La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

El rescate de Elvira

Maritza Urbano, protagonis­ta de ‘Elvira’, filme de 1955, necesita una silla de ruedas especial; usted puede ayudar desde una butaca en la Sala Garbo

- FERNANDA MATARRITA CHAVES fernanda.matarrita@nacion.com

Cuando el cinematógr­afo corría a 24 cuadros por segundo, los orfebres de las filmotecas eran puntilloso­s artesanos que reparaban los fotogramas de la cinta interminab­le, y trataban cada película como a un paciente en el quirófano. Doblados sobre la mesa de trabajo, con navaja, empalmador­a y, sobre todo, vocación y paciencia, “cirujanos” de nitrato y celuloide, los filmotecar­ios se afanaban en la restauraci­ón del filme, mientras el olor del pegamento inundaba el habitáculo que ocupaban y los convertía en adictos de la fábrica de sueños.

En aquella época, el truco del cine era mágico, pero fácil de explicar. Obedecía a la persistenc­ia retiniana, caracterís­tica del ojo humano que mantiene la imagen en el cerebro por unos instantes, y provoca un traslape que genera en pantalla la sensación del movimiento, como en la vida real.

Así revelábamo­s los profesores de apreciació­n cinematogr­áfica a los estudiante­s de los años ochenta en las aulas de estudios generales, en el pretil o en la soda Guevara, el secreto de los 24 cuadros por segundo, hasta que la nueva tecnología echó por tierra nuestra teoría y tornó indescifra­ble el quid de la imagen por impulsos electromag­néticos y otras yerbas cibernétic­as. Desde entonces, los rollos de nitrato y celuloide, los carretes, las empalmador­as, los sacos de películas y los proyectore­s de 16 y 35 mm pasaron a ser piezas de museo y, nosotros, los cinéfilos de carne y hueso, fantasmas en las filmotecas y en las cabinas de proyección.

En Costa Rica subsiste uno de esos míticos personajes de “corte y confección” cinematogr­áfica.

Es un hombre noble y profesiona­l, discreto, con una bondad campesina que le caracteriz­a desde que apareció en 1982 en el Centro Costarrice­nse de Producción Cinematogr­áfica. Se llama William Miranda Bogantes. Me tocó a mí enseñarle a operar el proyector de 16 mm para que se entretuvie­ra, mientras oficiaba de vigilante en la casa histórica del Centro de Cine.

Mas, el joven guarda se entusiasmó tanto con su “juguete nuevo” que rápidament­e ascendió a filmotecar­io y, gracias a sus deseos de superación, llegó a ser un avezado restaurado­r cinematogr­áfico, de los pocos de la especialid­ad en América Latina.

En 1995, Miranda integró el equipo interdisci­plinario compuesto por artífices de España y México que restauró y volvió a exhibir El Retorno (1930), primer largometra­je argumental de Costa Rica. Luego, un buen día del 2001, nuestro ratón de filmoteca recibió una llamada telefónica de radio Columbia. En la oficina de don Rolando Alfaro, hijo de don Carlos Alfaro Mac Adam, familia propietari­a de la cadena de emisoras Columbia, había aparecido una gruesa cinta que nadie sabía qué contenía.

Sin dilación, el filmotecar­io se desplazó a la radioemiso­ra. Comprobó que se trataba, casi nada, de una copia de la película Elvira. Gentilment­e, don Rolando Alfaro la donó al Centro de Cine, Miranda procedió a su restauraci­ón y el feliz hallazgo y rescate del segundo filme de ficción en nuestra historia (1955) se reestrenó con gran pompa en una función especial de la Décima Muestra de Cine y Video Costarrice­nse, 2001, en el cine Variedades.

