La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
AYUDA A LA MANO, MANTENERSE EN CONTACTO ES NECESARIO
Internet ha sido un gran aliado para que las personas en recuperación se apoyen en grupos de rehabilitación, literatura y hasta videos para superar su cuarentena.
lecturas (para sus compañeros en recuperación y para él mismo) apoyado en la amplia literatura que tiene de temas de adicciones y recuperación.
Al igual que el famoso músico, en nuestro país también se puede tener acceso a grupos de ayuda mientras se retoman las reuniones presenciales.
Alcohólicos Anónimos (AA) y Narcóticos Anónimos (NA) tienen sedes en todo el país y cada grupo está manejando diferentes maneras de reunión y acompañamiento. Si busca apoyo en AA puede solicitar información a los teléfonos 2222-5224 y 89226106 (WhatsApp), también está disponible la página web aacostarica.org.
En el sitio de AA internacional (aa.org) se pueden encontrar diferentes actividades y servicios para las personas adictas en recuperación. También se puede descargar la aplicación Meeting Guide (para Android e iOs) que contiene literatura, información diaria para la recuperación y de las diferentes reuniones.
Para NA en la página web costaricana.org hay una lista de reuniones virtuales en sus diferentes sedes. También se puede comunicar al teléfono 8712-9880.
En YouTube hay diferentes videos con respecto a la recuperación y el tratamiento de las adicciones, recomendamos el grupo Experiencias AA que muestra recopilaciones sobre historia, audiolibros, el desglose de los 12 pasos y motivaciones.
El IAFA cuenta con amplia información en la página www.iafa.go.cr y además tiene la línea gratuita 800-4232-800 y el correo electrónico para atender consultas de los costarricenses. Los servicios del IAFA han estado activos durante la crisis sanitaria, en las instalaciones del instituto trabajan bajo estrictas medidas de seguridad sanitaria con el fin de atender a sus pacientes tanto adultos como personas menores de edad.
El IAFA cuenta con amplia información en la página www.iafa. go.cr y además ofrece la línea gratuita 800-4232-800.
Si hay alguien que podría tener información sobre Ghislaine Maxwell, expareja, exsocia, excómplice y supuesta proxeneta del malogrado multimillonario y pedófilo estadounidense Jeffrey Esptein, esa sería Lisa Bryant, directora de la docuserie de Netlix Asquerosamente rico, pero no es el caso.
“He escuchado que está en Brasil, en Francia, en California... ¿quién podría saberlo?”, ha repetido una y otra vez la documentalista ante las consultas de la prensa mundial, afanada últimamente en atar los cabos sueltos del escandaloso caso judicial en el que Epstein se salió con la suya durante años, hasta que finalmente fue detenido en julio del 2019 y mientras afrontaba un juicio que podría haberle costado una condena de hasta 45 años, se suicidó al colgarse con una sábana el 10 de agosto, en su celda en el Correccional Metropolitano de Manhattan.
Lo cierto es que la muerte de Epstein y el documental de Bryant han abierto un abanico de incógnitas que siguen apareciendo en diversos medios mundiales, en mucho por las teorías de conspiración que se ciernen sobre el suicidio del acaudalado empresario, pues muchos piensan que Jeffrey guardaba demasiados trapos sucios de la crema y nata de políticos, estrellas de cine y hasta de la realeza británica. Tal es el caso del Príncipe Andrés de Inglaterra, quien justamente este lunes recibió la petición del Departamento
de Justicia de Estados Unidos para interrogarlo formalmente por sus vínculos con el fallecido pedófilo y que quedan claramente expuestos en el documental de Netflix.
Pero posiblemente es la omnipresencia de Ghislaine Maxwell, expareja, exsocia y ‘madame’ (o proxeneta) de Epstein la que llama poderosamente la atención a lo largo de toda la historia, máxime cuando millones de búsquedas en Internet intentaron averiguar qué había sido de ella para toparse con resultados infructuosos: Ghislaine parece estar bien oculta o haber desaparecido del mapa.
Así, están sin resolverse las acusaciones abiertas proferidas contra ella por varias de las víctimas de Epstein que se atrevieron a denunciarlo y participaron de lleno en el documental, quienes la señalan como la encargada de reclutar a mujeres jóvenes y hasta niñas de 12 años que eran abusadas por el financista o incluso algunas que básicamente se convirtieron en esclavas sexuales no solo de Epstein, sino también de Maxwell.
Cuando se iniciaron los primeros escándalos mediáticos relacionados con Epstein, a principios de la década del 2000, el nombre de Ghislaine apareció de inmediato, pero en su momento ella negó todas las acusaciones ante la prensa y a la fecha nunca se ha enfrentado a cargos criminales. Para muchos analistas, Epstein era un pez demasiado gordo y en su momento todos los esfuerzos se concentraron en él.
