante un minuto, entre la fotografía y la conversaci­ón. Lo que quiero es que ellos queden felices”, se le escucha decir.

Tras colgar, finalmente César Cordero se sienta, se disculpa y explica que se trata del espectácul­o que realizaría dentro de un par de horas en una escuela en Granadilla. Es entonces cuando nos da la bienvenida oficial a la casa de Santa Claus.

Este hombre, de 35 años, hace referencia a uno de los tantos shows que forman parte de su ajustada agenda en la época de Navidad, y que comienza a llenarse desde mediados de año.

“Ser Santa es una gran responsabi­lidad para mí, porque representa la oportunida­d de compartirl­e a otros la importanci­a de siempre tener fe y esperanza de que todo es posible. ¿Qué señal más real de que esto es así que cuando comparten con este personaje que piensan que es imaginario?”, explica.

Confiesa que desde niño ha creído en la Navidad y en Santa Claus, ya que para Cordero este personaje es el sentimient­o real y puro de la época decembrina, que según él se debe caracteriz­ar por ser solidario con el otro, escucharlo y hacerlo sentir acompañado. Según César, dicho propósito no debería limitarse a estos días, sino extenderse a todo el año.

“Podría decirle que todos somos Santas sin necesidad de ponernos un traje rojo, porque en estos días tenemos una mayor iniciativa a darle un abrazo a quien más lo necesita, estamos dispuestos a escuchar a otros y ofrecerle palabras de aliento. Sé que muchas veces podemos tener

limitacion­es económicas, pero esto resulta más valioso”, añade.

Llegó a este trabajo en octubre del 2014, cuando finalizó su contrato como el payaso Chikitón –otra de sus más grandes pasiones desde hace ocho años– con una tienda departamen­tal. Cansado de trabajar para otros, decidió hacerlo por sus propios sueños.

El primer paso fue utilizar los únicos ¢300.000 que tenía en ese momento para confeccion­ar el traje de Santa, labor que recayó en la diseñadora Ruth Alvarado, su mamá, y quien en la actualidad interpreta a la Señora Claus en los espectácul­os de su hijo.

“Mi mamá me cobró ¢200.000 por el traje y yo me asusté, porque solo me quedaban ¢100.000. Mi papá, que es conocido como Capirucho y que hace zapatos de payaso, fue quien me hizo las botas y me las regaló. Solo tenía ese dinero y la incertidum­bre de si encontrarí­a trabajo o no con el personaje”, relata entre risas.

Sus dudas quedaron en el pasado cuando un amigo le dio el contacto de alguien que le ofreció contratarl­o como el Santa Claus oficial del grupo automotriz Honda en el Festival de la Luz del 2014. Para ese entonces, no sabía muy bien qué hacer con sus gestos y tono de voz.

Con ese primer trabajo logró recuperar la inversión y le quedó una ganancia de cerca de ¢400.000, lo que significó un respiro mientras concretaba otra nueva oferta que vendría de la mano con dos actividade­s, una relacionad­a con niños enfermos de cáncer y otra con la entrega de instrument­os musicales a una de las bandas que participó en el tradiciona­l desfile josefino.

Dice que a partir de ahí comenzó, formalment­e, a adquirir experienci­a como Santa, especialme­nte en la forma en la que abrazaría a los niños, procurando cercanía con los chicos pero sin incomodar a los padres. Su objetivo siempre ha sido demostrar respeto.

“Recuerdo que una vez le dije a un niño que si quería sentarse en mi regazo para la fotografía. En eso la mamá se volteó y me dijo: ‘Jum, Santa, qué va. La verdad es que eso sonó muy feo en usted’. Yo solo le dije que de la abundancia del corazón hablaba la boca, posiblemen­te algo le pasó de pequeña, pero no todos somos iguales. Al final no dejó que el niño se tomara la foto”, expresó Cordero.

Otra de las lecciones que ha aprendido es a no compromete­r a los papás con los regalos que piden los niños para Navidad, leyendo las reacciones que tienen los adultos cuando escuchan lo que sus hijos quieren recibir. Eso lo entendió tras equivocars­e unas cuantas veces.

El saber conversar con las personas es otro de los talentos que ha fortalecie­ndo con el tiempo, especialme­nte cuando se trata de adultos mayores o familias de escasos recursos, algunas que incluso sienten que ya no tienen nada por qué luchar.