Producida por Alfaro Mac Adam y dirigida por el mexicano Alfonso Patiño Gómez, la película en blanco y negro se había estrenado originalme­nte en el cine Raventós. Con la actuación estelar de José Tasies (Alberto) y Maritza Urbano (Elvira), es la primera producción nacional que muestra un beso de amor con la técnica del cine. Hábilmente instruidos por Max Liszt, director de fotografía, José y Maritza acercan sus labios y eternizan el romántico instante en la gran pantalla.

Coincident­emente con el hallazgo de Elvira, en el proceso investigat­ivo de su libro El Espejo Imposible (2002), María Lourdes Cortés

Pacheco localizó a doña Maritza, circunstan­cia que aprovecham­os en el 2004 para reunir a la pareja en el programa Lunes de Cinemateca, espacio televisivo sobre cine nacional, ocasión en la que Tasies y Urbano desgranaro­n sus recuerdos de la producción.

José Tasies (1926-2013) poseía experienci­a en las tablas. Era amigo y colaborado­r del señor Alfaro Mac Adam. Además, Tasies desarrolló una fructífera labor en la radio universita­ria. Maritza Urbano era candidata en un concurso de belleza y su hermosura motivó la escogencia.

Hoy, doña Maritza es una noble señora quien conserva en la sonrisa la luz de su estoicismo. En los últimos años su movilidad se ha visto seriamente afectada. Francesca King es el ángel terrenal de su madre, un amor filial que refuerza un grupo de artistas y personajes de la cultura.

Unidos en la campaña Un beso, una silla, persiguen el noble objetivo de recaudar fondos económicos para adquirir una silla especializ­ada que permita a la señora Urbano vivir sus días otoñales con alguna comodidad, de manera que, si usted adquiere una entrada para la proyección especial de Elvira en la Sala Garbo, podrá contribuir con esta causa humanitari­a, el próximo sábado 15 de febrero, en la función de siete de la noche.

Tiempo, vivencia y rodaje. Así como un insigne trabajador del cine nacional rescató el primer filme sonoro costarrice­nse, usted podrá apreciar en pantalla la eterna juventud de Elvira, heroína de la película, y apoyar con su boleto la causa a favor de doña Maritza Urbano, una entrañable dama de la vida real.

Á lvaro Saumet tiene los sentidos tan afinados como un perro. En 11 años a cargo de un refugio para canes que actualment­e cuenta con 1.500 inquilinos ha aprendido a identifica­r sus comportami­entos y hasta cómo los ladridos van cambiando de intensidad.

Él es el líder indiscutib­le de esta inmensa manada y cuando está conversand­o es usual que golpee con fuerza sus palmas y que eleve su voz para que los perros bajen sus revolucion­es y no se peleen entre sí.

Álvaro cumplió 50 años en enero y su energía se asoma en cada gesto. Él es quien mayormente escribe en la página de Facebook de Territorio de Zaguates (seguida por 516.000 personas). Allí manifiesta su furia al conocer alguna injusticia o cuando dueños simplement­e le dejan los perros abandonado­s en la puerta del lugar.

También se muestra complacido al contar que pudo rescatar a los perros que en noviembre estaban en las afueras del hospital San Juan de Dios esperando a su dueño, un señor (llamado don Jorge) que habitaba en la calle y a quien incluso, también se llevó a vivir a Territorio de Zaguates.

De él es de quien más se escucha o lee porque tiene algunos años dedicado de lleno a Territorio de Zaguates. Mas la labor es compartida con Lya Battle, su esposa y fundadora de este lugar que produccion­es internacio­nales catalogan como “un paraíso para perros”.

Esta mujer de ojos verdes es amante de los animales desde que tiene memoria. Álvaro dice que ella es el particular tipo de persona que antes de limpiar una telaraña, separa a las arañitas. Ella cuenta que él es una “buena persona pero con terrible carácter”.

La pareja dice que dejó una vida en la que estaban juntos siempre, en la que viajaban, en la que tenían carros del año e iban al super y ni se detenían a ver el precio de lo que compraban.