Pero ¿quién es Ghislaine Maxwell, esa sombra permanente en la vida de Epstein que incluso se vuelve omnipresente durante toda la mencionada miniserie? De acuerdo con perfiles publicados por The New York Times, BBC Mundo y la revista Vanity Fair, entre otros medios, Ghislaine, de 58 años, es la menor de los nueve hijos de Elizabeth y Robert Maxwell y nació en Francia en 1961, en el seno de una acaudalada familia: su padre fue el fundador de un imperio de
medios de comunicación que llegó incluso al Parlamento. Entretanto, su madre fue una destacada investigadora francesa, fundadora de la Conferencia Internacional sobre el Holocausto.
Ghislaine se crió en Inglaterra y creció en una mansión, rodeada de lujos y comodidades. Tal como se muestra en el documental, quienes la conocieron desde su juventud destacan su personalidad extrovertida y encantadora, la que se reflejó en toda su dimensión a principios de los años 80, cuando fue una de las más populares herederas en la agenda social de Londres. Para entonces, trabajaba en algunos negocios de su padre, como el Oxford United Football o el Mirror Group.
Asistió a uno de los internados más prestigiosos y exclusivos de Inglaterra y luego estudió en la Universidad de Oxford, aunque no está muy claro si logró graduarse en alguna carrera.
Pronto su alcurnia, simpatía y hasta su belleza (no despampanante pero sí bastante atractiva) la convirtieron en integrante del jet set británico y no tardó en coincidir y convertirse en amiga cercana del Príncipe Andrés de Inglaterra, quien por entonces gozaba de juventud y su incipiente fama de fiestero.
Pero entonces, en 1991, los Maxwell sufrieron una gran tragedia cuando el padre, Robert, fue hallado flotando a 30 kilómetros de la costa de Gran Canaria, donde navegaba en su yate Lady Ghislaine, bautizado en honor de la menor de la familia y quien era la gran consentida del patriarca.
Aunque las pesquisas forenses determinaron que el empresario había fallecido por un ahogamiento accidental, no pocos medios especularon con que en realidad se había tratado de un suicidio, pues tras su muerte trascendió que Maxwell estaba a punto de la quiebra y por ello había incurrido en un fraude masivo al saquear las pensiones de sus empleados en un intento por mantener a flote su imperio. Sin embargo, finalmente su estrategia no dio resultado y, al momento de su muerte, estaba en un callejón sin salida, insolvente económica y moralmente, y ante el riesgo inminente de ser juzgado y encarcelado por la estafa a sus trabajadores y a otras
Ghislaine Maxwell siempre ha negado su participación como “proveedora” de niñas y jóvenes de Jeffrey Epstein, depredador sexual. Sin embargo, las acusaciones de varias de las víctimas en el documental de Netflix son demoledoras.
según The New York Times, a principios de este año presentó una demanda con la esperanza de heredar algunos fondos de los bienes del fallecido, con el argumento de que durante varios lustros ella había sido responsable de administrar las propiedades de Epstein ubicadas en Nueva York, París, Florida, Nuevo México e Islas Vírgenes.
“Durante el curso de su relación, incluso mientras Maxwell estaba al servicio de Epstein, éste prometió a Maxwell que la apoyaría financieramente. Epstein hizo estas promesas a Maxwell de forma repetida, tanto por escrito como de palabra”, dice la demanda.
Sin embargo, en una entrevista con Vanity Fair en el 2003, el financista negó que Maxwell fuera parte de su planilla de colaboradores. En el 2008, después de la condena de Epstein por los cargos de contratar a una menor de edad por servicios sexuales, Epstein y Maxwell le pusieron fin a su sociedad en varios negocios pero ellos continuaron siendo amigos y, según las acusaciones contenidas en la prensa y en el documental de Netfix, ella básicamente se convirtió en la proveedora de niñas y jóvenes para el magnate. Y ambos continuaron siendo parte de la vida social neoyorquina.
En el 2012 ella fundó una organización ambiental sin fines de lucro, The TerraMar Project, pero a finales del 2019 la cerró, ya con el escándalo del encarcelamiento y posterior
Poco antes de que se estrenara ‘Asquerosamente rico’, a principios de marzo Ghislaine presentó una demanda contra los herederos de Jeffrey Epstein. Argumentó que tenía derecho a parte de la fortuna y que estaba urgida de dinero para pagar abogados y seguridad personal, pues dijo estar amenazada de muerte.
muerte de su gran compinche, Jeffrey Epstein.
PERO, ¿DÓNDE ESTÁ?
A partir de principios de la década del 2000, cuando las acusaciones contra Epstein empezaron a aparecer en distintos ámbitos, Ghislaine siempre negó haber sido cómplice de los abusos de su expareja y exsocio. Luego, en los últimos años, simplemente bajó el perfil hasta desaparecer del todo, ya no solo de las páginas de sociedad (o de policiales), sino que no se volvió a saber nada de ella.
Lo anterior no deja de ser una paradoja en estos tiempos de hípercomunicación en la que alguien como ella, se supone, estaría mapeada y fácilmente localizable, pero ni los medios más importantes, ni siquiera la intrépida producción de Netflix, ha logrado dar con ella.
Otra curiosidad es que, a pesar de ser considerada en las últimas semanas una de las personas “más buscadas” −de nuevo, por su gran protagonismo en la miniserie Asquerosamente rico−, lo cierto es que no existen órdenes de arresto contra ella en ningún lugar del planeta y, ni de lejos, aparece en la famosa lista de “los más buscados” del FBI.