“Una vez fui a un hogar de ancianos y me le acerqué a una señora y le dije: ‘Mi niña, ¿cómo te va?’ Y solo me contestó: ‘Bien ¿y usted Santa?’ A lo que yo le respondí: ‘Veo que has perdido la dulzura que tenías de niña. Hace muchos años que no sé de ti. ¿Por qué nunca más me volviste a escribir una carta?’. En ese momento, los dos rompimos en llanto”, comentó Cordero.

Dentro de las otras anécdotas que atesora recuerda cuando hace tres años tuvo que cruzar el bulevar de San José vestido de Santa –pues

César Cordero dejó su trabajo en un call center, en el que era vendedor, para dedicarse de lleno a su oficio como el payaso Chikitón y Santa Claus

tiene como regla salir con el traje y el maquillaje listo desde la puerta de su casa– para comprar una campana en una tienda de artículos de la India. Sin embargo, casi no pudo llegar hasta el lugar.

“La gente se me acercaba y yo solo pensaba: ‘bueno, no importa, llegaré tarde al evento’. En eso se me acercaron unos policías a decirme que estaba haciendo mucho alboroto y les dije que necesitaba comprarme una campana. Para abrir paso ellos comienzan a decir que Santa tiene una emergencia, a lo que yo les respondí: ‘Bueno, muchachos, los declaro la seguridad del Polo Norte’”, relata haciendo más grave su voz.

En ese corre-corre que le trae el último mes del año, Cordero cuenta que la Navidad en su casa se celebra hasta el propio 25 de diciembre en el transcurso del día, ya que le toca pasar toda la noche previa y madrugada trabajando

en entrega de regalos y visitas especiales.

Eso sí, una vez que cuelga su traje de Santa Claus, a finales del mes, César reflexiona sobre lo que significa para él la inversión del personaje, no solo en la parte física –que lo llevó incluso a decolorars­e su barba natural–, sino en la contribuci­ón que hace a la vida de otros.

“Uno piensa que, tal vez, ahora sí está haciendo lo correcto. Todos tenemos cola que nos majen y yo antes de ser payaso y Santa no me considerab­a una buena persona, porque hacía cosas que no estaban bien. Es entonces cuando uno piensa que Dios tiene un propósito con uno y este es el mío, el ayudar a otras personas a través de este trabajo que lleva felicidad”, asegura Cordero mientras se seca las lágrimas.

MUY, MUY LEJANO

Hace tres años, Gunars Culkstens llegó desde Letonia a Costa Rica junto a su esposa, con un propósito muy claro: cuidar y ver crecer a su nieto, Gustav.

Cuando se le pregunta al pequeño de tres años quién es Opis (como se dice abuelo en letón), lo primero que sale de su boca es: “Opis es Santa”.

La afirmación del niño no está muy lejos de la realidad, ya que desde que llegó al país, Gunars aprovecha los días de diciembre para visitar escuelas, centros infantiles, principalm­ente de la zona de Turrialba, recibir las cartas de los niños y protagoniz­ar sesiones de fotos como el señor Claus.

Sin embargo, este hombre de 63 años no es el típico Santa que uno está acostumbra­do a ver en las distintas actividade­s de Navidad, a pesar de que su 1.92 metros de estatura, sus ojos color gris claro y su barba y cabellera blancas hagan pensar lo contrario.

“Lo único que él sabe decir en español es ‘Feliz Navidad’ y ‘Jo jo jo’. Cuando un niño pregunta por qué este Santa no habla español yo les pregunto que cómo les va a ellos en inglés, por ejemplo, y me dicen que más o menos. Yo les respondo que igual le pasa a Santa, que por su edad no es tan fácil aprender español”, relata Inga, su hija y quien es su ayudante oficial.

Para Gunars, esta es una forma de ayudarla a ella y a su esposo, el costarrice­nse Bryan Barquero, a quien conoció mientras ambos estudiaban en Portugal. Al casarse, en el 2012, la pareja decidió que sería este país en el que construirí­an su familia.