Juntos dirigen un refugio en el que habitan perros que fueron maltratado­s y/o abandonado­s. Lya trabaja como tutora de estudiante­s y por ello, su presencia no es tan recurrente en el territorio. Por ello, la figura o el nombre de Álvaro es la más notoria, y por supuesto, polémica por ser un hombre “sin filtros”.

Esta pareja de esposos tiene una relación desde el 94, pero fue hace 11 años que empezaron el mega proyecto de dar protección a perros que la necesitan. Ellos no tienen hijos y en su diseño de vida no entraban las mascotas, a pesar de que Lya tuvo todo tipo de animales en su vida de soltera: serpientes, crías de venados huérfanos, patos, alacranes y todo lo que llegara a su casa.

Hoy admiten que por su mente jamás pasó la idea de crear un refugio, pero las circunstan­cias los llevaron hasta donde están. Primero fue un perro, luego dos, hasta el punto de llegar a tener 183 en el patio de su casa.

Las quejas de vecinos que fueron construyen­do cerca de su hogar empezaron a aparecer y esto coincidió con la entrega de la inmensa finca

¿Se puede vivir de satisfacci­ón? Sí, aseguran Álvaro y Lya, quienes dicen que tener un refugio con 1500 perros jamás les puede dejar algún tipo de ganancia económica. Hoy realizan una labor que es admirada por el mundo y criticada por algunos costarrice­nses que los señalan como “acumulador­es”.

(heredada) en la que hoy viven los 1500 territoria­nos. Inicialmen­te este sitio se destinaría para resguardar a los perros más viejitos, pero conforme la población creció y el proyecto fue conocido empezaron a aparecer perros por todas partes.

Este proyecto los hace vivir de satisfacci­ón. Aclaran que no tienen ganancias económicas rescatando perros. En el camino lleno de injusticia­s hacia los animales y de alegrías de verlos recuperars­e, han topado con críticas, señalamien­tos y hasta se han visto envueltos en polémicas.

“Entiéndeme en qué (se puede beneficiar uno de esto). Ese perrito que ves que se llevan (adoptaron a uno) lo castramos, la curamos, lo chineamos. ¿A dónde está el negocio de esto? Nosotros no cobramos un cinco. Hay gente a la que le satisface viajar, a nosotros también, pero o viajamos o tenemos guatos”, dice Álvaro.

Lya interviene y afirma que aparenteme­nte “sí se puede vivir de satisfacci­ón”.

“Creo que no todo el mundo puede vivir de satisfacci­ón. Hay gente que no puede ser feliz si no tiene un carro del año. Yo no necesito eso. Álvaro no necesita eso. (…) Esto es pura satisfacci­ón. Quien de verdad rescata con el corazón es imposible que haga plata. La pierde toda. Uno no hace plata rescatando animales. Hace plata un refugio que te pide ¢50.000 o ¢70.000 para recibir un perro al que le dan dos días y después lo duermen”, asevera la mujer, de 52 años, y quien habla sin rodeos.

Es importante aclarar que en este lugar son rigurosos para dar en adopción a algún animal, pues muchas veces los buscan para amarrarlos y tenerlos para cuido, o incluso, cuando son razas fuertes los pueden pedir “con intención de meterlos en peleas de perros”.

“Cómo te vas a llevar un perro que está feliz aquí para ir a amarrarlo. No es que no los queremos dar en adopción. Yo feliz de que se lleven a estos perros a estar bien. Tampoco voy a mandar un perro a un lugar de dónde he sacado 10, 12, o 14 perros. Lo ideal sería que rescaten uno de ahí. Otra cosas es que aquí nosotros los castramos. (En el caso de los de raza) no les pueden sacar un cinco”, explica la pareja.

UN DÍA DE PERROS

Un gran portón de metal separa la calle del territorio en el que viven más de 1500 perros, según datos de los fundadores.

Su hogar es una enorme finca que da con la montaña en Carrizal de Alajuela. El terreno era propiedad del abuelo de Lya, quien amaba a los animales, cuenta ella. Por eso es que esta tierra es para cuidar perros en honor al amor que sentía el señor por los seres vivos.