De acuerdo con la revista Esquire, en una investigación reciente la publicación recibió rumores de que la mujer había sido vista en un chalet en los Alpes franceses o en un resort en Massachusetts; también se le vio, supuestamente, en Israel.
Lo cierto es, como especula la mencionada publicación, que Ghislaine Maxwell probablemente esté en algún país que no tiene acuerdos de extradición con Estados Unidos.
Esta precaución tiene asidero de sobra, pues Jeffrey Epstein justamente fue detenido cuando aterrizó en Nueva York, procedente de Francia, el 8 de julio pasado, sin imaginar que por meses había sido objeto de una sigilosa pero productiva investigación que lo pondría tras las rejas al tomarlo totalmente desprevenido.
La aparición más reciente que se tiene de ella data del 19 de agosto del año pasado, cuando un fotoperiodista del New York Post publicó una foto de la mujer mientras comía al aire libre en la terraza de una hamburguesería de Los Ángeles, aunque hubo quienes cuestionaron la autenticidad de la foto o, cuando mínimo, la fecha en que había sido tomada.
Habían pasado poco más de dos semanas tras la muerte de Epstein y por ello, la foto en cuestión fue puesta en portada y generó gran atención. Sin embargo, ninguna de las menciones anteriores en diversas publicaciones o reportajes, se compara con el protagonismo que ha tenido Maxwell en los últimos días, conforme la serie de Netflix se sigue viralizando y su papel se vuelve clave.
Bien puede decirse que se trata del personaje más enigmático, pues todos los demás han hecho de una u otra forma su descargo al distanciarse de Epstein. Por ejemplo, Donald Trump dijo que se habían distanciado hace 15 años y
Bill Clinton aseguró que no eran amigos y que se trataban más que todo por asuntos de filantropía.
En cambio, después de Jeffrey Epstein, Ghislaine Maxwell es la “persona de interés” (como dicen en la jerga policial), más visible e intrigante en todo el caso.
“Alguien debe saber dónde está Ghislaine Maxwell, pero no lo dejan ver (...) ella tiene la clave de muchos de los misterios que rodean el comportamiento criminal escandaloso de Jeffrey Epstein: cómo pudo cometer los delitos durante tanto tiempo, cómo lo hizo y quién podría haberlo ayudado en el abuso y la explotación de 100 o más chicas adolescentes”, se pregunta Esquire, que recopila en esa frase las principales interrogantes que recaen sobre Ghislaine.
A finales de julio del año pasado, tres semanas después de la detención de Epstein, The New York Times publicó una extensa semblanza sobre Ghislaine, en la que varios testimonios adelantaron lo que meses después veríamos en el sesudo documental de Netflix.
“Está claro que su colaboración era profunda y compleja, y continuó incluso después de que terminó su romance. A lo largo de más de una década, Maxwell ayudó a administrar las casas de Epstein, facilitar sus relaciones sociales y reclutar a masajistas para ayudar a satisfacer su apetito al parecer insaciable por los masajes, de acuerdo con sus exempleados.
Algunas de las acusadoras de Epstein afirman que, en su experiencia, los masajes eran solo un pretexto para el abuso sexual de Epstein, de acuerdo con actas judiciales.
“Una exempleada de la mansión de Epstein en Palm Beach, Florida, se refirió a Maxwell como ‘la señora de la casa’. Euan Rellie, una banquera de inversiones que asistía a las cenas que organizaban Maxwell y Epstein en Nueva York, dijo que “parecía ser tanto su novia como su empleada, su mejor amiga y su encubridora”.
ENTRE RICOS Y FAMOSOS
A pesar de que Ghislaine había sido bastante expuesta por el primer escándalo de Epstein,
que culminó con una laxa condena en el 2018, después de declararse culpable y cumplir solo 13 meses de reclusión, ella siguió adelante con el alto perfil de su vida social.
Después de que Epstein se declaró culpable en 2008 respecto de los cargos del estado de Florida de haber solicitado servicios de prostitución y cumplió trece meses en la cárcel del condado de Palm Beach, Maxwell siguió con su vida y continuó cultivando otras conexiones de alto perfil.
Tras observar los graves señalamientos de las víctimas de Epstein en el documental, parece surrealista que la mujer hubiera salido inmune socialmente. Siempre según el Times, emprendió causas medioambientales y fundó la ya mencionada ONG para salvara los océanos, ofreció una conferencia en un evento TED y fue vista y fotografiada muy sonriente en la boda de Chelsea Clinton, también con Arianna Huffington (fundadora de The Huffington Post) y con la empresaria y presentadora de televisión Martha Stewart, así como con el magnate sudafricano Elon Musk, en la fiesta de los Premios Oscar de Vanity Fair.
CONTRAATAQUE
Lo último que se supo (y a cuentagotas) sobre Ghislaine Maxwell trascendió el pasado 20 de marzo, cuando sus abogados presentaron una demanda contra los herederos de su exnovio y exsocio, y en el mismo prontuario se refirió a los delitos sexuales de Epstein y aseguró que nunca estuvo al tanto.