Convertirs­e en Santa no es algo que inició en Costa Rica, sino que es una tradición que comenzó desde que vivían en Letonia y él se daba a la tarea de entretener a su familia y vecinos, con la diferencia de que celebraban la Navidad el 31 de diciembre, ya que los países bálticos lo hacen bajo la religión ortodoxa.

Su traje fue confeccion­ado por la propia familia, de forma rudimentar­ia, con elementos que encontraro­n en su hogar. Para ellos, lo valioso es promover el mensaje de que lo importante es que quienes se le acercan a Santa Claus tengan algo que enseñarle. Esa es su verdadera celebració­n.

Gunars, quien se dedica a vender trucha y pollo asado, comienza con una dieta especial desde julio que, entre otros aspectos, incluye el no comer después de las 6 de la tarde y tomarse un vaso de agua con limón y bicarbonat­o todas las mañanas.

Este hombre también tiene la tradición de que en enero se quita la barba y se corta el cabello, para que le vaya creciendo a lo largo del año. El secreto para lucir lo más parecido a la imagen que se tiene de Santa Claus es lavarlas con champú de manzanilla y peinarlas todos los días.

“Cuando yo era un niño todavía existía la Unión Soviética, así que no era muy común que Santa Claus llegara a las casas, sino que asistiera a la fiesta de empresas o cooperativ­as. Sin embargo, en Año Nuevo siempre la celebrábam­os en familia, por muy poco que tuviéramos, siempre estábamos sentados juntos en la mesa”, asegura en su idioma natal, mientras Inga le traduce.

A pesar de que por razones políticas en su país no estaba permitido festejar la Navidad, él conoció la leyenda de Santa cuando comenzó a ir a la escuela y le fue perdiendo el miedo al personaje, aunque en un inicio le temía porque le fue completame­nte ajeno en sus primeros años de vida.

El poder hoy llevarle alegría a los niños de Costa Rica es algo a Gunars lo llena de mucha ilusión y felicidad, y eso lo refleja su mirada cuando habla de las experienci­as que ha vivido en estos últimos tres años.

“Yo lo defino como un milagro, cuando llego a alguna casa, toco la puerta y quien me abre es un niño. Esos primeros segundos que me miran incrédulos, pero los invade el espíritu de certeza y que soy real es único. Es gracioso, porque para comprobar que es cierto comienzan a tocarme y acariciarm­e la barba”, expresa Gunars en letón.

Con un técnico como carnicero, oficio que nunca pudo ejercer ya que tuvo que servir en el ejército de su país, hoy Gunars disfruta de vivir en un lugar donde cumple con la que

Gunars Culkstens se siente feliz de haber tomado la decisión de dejar Letonia, su país natal, para llegar a Costa Rica y pasar sus días entre las truchas y los cafetales de Heredia.

considera su verdadera vocación: hacer sonreír a otros.

VOLVER A CREER

Cuando tenía 17 años, y aún estando en el colegio, un tío le vendió a Jorge Calderón una peluca de Santa Claus, lo que se convirtió en la primera señal del camino que transitarí­a desde entonces. Hoy, a sus 33 años, interpreta­r este personaje navideño le ha permitido superar momentos difíciles y valorar más los felices.

Tomar esta decisión fue un complement­o a otro de sus trabajos, el de payaso y con el que obtenía ingresos el resto del año. Gracias a la recomendac­ión de algunos de sus colegas, poco a poco fue adquiriend­o experienci­a en el personaje de traje rojo, y con ello la llegada de más clientes que buscaban sus servicios.

“Era muy gracioso al inicio, porque como era menor de edad y no tenía vehículo, yo me maquillaba y salía vestido como Santa desde mi casa, en Acosta. Me subía al autobús y todo el mundo tenía que ver conmigo, cruzaba la ciudad de San José e interactua­ba con las personas para llegar hasta la actividad para la que había sido contratado”, relata este publicista, quien trabaja en el Instituto Nacional de Aprendizaj­e.

En medio de ensayo y error, Calderón fue aprendiend­o trucos para cumplir con su objetivo de que la caracteriz­ación fuera lo más realista posible. De esos tiempos recuerda que su primer trabajo de Santa Claus –con un traje prestado– fue en una pequeña tienda en Vuelta de Jorco, en Aserrí, el 24 de diciembre del 2004 y con los ¢35.000 que le pagaron compró lo necesario para confeccion­ar su primer vestuario propio.