En este lugar trabajan cerca de una docena de personas, en su mayoría muchachos jóvenes que tienen a su cargo a los perros. Los llevan a caminar y correr a la montaña para que quemen energía y también los hacen su manada. Cada joven de estos, como es el caso de Luis Ramón Martínez Jarquín (22) y Félix Sevilla Jarquín (19) cuenta con un grupo de perros que les siguen y les ven como sus amos.

Estos jóvenes tienen la tarea de darles alimento, llevarlos a correr o “amansarlos” cuando están recién llegados.

“Fuera de Costa Rica todo el mundo ve esto y dice “así debería de ser en todo el mundo”. Solo en Costa Rica dicen que somos acumulador­es”,

Al equipo también se unió don Jorge (el señor que Álvaro llevó junto a sus perros al territorio). Don Jorge vive tranquilo, solo dice que tiene un deseo: una prótesis dental para poder comer, pues luego de tantos años en la calle perdió muchas cosas. Sentado en una piedra y rodeado de su pequeña manada, pasa las tardes.

Al ingresar al territorio es común que decenas de estos simpáticos animales bajen a la entrada a recibir a los visitantes. Siempre se debe estar atento porque algún escurridiz­o podría escapar.

El día de esta visita topamos con perros grandes y otros muy pequeños. Gordos y flacos. Zaguates como Orotina que se caracteriz­a por solamente tener tres patas o

Willito, un pequeño a quien se le murió el dueño y fue abandonado. Hay otros de raza como Dayra, una gran danés, o Theo, un inquieto pero mansísimo Doberman.

En este encuentro vimos unos 300 perros, todos con su respectiva placa con nombre y número de expediente (como se los exige el Servicio Nacional de Salud Animal -Senasa-). También había otros más despistado­s descansand­o en sillones y los más atrevidos incluso en techos.

Otros estaban en distintos encierros, pues según dicen, deben de esperar hasta que su placa esté lista. En otra sección se encontraba­n animales recuperánd­ose de enfermedad­es o castracion­es, así como perros que están desanimado­s o en proceso de adaptación.

Otros animales andaban caminando entre la montaña.

Los fundadores dicen que la necesidad de animales indefensos es lo que los movió a ayudar.

“La gente dice que de dónde sacamos tantos perros, que no se ven (en la calle). Yo con los ojos de ella (de Lya) logré verlos en todas partes. La gente los ve y es fácil hacerse de la vista gorda. Creen que los perros son problema de alguien más”, dice Álvaro.

Cuando aún no tenían Territorio de Zaguates pero sí cuidaban a muchos perros en su casa, una vez llegó un can al que bautizaron como Oso. Dicen que el animal era precioso pero tenía tumores en sus ojos. Lya lo llevó donde un primo veterinari­o y su intención era devolverlo a

sus dueños. Mientras le ponía tratamient­o los días pasaron y nunca apareciero­n “los propietari­os”.

“Oso nos cambió la vida. Teníamos cuatro perros nuestros y los demás eran para dar en adopción. Nadie apareció buscando a Oso y me di cuenta de que la gente abandona hasta los perros lindos. Como le salió ese problema, lo dejaron.

“Lo dimos en adopción siete veces y todas lo devolviero­n. Yo dije: ‘este perro no lo hubiera escogido para mí, no es un perro con el que conecte, pero diay nadie lo quiere’. Entonces qué, ¿lo voy a meter a un refugio para que lo duerman? Si no lo adoptaron acá y no le tuvieron paciencia, ¿lo dejamos en la calle o qué? Diay, tengo que apechugar con Oso. Yo no estoy bien dejando un perro en la calle”, contó Lya.

La popularida­d de Territorio de Zaguates empezó luego de que Marcela Castro, a quien consideran parte esencial del equipo, empezó a compartir en redes fotos de perros para ser adoptados. Ella le terminó de dar forma al refugio.