De acuerdo con diversos medios, Maxwell pretende una compensación financiera porque, según afirma, requiere una alta suma para pagar por su seguridad y también para los onerosos gastos en abogados a los que ha pedido asesoramiento por su vínculo con el malogrado magnate.
La demanda fue interpuesta en Islas Vírgenes, donde Epstein tenía una mansión.
Si bien Ghislaine no está acusada de ningún delito, como ya se dijo, fiscales estadounidenses han tratado de localizarla con el fin de interrogarla, misión que se ha vuelto imposible.
De acuerdo con el portal Infobae, en la demanda la mujer aseguró que fue emepleada de Epstein desde 1999 hasta al menos el 2006, y que estaba a cargo de administrar sus propiedades.
También insistió en que el administrador de los ingresos de Epstein le garantizó apoyo financiero en caso de que sus presuntas víctimas la demandaran.
Fue en esta demanda en la que trascendió lo último que se supo de su puño y letra: que había recibido varias amenazas de muerte, que temía por su seguridad y que por ello se había visto obligada a contratar guardaespaldas.
Solo unas semanas después, Netflix pondría en la palestra mundial su nombre y la convertiría en una verdadera “persona de interés” para miles en el mundo que hoy quisieran escuchar su versión sobre los hechos que se le atribuyen en Asquerosamente rico.
“He escuchado que (Maxwell) está en Brasil, en Francia, en California... ¿quién podría saberlo?” Lisa Bryant, directora de
“
Al principio nosotros esperábamos el informe diario del ministro en la conferencia, porque esa pizarra era una señal, tratábamos de estar pendientes, porque a nosotros los datos nos afectaban igual o más que a la gente en la casa. En ese momento no había quien no estuviera conectado al tele o al celular y solo pensábamos cuándo iba a llegar el primer paciente”.
Así recuerda el doctor Leonardo Chacón, de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital Calderón Guardia los primeros días de la pandemia, cuando el estrés, la ansiedad y el miedo de enfrentarse a un enemigo tan desconocido y peligroso comenzaban a apoderarse del personal de salud.
Todo comenzó la tarde del viernes 6 de marzo. Ese día el doctor Daniel Salas, ministro de Salud, quien hasta ese entonces era un jerarca más del gobierno, se convirtió en el protagonista de una historia que hasta la fecha se sigue escribiendo.
Ese viernes, el ministro salió a confirmarle a un país completo que el nuevo coronavirus que estaba causando estragos en Asia y Europa, había llegado a suelo tico mediante un caso importado. Desde entonces Costa Rica no es la misma.
A partir de esa fecha, a diario, y minutos antes de la 1 p. m., Salas estaba en todos los canales nacionales y en vivo en las redes sociales, dando la actualización del desarrollo de la covid-19 en el país. Y mientras muchos podían ver la conferencia de prensa desde sus casas con cierto temor, en los hospitales del país la historia era muy diferente. Allí esperaban con ansias la transmisión televisiva entre el desconsuelo y un miedo del que simplemente está prohibido huir.
Con los pocos datos que había y sin saber a ciencia cierta si estaban utilizando el equipo de protección adecuado, en los centros médicos se comenzaron a preparar para una pandemia sin precedentes y que se convertiría tres meses después en la responsable de más de una decena de muertes en el país.
El doctor Chacón todavía recuerda cuando les informaron finalmente que a la
“Al inicio y todavía hoy la sensación para todos los que trabajamos con el coronavirus es que nos podemos llevar la muerte a nuestra propia casa, entonces es una carga psicológica muy grande y hay que trabajar mucho la resistencia física y emocional”. Leonardo Chacón, médico de la UCI del Calderón Guardia.
UCI del Calderón llegaba el primer paciente con covid-19. Todos estaban preparados, o al menos eso pensaban. Con la adrenalina al máximo y en medio del asombro y temor de la mayoría, el equipo comenzó a correr.
“Ya sabíamos qué teníamos que hacer, pero obviamente no lo habíamos hecho nunca. Era como la primera vez que uno hace una obra de teatro: sabe lo que tiene que hacer y dónde están las cosas, pero como toda primera vez había muchos nervios, porque si algo salía mal podía ser catastrófico. Entonces, fue prepararse para una guerra y todos los que no estaban con el paciente, estaban viendo lo que pasaba; es decir, era nuestro primer paciente covid-19 y estaba muy grave”, narra el médico intensivista.
Posiblemente ese ha sido el sentimiento de los demás doctores, enfermeros, especialistas y personal de limpieza que han trabajado de frente con el coronavirus, esos que están en la primera línea y que desde marzo han sacado fuerzas, que ni ellos mismos se explican de dónde, para salir adelante y no renunciar a cuidar a la población de un
virus del que todos los días hay información nueva y sin una cura.
Pese a que solo han pasado tres meses, el personal de salud ha experimentado muchos cambios. Por ejemplo, desde marzo en las UCI muchos utilizan un traje de protección por primera vez en su vida. Esta indumentaria a algunos les resulta sumamente pesados, aseguran que a veces les corta la respiración, los hace sentir asfixiados y les talla tanto que creen que se van a desmayar, pero aún así no se lo quitan.
“Es desgastante, honestamente. La primera vez que me tuve que poner todo el equipo para estar con un paciente, a los minutos me dolía tanto la cabeza que sentía que me iba a descomponer, porque la máscara restringe la respiración, prensa la cabeza y uno está forrado en varias capas y en 15 minutos yo deseaba arrancarme todo y salir corriendo, pero no podía porque tenía un paciente y tenía que hacer unos procedimientos y me tocó meditar profundamente y aguantar las dos horas siguientes y salir casi descompuesto”, cuenta Chacón.
Pero no es solo cuestión del traje que utilizan: las manos se les agrietan de tanto lavarlas, han perdido la cuenta de la cantidad de veces que se bañan al día y hay quienes llevan semanas sin ver a sus seres queridos. El sacrificio es grande.
Más allá de la profesión, estos profesionales son humanos y todos le temen al covid-19, les da pavor llevar a sus hogares el virus y que alguno de sus familiares se contagie, pero también saben que tienen un compromiso social que deben cumplir.
“Los últimos dos meses mi vida ha sido completamente diferente a como había sido antes. Yo le puedo decir que realmente ha sido muy pesado. Al inicio y todavía la sensación para todos los que trabajamos con el coronavirus es que nos podemos llevar la muerte a nuestra propia casa,
“Todo lo nuevo siempre genera un grado de estrés. Es decir, uno usualmente le tiene temor a lo que no conoce”
entonces es una carga psicológica muy grande y hay que trabajar mucho la resistencia física y emocional. Yo me he pegado mis lloradas, y entre más grande sea la responsabilidad, mayor es el peso y el compromiso que uno tiene”, detalla Chacón.
El médico de 34 años cuenta que en su caso en particular, teme por su mamá y por su hermana, quien en media pandemia se convirtió en madre de gemelos.
Cuando empezó la emergencia él tenía tan solo un mes de trabajar en el Hospital Calderón Guardia, por lo que el desafío ha sido mayor.
“Yo no esperaba ni tan joven, ni tan pronto una pandemia. Si usted me dice que íbamos a tener que lidiar con equipos de protección y cuartos de aislamiento y esta solemnidad que solo se
Ignacio Silesky, jefe del la UCI del Hospital San Juan de Dios.
vivía en algunas películas, yo realmente no me lo imaginaba tan tempestivo. Esto no es una guerra, ni un cataclismo, es como un enemigo muy silencioso y escurridizo que no sabe cuándo va a llegar, uno no puede concebir que tiene que luchar con una situación así”, explica.
Sin embargo, trata de apreciar el lado positivo de la situación y se alegra cuando ve a los pacientes salir de la UCI recuperados, librando la batalla. Esa es para él la parte más gratificante de la historia.
También, agradece a aquellos ticos que se acercan a preguntarle cómo se siento o si necesita algo. Esta es una muestra de apoyo que, aunque parezca sencilla, es la que lo hace permanecer de pie.
“Uno no puede descansar bien y tal vez duerme, pero pasa soñando con lo que está pasando. Ha sido un proceso súper estresante, todos tienen miedo, pero igual hemos tratado de solucionar. No hay tranquilidad todavía, pero estamos más preparados para lo que venga”. Patricia Velásquez, doctora clínica Carlos Durán que aplica prueba covid-19.
LA TENSA CALMA
A tan solo unos kilómetros del Hospital Calderón Guardia, se encuentra el doctor Ignacio Silesky, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital San Juan de Dios.
Y a pesar de que son diferentes centros médicos, que el personal no es el mismo y los pacientes provienen de otros lugares, el sentimiento de incertidumbre es compartido desde aquel viernes 6 de marzo.
Silesky reconoce que en el San Juan de Dios los días transcurren en una tensa calma y aunque asegura que ha sentido en muchas ocasiones temor al desconocer lo que pueda provocar esta enfermedad en él o en su familia, se siente en la obligación de transmitir paz entre el personal de la unidad.
“Realmente es una enfermedad que ha sido desafiante.
Como profesional esta pandemia es un reto y suena feo decirlo, pero es una enfermedad de la que se va aprendiendo sobre la marcha, de la que la humanidad conoce desde noviembre del año pasado. Es decir, estamos hablando de un virus que lleva ocho meses y que ha causado muchos estragos”, explica.
El médico, que ejerce su profesión desde 1992, es enfático en que para muchos puede resultar difícil de comprender la gravedad de la enfermedad, porque “no es lo mismo estar en la casa, donde está uno más tranquilo, a estar en un cubículo de un paciente con covid-19 tosiendo y demás”.
Aunque ya han pasado varios meses desde que inició la pandemia, el temor sigue estando presente, principalmente entre los enfermeros, quienes tienen el contacto directo con los pacientes y eso aumenta el estrés laboral.
También el doctor ha visto diferentes cuadros de ansiedad y temor, incluso ha sido testigo de diferencias que se presentan con personal de otras áreas del centro médico, pues nadie quiere acercarse a la UCI. El miedo a contagiarse abunda en los pasillos.
“Todo lo nuevo siempre genera un grado de estrés. Es decir, uno usualmente le tiene temor a lo que no conoce”, afirma Silesky.
No obstante, hasta ahora en la UCI de ese centro médico nadie del personal se ha infectado y eso les tranquiliza, pues significa que los protocolos que han utilizado son los adecuados.
En los tres meses de pandemia, en el San Juan de Dios se han reportado cuatro fallecimientos por covid-19, todos hombres: uno de 85 años, otro de 70 años, uno más de 75 años y finalmente uno de 36 años.
Los tres pacientes mayores contaban con factores de riesgo que empeoraron su salud, a diferencia del más joven. Y el no haberles salvado la vida a pesar del esfuerzo, también ha provocado que se bajen los ánimos entre el equipo médico.
“Genera estrés adicional el hecho de tener pacientes que han muerto, porque cuando uno maneja un paciente grave que demanda mucho trabajo y sale adelante, es una gran satisfacción para nosotros, porque es ver que el trabajo tuvo un fruto adecuado. Desdichadamente cuando perdemos un paciente pues causa un sinsabor y un malestar en el personal”, dice Silesky.
La muerte del hombre de 36 años generó una inquietud más en el doctor, quien trata de mantener la calma, principalmente por el grupoque está a su cargo. El médico explica que dicho paciente era menor que él y “uno como médico no está inmune a sufrir esta enfermedad, sin embargo, hay
que anteponer esos temores”.
Eso sí, tiene claro que a pesar de sus preocupaciones y temores, así como los de sus compañeros, la pandemia no va a acabar de la noche a la mañana y por el contrario, el país camina al filo de la navaja y ellos continuarán estando ahí para atender a quienes los necesiten.
CUESTIÓN DE SUERTE
Si hay preocupación por lo desconocido, hacer las pruebas respiratorias se convierte en un juego de azar, en el que nadie sabe si es o no uno de los pacientes positivos de covid-19.
Mientras en marzo las noticias anunciaban que el coronavirus había llegado a Costa Rica, en la clínica Carlos Durán, en barrio Vasconia, un grupo de médicos batallaba con un sinfín de pensamientos no tan positivos, al tiempo que corrían y se preparaban para tomar las muestras respiratorias a las personas sospechosas de contagio.
“Sabíamos que en algún momento nos iba a tocar recibir algún caso y no queríamos que nos agarrara desprevenidos. Teníamos incertidumbre, queríamos ver qué pasaba, porque obviamente a nivel mundial se estaban viendo casos y teníamos esa angustia de cómo iba a evolucionar aquí en Costa Rica, porque la pandemia fue bastante fuerte en algunos países”, recuerda la doctora Patricia Velásquez.
Y finalmente el lunes 9 de marzo, llegó el momento de hacer la primera prueba.
Velásquez asegura que el miedo que sentían es ese momento era y sigue siendo inexplicable.
“La primera muestra, era la de la fortaleza. Es decir, uno ya sabía hacer la muestra, lo que pasa es que no es lo mismo lo que uno sabe hacer, que al momento de hacerla. Entonces esa primera muestra era como la definitiva, la que daba más miedo. Al final uno la hacía con toda la tranquilidad posible como le han enseñado, pero también con un poquito de miedo y ese miedo hacía que uno tratara de ser más cauteloso y con más paciencia”, relata.
El principal temor era saber si el equipo de protección que estaban utilizando era el adecuado, porque al inicio, cuando les dieron a conocer que debían hacer la prueba, no tenían los insumos de protección que requerían para los procedimientos, lo que aumentaba aún más el estrés laboral.
La importancia de tener este traje completo, recae en que ellos se encargan no solo de tomar la muestra, sino que también les corresponde revisar la mucosa, tanto oral como nasal y por ende, están expuestos al contagio.
Para Velásquez la mayor preocupación es contagiar a su hija de 9 años, a su esposo (quien también es médico) y a sus papás, que son adultos mayores, sin embargo, ha aprendido a sobrellevar la situación y sus compañeros han sido parte fundamental para salir adelante.
Eso sí, confiesa que desde hace tres meses no duerme igual.
“Lo hemos hecho bien, hemos trabajado juntos a pesar de que a veces es muy estresante. Uno no puede descansar bien y tal vez uno duerme, pero pasa soñando con lo que está ocurre. Es decir, ha sido un proceso súper estresante, todos tienen miedo, pero igual hemos tratado de solucionar. No hay tranquilidad todavía, pero estamos más preparados para lo que venga”, resalta.
HÉROES INVISIBLES
Es común que al agradecer los esfuerzos del personal que lidia con el nuevo coronavirus en hospitales y clínicas, primero se piense en médicos y enfermeros. Sin embargo, hay otros miembros del personal que día a día se enfrentan igual de cerca a la pandemia y que pasan desapercibidos, pero que son fundamentales.
Tal es el caso del personal de aseo, quienes tienen que pasar limpiando paredes, el piso y los baños de las unidades de cuidados intensivos, así como los salones donde se encuentran las personas contagiadas de covid-19.
“Muchas veces se habla solamente del personal médico profesional y vieras la importancia que tiene la limpieza en un hospital. En realidad, si la limpieza no se hace de una manera correcta tenemos que poner un candado, cerrar e irnos todos para la casa, porque la limpieza de un hospital es totalmente diferente a la que usted puede hacer en cualquier edificio, en cualquier oficina, o empresa”, comenta Erick González, jefe de Servicios Generales del Hospital de Alajuela.
Según explicó, para trabajar en el departamento de aseo de un hospital, se requiere especialización y un manejo de técnicas específicas, de acuerdo a las indicaciones de la dirección del centro médico. Estas han sido aún más rigurosas desde que la pandemia llegó al país y se cumplen al pie de la letra. Hay vidas que dependen de ello.
Los funcionarios de esta área tampoco la pasan muy bien, pues caminan al lado del virus constantemente.
El primer epicentro del drama del covid-19 en Costa Rica fue el Hospital San Rafael de Alajuela. González asegura que vivieron escenas traumatizantes, cuando había hasta 200 funcionarios incapacitados por sospechas de tener algún tipo de contacto con el virus y, por supuesto, el personal de limpieza no estaba exento.
“Hubo incluso personal de aseo que renunció porque la gente entró en pánico, la pandemia ha tenido efectos emocionales en las personas. De hecho, en ese momento nadie quería venir al hospital y yo me quito el sombrero por el personal de aseo de este hospital, que en ese tiempo fueron muy valientes, sobretodo los del cuarto piso, donde tuvimos muchos pacientes hospitalizados. El personal prácticamente vive ahí, no pueden salir ni a comer”, explica.
González, quien se encarga de supervisar el trabajo del equipo de aseo, asegura que la tensión y el miedo se siente en cada pasillo del hospital, pero está convencido que ahora el personal de limpieza es mucho más especializado que antes.
Pese a que González no está todos los días limpiando el área covid-19, sí está revisando frecuentemente que el aseo en esos salones y cuartos sea el adecuado. Por ello, cuando recién se comenzaban a propagar los casos, su esposa le pidió quedarse en la casa, sin embargo, él no podía.
“Yo tengo cinco hijos y tenía bastantes vacaciones acumuladas y mi esposa me recomendó en ese tiempo sacar vacaciones. Para mí hubiera sido muy fácil irme pero moralmente no podía dejar al equipo abandonado, yo necesitaba que ellos vieran en mí una persona en la que tenían apoyo, que no los iba a dejar aquí solos”, dice.
González afirma que de esta experiencia siguen aprendiendo todos los días y que en específico, a los funcionarios del área de limpieza, los deja muy fortalecidos no sólo a nivel de conocimiento y mayor experiencia, sino en cuanto a la necesidad de ayudar a la gente.
“El hospital no es el mismo, la tensión, el estrés y la ansiedad que se ha tenido con esta pandemia ha sido muy diferente, esta ha sido una experiencia nueva, que viene con ese miedo social incluido. Pero me ha llevado a ser optimista y a creer aún más en la valentía de los trabajadores del hospital”, añade.
“Muchas veces se habla solamente del personal médico profesional y vieras la importancia que tiene la limpieza en un hospital. En realidad, si la limpieza no se hace de una manera correcta tenemos que poner un candado, cerrar e irnos todos para la casa”. Erick González, encargado del departamento de aseo Hospital de Alajuela.
LUCHA INTERNA
Como si el simple hecho de trabajar en la primera línea de acción contra el covid-19 no fuera suficiente, hay quienes han tenido que enfrentarse a un resultado más desalentador y a circunstancias retadoras que hoy los hacen estar más agradecidos con lo que tienen.
Jorge Garita es enfermero de la UCI del Hospital México y en marzo, cuando los casos comenzaron a aparecer, él experimentó un “sospechoso” cuadro de tos. Era leve, sin embargo, prefirió utilizar mascarilla porque sentía que no era normal.
A los días presentó una dificultad respiratoria y tras un largo día de trabajo decidió ir a emergencias para que lo atendieran. Por sus síntomas, le hicieron la prueba covid-19 y resultó positiva.
Allí empezó un calvario, que fue más allá de la enfermedad. Fueron más de 21 días en los que tanto él como su esposa, Marylú Rodríguez; sus hijos, de dos y cinco años, así como su suegra, debieron permanecer en cuarentena en su casa, ubicada en Palmares. Durante ese tiempo él estuvo solo, en un cuarto aparte.
“Fue muy duro porque no podía abrazar a mis hijos. El más grande entendió porque no estaba yendo al materno y ya le habían hablado del virus; pero mi bebé, cada vez que me veía por los ventanales del cuarto me decía ‘papá, papá’ y se le escapaba a la mamá y se venía a la puerta de mi cuarto y pegaba patadas y me decía ‘abra, abra’, esa parte me afectó mucho psicológicamente”, relata.
Además de sufrir por el hecho estar aislado, sin poder compartir con su familia, el enfermero de 37 años tuvo que lidiar con el bullying que personas de su mismo cantón le hicieron no solo a él, sino a su familia por dar positivo a la prueba.
Recuerda que un día mientras revisaba Facebook vio publicada una fotografía de él junto a su familia y en la que lo señalaban por ser el responsable de llevar el virus a Palmares, ‘el pueblo para hacer amigos’.
“A veces la misma desinformación y la falta de leer un poco más, hace que las personas le teman a lo que no conocen. En ese momento se empezó a difundir cierto tipo de informaciones equivocadas y eso sí le afectó mucho a mi esposa, porque ella decía ‘¿Cómo la gente puede ser tan cruel, si ni siquiera saben lo que nosotros estamos viviendo?’. La gente debería entender lo que uno está sufriendo. Pero el día de mañana cuando sean ellos o un familiar se van a dar cuenta de lo mucho que se equivocaron”, afirma.
Lo que muchos de esos vecinos nunca pensaron, fue que los Garita Rodríguez tuvieron que, incluso, pedirle ayuda a sus familiares para que les compraran comida.
“En la red de salud de Palmares hicieron un trabajo muy fuerte y trataron de contener las informaciones, pero la ignorancia de la gente lo hacen ver a uno como un monstruo y no entienden que esto es una enfermedad y que es muy fácil de contagiar y que, en mi caso, me pasó porque yo estaba trabajando en la línea de defensa”, asegura.
Conforme pasaron los días y se sentía mejor, Garita comenzó a hacer rutinas de ejercicio y de salud mental. También se preparó para ser un ejemplo de recuperación para los pacientes con covid-19, y así poder inyectarles fuerza, motivación y positivismo.
De hecho, afirma que cada vez que puede les cuenta que él es un paciente recuperado y los hospitalizados se asombran.
“A mí me encanta ser enfermero y ser de UCI es un reto aún más grande porque son pacientes más delicados. Cuando regresé había cinco pacientes con covid-19 que estaban muy delicados y la jefa me dijo que si quería me ponía en otra área mientras recuperaba defensas y yo le dije que no, porque al final uno es un soldado, nosotros somos la primera línea de defensa y yo quería estar ahí con mis compañeros. Nos tocó un paciente que se asombró mucho cuando yo le dije que yo era paciente de covid-19 ya recuperado y ese paciente estuvo muy delicado y ya se recuperó y eso es una satisfacción enorme”, cuenta.
TEMOR POR LA FAMILIA
Al igual que Garita existen muchos más funcionarios de salud en el país que se han contagiado del virus en el hospital, durante su jornada laboral.
Tal es el caso de María Rodríguez, una doctora residente quien fue de las primeras en contagiarse. Ella no trabaja en la UCI, sin embargo, sufrió los embates de la pandemia.
Como a todos, el virus la tomó por sorpresa. Días antes de resultar positiva, en el centro médico en el que labora lo único en lo que se pensaba era en adaptar los protocolos; mientras que ella y sus compañeros se estaban preparando para aislarse de sus familias, para evitar que se contagiaran. Sin embargo, sus planes cambiaron de la noche a la mañana.
La doctora asegura que el virus no le dio tiempo ni siquiera de entender a profundidad lo que estaba pasando o de sentir miedo de contagiarse o contagiar a su familia.
Y pese a que registró síntomas muy leves y solo los primeros días, su mayor temor luego de dar positivo a la prueba, era saber que ella podía haber llevado el virus a su casa… y así fue: aproximadamente una semana después, su padre y su madre ya se habían contagiado.
“Cuando yo me contagié, me aislé completamente de mi familia, pero ya había tenido contacto previo con ellos, entonces tuve miedo. Mi papá se contagió primero y me asusté mucho, porque es un hombre adulto, de edad media, que es un grupo donde los resultados no han sido los más óptimos y de hecho, me asusté más que cuando me dijeron que yo estaba enferma”, confiesa Rodríguez.
Sin embargo, el hecho de ser doctora, contar con un oxímetro en su casa y leer constantemente sobre el tema le dio tranquilidad, ya que podía monitorizarlo y tomarle la saturación de oxígeno diaria.
“Me puse a ver las cosas a favor, pero aún así cuesta y al inicio obviamente uno se asusta bastante, pero conforme pasaron los días y era una evolución satisfactoria, uno se tranquiliza y el cuadro fue leve y llevadero. Fue como el susto inicial”, añade.
La médica de 27 años detalla que estuvo más de un mes sin poder salir de su casa y que no se perdía las noticias para estar actualizada de la situación. Sin embargo, sentía un cierto malestar al observar que los costarricenses continuaban con su vida como si no pasara nada.
Rodríguez no se siente responsable por haberse contagiado, y, por el contrario, afirma que “es un riesgo que uno asume como personal de salud y no solo aplica para el covid-19, porque uno está expuesto a muchas enfermedades y virus”.
Pese a que desde aquel viernes 6 de marzo muchas cosas han cambiado, los centros médicos y sus funcionarios siguen dando la batalla, enfrentándose a ese enemigo del que se aprende todos los días.
Y aunque frecuentemente libran una lucha interna, que incluye lágrimas, temores y preocupaciones, no se rinden y por el contrario, siguen al pie del cañón.
“El estar aislado por tanto tiempo fue un factor psicológico demasiado fuerte. Entiendo ahora que las personas privadas de libertad deben sufrir muchísimo”. Jorge Garita, enfermero UCI Hospital México.