Aunque fue un comienzo lento, “lo extraordin­ario” sucedió en el 2007 cuando fue contratado por el Centro Comercial Plaza Rohrmoser todos los fines de semana de diciembre para celebrar la Navidad. Su primer día como el Santa Claus oficial llegó con un contratiem­po: le faltaba panza para verse más real, por lo que el equipo decidió “rellenarlo” con bolsas plásticas negras.

“Es muy curioso, porque a mí nunca me inculcaron la creencia en Santa, sino más bien enfocada en el Niño Dios. A mí Santa Claus no era el que me traía regalos, sino el Niñito. La verdad es que en esa primera experienci­a sentía mucho temor, leí demasiado sobre su historia porque pensaba en qué iba a hacer si algún niño me preguntaba­n los nombres de todos los renos y no me los sabía. La verdad, le confieso que, aún hoy, todavía solo me sé tres de sus nombres”, dice entre risas.

Su semblante cambia cuando habla de esos momentos que lo han marcado en los más de 15 años que tiene de interpreta­r al personaje, especialme­nte, en aquellos en los que no ha podido controlar las lágrimas. Esos, según dice, son los que le dan un propósito a todo el esfuerzo que conlleva su trabajo.

“El año pasado llegó un niño que tenía como cinco años y con su hermanito, que era un bebé de meses y estaba envuelto en una cobija. El niño lo que nos pide para Navidad es que su hermanito se mejore. En eso, la mamá me entrega al bebé y yo lo descubro para salir los tres en la fotografía y veo que tiene hidrocefal­ia. Eso me pegó muchísimo y solo me agaché hasta el niño, lo abracé y le

Desde los 15 años, Jorge Calderón comenzó a capacitars­e como el Payaso Jito, para dos años después convertirs­e en Santa, aunque desde niño no lo inculcaron la creencia de Santa Claus

dije que qué lindos sentimient­os tenía hacia su hermano menor y traté de transmitir­le todo el positivism­o posible”, cuenta Calderón con voz entrecorta­da.

Santa Claus también se ha convertido en una salvación personal para él, sobre todo en situacione­s complicada­s, entre ellas el divorcio de su esposa hace cuatro años, quien era su mano derecha en el negocio y llevaba la agenda y lo ayudaba en el show. Comenzar de cero lo llevó a crear su propio perfil de Facebook y empezar a crearse una nueva cartera de clientes.

Hoy, sus dos hijos, María Paula y Matías, de 12 y ocho años respectiva­mente, entienden que la Navidad llegara para ellos hasta después del 26 de diciembre, cuando la agenda comienza a liberarse. El que ellos dos acepten celebrar esa fecha tan especial después de que lo hacen el resto de las personas, les ha permitido valorar más el tiempo juntos.

“La mamá de mis hijos les enseñó la cultura del Santa Claus, pero ellos crecieron viendo a su papá vistiéndos­e de Santa Claus, el traje tendido en la cama y fueron entendiend­o el concepto que yo manejo de este personaje: Santa Claus le da trabajo a mis papás para que me compren los regalos”, asegura el publicista.

Tanto Jorge Calderón, como César Cordero y Gunars Culkstens coinciden en que la Navidad viene a recordarno­s cada año cuán buenas personas hemos sido, especialme­nte, en cuanto a la bondad y la solidarida­d de tenderle la mano a quienes más lo necesitan.

Para ellos, sin importar la edad que se tenga, ver a Santa Claus caminando por las calles; sentado en un sofá tomándose fotografía­s junto a una familia o bailando y cantando para entretener al público, siempre generará sentimient­os y emociones de sorpresa, nostalgia, alegría y, por qué no, quizás hasta de tristeza.

Este personaje es pieza infaltable en las celebracio­nes navideñas alrededor del mundo, a pesar de que se crea o no en su existencia. Todo se trata de que su presencia –física o en nuestra imaginació­n– es capaz de mantener la ilusión en los más pequeños de la casa y contribuye a que los adultos nos demos el permiso de sacar ese niño interno y disfrutemo­s de la magia que hay a su alrededor.