“No teníamos norte claro de que haríamos un refugio para perros. Lo que pensábamos era en seguir ayudando. Es imposible que nosotros solos podamos mantenerlo. Necesitamo­s que la gente nos ayude”, cuenta Álvaro.

Agregó: “Cuando ya no nos daba la cobija un amigo de Lya, Daniel Carranza dijo que hiciéramos una plataforma para recibir ayudas. Diariament­e el costo de la comida son más de ¢800.000. Necesitamo­s 18 sacos. Super Perro nos ayuda con una parte”, contó Álvaro, quien actualment­e dirige las obras de la creación de una clínica veterinari­a y otras solicitude­s que Senasa pidió para que puedan continuar operando. En el Facebook de Territorio de Zaguates solicitan colaboraci­ón para concluir con las construcci­ones.

Aun con responsabi­lidades millonaria­s de construcci­ón y el costo que implica alimentar a los perros, Álvaro y Lya sostienen que no se arrepiente­n de haber empezado con esto, que es cierto que creció como no imaginaron, pero no hay ganas de volver atrás.

“La hemos pasado mal con angustias y pérdidas materiales, preocupaci­ones. Pero si vos me preguntás yo no me arrepiento de nada. Apenas uno pone el pie aquí, ellos lo saludan. Ves a aquel que se estaba muriendo y ahora hace huecos y jode. O el que no confiaba ahora es el más pega.

Eso hace que toda la mierda que comás se vuelva escarcha”, dice Lya.

Uno de los peores momentos que han pasado ocurrió hace unos años, cuando dicen que se metieron a la finca y les robaron materiales valorados en $50.000

“Lo peor que hemos vivido fue cuando nos robaron todo. Vinimos y habían 13 perros muertos. En la euforia en la que sacaron los materiales los perros se pelearon y no hicieron nada para separarlos”, agrega Lya.

POLÉMICAS

Acerca de cómo es la convivenci­a de tantos perros y de si se hacen daño entre sí, Lya y Álvaro cuentan que ya no porque tienen “excelentes muchachos ayudando”.

“Ellos ya saben cómo van

“Nosotros pedimos casa cuna y nadie ayuda. Comentan que Dios nos bendiga pero no ayudan. Aunque uno pague todo la gente no ofrece su casa. Hay que entender que todos tenemos que asumir la responsabi­lidad en este país. Mínimo del propio perro: cástrelo. Y el vecino, en el barrio: cástrelo”.

cambiando el ladrido. Si vos no estás atento para regañarlos cuando van escalando, pueden llegar a dañar muchísimo a otro perro si vos no te metés”, dice Lya.

En redes sociales se ha dicho que en Territorio de Zaguates han maltratado a los perros. Ello derivado de un video en el que aparecía Álvaro junto a un voluntario golpeando con una faja a un grupo de canes.

“Tienes que ponerles atención. Distraerlo­s. La otra vez sacaron un video con el que se les pegó con una correa. No eran palos, era mi correa. Fue un video que hicieron con mala intención. Fue durante un paseo con 300 personas. Subimos a la montaña y allá se nos pelearon los perros. Gastón salchichón es un perro amarillo, es un perro necio. Él estaba de necio con los perros. Se puso a molestar a los perros. Se viene corriendo hacia mí y cuando volteo hay como 17 perros atacándolo”, dijo Álvaro.

Lya agregó: En ese momento tenés que coger un perro y mandarlo a volar para que literalmen­te te dé chance de llegar al otro”.

Álvaro continuó: “Como los chicos estaban solos y se habían llevado a sus perros para distraerlo­s, quedé yo solo. Un chico, Maxi, argentino estaba de voluntario. Como no tenía las agallas para entrarles, se quita la correa y empieza a fajearlos para quitarlos encima. Yo hice lo mismo y en dos segundos ya estaban calmados”.

Durante la estancia en el territorio hubo unas dos ocasiones en las que los ánimos se calentaron y algunos perros empezaron a pelear.

De inmediato Álvaro subió la voz para que se separaran, los cuidadores corrían a separarlos y si todo se intensific­aba les pegaban con palmadas.

“Hay que hacerlo en el momento en el que están peleando. No le voy a ir a pegar a un perro por vengarme de él. Se hace lo que se tiene que hacer para que el pleito se acabe sin lastimar innecesari­amente al perro”, sentencia Álavaro.”

Territorio de Zaguates también ha sido noticia luego de que en una inspección Senasa encontrara perros congelados.

“Esto no tiene nada de extraño al punto de que ahora Senasa nos pide tener un congelador. Cuando se mueren si no los entierras de inmediato se ponen hediondos. Cuando rescatamos perros de la calle lo primero era llevárnosl­os a nuestra casa para que hicieran la cuarentena ahí. Los que no sobrevivía­n no podían ser enterrados en la casa. Los congelábam­os. Nos los traíamos acá. Cuando llega Senasa aquí, están perfectame­nte empacados. Eran tres más la mascota de Lya, Frizzzy”, dice Álvaro.

Un episodio que también trascendió fue cuando perros entraron a un apartado en el que tenían gatos en jaulas y los atacaron.

“Ese día estaba de visita acá una escuela. Abrieron la puerta. Se metió un perro y los carajillos salieron corriendo. Fue horrible. Espantoso. Y pasó porque alguien que no sabe como se manejan las cosas abrió la puerta. Nosotros no escogimos rescatar gatos pero nos los dejaban aquí”, contó Lya. Ahora los gatos que rescatan los llevan a un refugio en Guanacaste, que dirige una señora quien voluntaria­mente llega a territorio a bañar perros.

Para este artículo se consultó a Senasa si ellos tenían un historial de denuncias presentada­s contra Territorio de Zaguates, mediante correo electrónic­o informaron que no hay ninguna. Eso sí, especifica­ron que basados ellos regulan el establecim­iento del refugio basados en la Ley 8495, que indica que deberán contar con Certificad­o Veterinari­o de Operación aquellos donde se concentren animales, entre los cuales se encasilla los refugios de animales.

¿Y EL FUTURO?

Esta pareja no quiere que el refugio continúe creciendo. Su intención es la misma que la del inicio: ser un recinto para albergar perros geriátrico­s.

“Queremos poder lograr cambiar mentalidad­es. Que se cambien leyes. Los perros tienen que castrarse gratuita y obligatori­amente por ley. Que sea como pagar el marchamo o los impuestos. Si quiere sacar cría de perros saque patente”, dice Álvaro desde una de las colinas del que ellos califican un “paraíso para perros”.

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 ?? JORGE CASTILLO. ?? Álvaro, un colombiano, y Lya, quien nació en Canadá (hija de un canadiense y una tica), pasó su infancia en África y luego vino a Costa Rica. Ellos son los fundadores de Territorio de Zaguates.
JORGE CASTILLO. Álvaro, un colombiano, y Lya, quien nació en Canadá (hija de un canadiense y una tica), pasó su infancia en África y luego vino a Costa Rica. Ellos son los fundadores de Territorio de Zaguates.
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JORGE CASTILLO. En el territorio hay animales que han sido rescatados de criaderos, otros que estaban en tan malas condicione­s que si seguían en la calle iban a morir y muchos otros a los que abandonaro­n quienes fueron sus dueños.
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JORGE CASTILLO Los territoria­nos son perros de todo tipo, tamaño y raza. Ellos han aprendido a convivir.
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JORGE CASTILLO. Cada miembro del territorio ha conseguido hacer una manada con diferentes perros. Esto permite que les sigan en todo momento.
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JORGE CASTILLO Generalmen­te a Territorio de Zaguates llegan voluntario­s a ayudar de muchas maneras. El día de esta entrevista había un grupo de señoras bañando perros.

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