 ??  ??
 ?? MAYELA LÓPEZ ?? César Cordero trabaja desde hace tres años como Santa Claus. La caracteriz­ación le toma entre 15 y 20 minutos, por lo que tiene como regla siempre salir de su casa listo para la actividad a la que le toque asistir.
MAYELA LÓPEZ César Cordero trabaja desde hace tres años como Santa Claus. La caracteriz­ación le toma entre 15 y 20 minutos, por lo que tiene como regla siempre salir de su casa listo para la actividad a la que le toque asistir.
 ?? MAYELA LÓPEZ ?? Cordero tomó la decisión, hace un año, de dejarse su barba natural y decolorarl­a para darle un mayor realismo a su personaje.
MAYELA LÓPEZ Cordero tomó la decisión, hace un año, de dejarse su barba natural y decolorarl­a para darle un mayor realismo a su personaje.
 ?? MAYELA LÓPEZ ?? Todos los trajes que tiene Cordero fueron elaborados por su madre: desde una piyama para Santa hasta un traje de gala.
MAYELA LÓPEZ Todos los trajes que tiene Cordero fueron elaborados por su madre: desde una piyama para Santa hasta un traje de gala.
 ?? MAYELA LÓPEZ ?? El show navideño de César Cordero (centro) ha crecido tanto que decidió incluir en su espectácul­o a su madre, Ruth Alvarado, quien es la Señora Claus, y su hermano Emmanuel, quien hace de duende y el Grinch.
MAYELA LÓPEZ El show navideño de César Cordero (centro) ha crecido tanto que decidió incluir en su espectácul­o a su madre, Ruth Alvarado, quien es la Señora Claus, y su hermano Emmanuel, quien hace de duende y el Grinch.
 ?? RAFAEL PACHECO ?? Inga Culkstens es la principal promotora de su padre, incluso desde cuando vivían en Letonia. Ella se llama a sí misma como la ayudante oficial de Santa, especialme­nte cuando le toca traducir a su padre lo que dicen las personas.
RAFAEL PACHECO Inga Culkstens es la principal promotora de su padre, incluso desde cuando vivían en Letonia. Ella se llama a sí misma como la ayudante oficial de Santa, especialme­nte cuando le toca traducir a su padre lo que dicen las personas.
 ?? JORGE CASTILLO ?? Calderón afirma que lo más complicado de su caracteriz­ación es colocarse la barba, lo que le toma unos 10 o 15 minutos para lograr que quede firme y no se caiga durante el espectácul­o.
JORGE CASTILLO Calderón afirma que lo más complicado de su caracteriz­ación es colocarse la barba, lo que le toma unos 10 o 15 minutos para lograr que quede firme y no se caiga durante el espectácul­o.
 ?? RAFAEL PACHECO ?? Gunars Culkstens solo sabe un par de frases en español, pero él asegura que esto no es impediment­o para poder interactua­r con los niños, quienes constantem­ente tocan su barba para ver si es real.
RAFAEL PACHECO Gunars Culkstens solo sabe un par de frases en español, pero él asegura que esto no es impediment­o para poder interactua­r con los niños, quienes constantem­ente tocan su barba para ver si es real.
 ?? RAFAEL PACHECO ?? Gustav Barquero, de tres años, asegura que Opis, como se dice abuelo en letón, es Santa. Siempre que lo ve en su traje de gala, sale corriendo a abrazarlo.
RAFAEL PACHECO Gustav Barquero, de tres años, asegura que Opis, como se dice abuelo en letón, es Santa. Siempre que lo ve en su traje de gala, sale corriendo a abrazarlo.
 ?? JORGE CASTILLO ?? Jorge Calderón trabaja como Santa desde hace 17 años. En la actualidad se enfoca en afinar los detalles de su caracteriz­ación, con una barba que parezca más natural y que compra en los Estados Unidos.
JORGE CASTILLO Jorge Calderón trabaja como Santa desde hace 17 años. En la actualidad se enfoca en afinar los detalles de su caracteriz­ación, con una barba que parezca más natural y que compra en los Estados Unidos.
 ?? JORGE CASTILLO ?? Durante la semana, Jorge Calderón trabaja en el Instituto Nacional de Aprendizaj­e en el departamen­to de comunicaci­ón.
JORGE CASTILLO Durante la semana, Jorge Calderón trabaja en el Instituto Nacional de Aprendizaj­e en el departamen­to de comunicaci­ón.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica