La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical
EL BARRIO TICO
ALEXÁNDER SÁNCHEZ
UN PAN ‘PURA VIDA’
Ana Belén y Roger Jerez se conocieron en León, Nicaragua, y se casaron en el 2016.
“Nos conocimos porque él es el mejor amigo de mi hermano. Primero nos casamos civil y ya en el 2017 nos unimos por la iglesia”, reveló Romero, antes de dar a conocer los detalles de su inesperado viaje a Costa Rica.
Roger, quien es ingeniero civil, vivió en carne propia la crisis del 2018 en su país, cuando diferentes actores civiles se levantaron contra el mandatario Daniel Ortega y organizaron diferentes protestas en todo el país.
Al menos 320 muertos, centenares de prisioneros, decenas de miles de exiliados y millonarias pérdidas económicas dejaron los enfrentamientos en Nicaragua, sumiendo al país en una aguda crisis social.
Por eso, tras recibir una oferta de trabajo en Costa Rica, Ana Belén y Roger no lo pensaron dos veces para mudarse al país vecino. Acá Roger trabaja en una empresa constructora y ella cursa una carrera en la universidad, por lo que su estatus legal se supedita a un permiso laboral y otro de estudiante.
Primero vivieron un año y tres meses en San Ramón, hasta que hace 8 meses decidieron establecerse en Grecia, donde se toparon de frente con la covid-19.
“Roger presentó unos síntomas y decidió ir a la clínica de aquí para hacerse la prueba. En el trabajo unos compañeros suyos habían salido positivos por lo que decidieron aplicarle el test”, narró Ana Belén.
“Efectivamente dio positivo y, desde entonces, decidimos no volver a salir, pues todos podríamos estar infectados. El jueves 17 de julio nos hicieron la prueba en casa y fue cuando supimos del diagnóstico de mi hija”, agregó.
Para la familia Jerez fueron momentos de mucha incertidumbre, aunque nunca se echaron a morir ni se preocuparon más de la cuenta. Roger había tenido una pequeña gripe -con dolores de cabeza incluidos- y a Amelia “se le tendía a bajar el ánimo” por la situación. Pero todo bien, dentro de lo que cabía al tener covid-19.
Lo que sí hizo llorar a esta familia nicaragüense fueros dos bollo de pan.
Un día después de aquel lamentable episodio, en el que un niño no pudo jugar con Amelia debido al nuevo coronavirus, el vecino y padre de la criatura se acercó al portón de los Jerez y dejó una porción de pan “y otras cositas” al frente de la casa.
“Yo no lo podía creer. Yo lo vi todo por la ventana, pues eran las 6 a. m. cuando sucedió. En ese momento comencé a llorar, me conmovió mucho el detalle, no lo podía creer”, expresó Ana Belén.
“Uno no espera que alguien haga eso, menos sin conocerte, ya que llevamos muy poco viviendo aquí”, agregó.
Pero el pan sería solo el comienzo. La solidaridad, en el barrio El Mesón de Grecia, estaba a punto de estallar.
A pesar de estar lejos de los suyos, los vecinos de Grecia han hecho que los Jerez no extrañen tanto Nicaragua. Ahora se sienten en casa.
LLUVIA DE DETALLES
Para horas de la tarde, de ese mismo día, Ana Belén tenía en su portón jugos y galletas para Amelia, más pan y varias bolsas de arroz y frijoles.
Además, durante los 15 días de la cuarentena, recibieron de forma anónima paquetes de azúcar, pasta, verduras y varias cajas de leche.
Todos los productos se posaban al frente de la casa, muchas veces con cartas hechas a mano que hacían más valiosos los detalles.
llorar y a llorar. Incluso hubo vecinas que también lloraron, seguro de verme así de emocionada. Fue una bendición”, recordó conmovida.
En un abrir y cerrar de ojos su casa se llenó de pijamas, cremas, pañales, toallitas húmedas y toda clase de vestidos (la nueva integrante de la familia será una niña, un dato que de alguna manera pudieron averiguar sus vecinos).
AGRADECIMIENTO PURO
Ana Belén está consciente del problema de la xenofobia en Costa Rica y que muchos de sus compatriotas son discriminados todos los días en distintas partes del país.
Sin embargo, cuando llegó a Grecia, su experiencia personal fue otra muy distinta.
“Desde que nos instalamos aquí, los vecinos siempre se pusieron a la orden”, comentó.
Pero la duda de estar un país extraño, con personas que no necesariamente comparten sus costumbres, la retrajeron un poco.
“Ellos se pusieron a la orden, pero nosotros mejor tratamos de no molestar. virus, ellos también conocen más a sus solidarios vecinos.
Tanto es su agradecimiento con la comunidad, que Ana Belén escribió en Facebook un emotivo post. Lo tituló así: “El pura vida a mis vecinos les queda pequeño, son mucho más que eso”.
A continuación transcribimos el mensaje completo, porque vale la pena leerlo:
Cuando te vas a un país que no es el tuyo, donde tenés a tu familia, tus amigos, a los tuyos, te vas solo con tu ropa puesta. A empezar de cero, a empezar a luchar con todo y contra todo. Tengo dos años de vivir en un país que a pesar de ser el país vecino (Costa Rica) me ha demostrado que nunca se está solo.
Hace 15 días, aproximadamente, mi familia está con covid-19, pero no saben ustedes las bendiciones que Dios nos ha puesto en el camino y en la puerta de nuestra casa.
Empezaron llegando alimentos básicos, de nuestros vecinos de El Mesón de Grecia. Luego llegó ayuda de todos lados, personas que ni conocíamos se pusieron a nuestra disposición, demostrándonos que el hermano no solo es el de sangre, si no aquel que te tiende la mano en una situación difícil.
Hoy mis vecinos, me demostraron que sí existen personas de gran corazón, personas que hacen el bien sin mirar a quien y sin esperar nada a cambio. A mi solo me queda decir muchas gracias por cada detalles, por cada gesto, por cada muestra de cariño para con mi familia. Que todo lo que me han hecho feliz, la vida se los multiplique.
La vida es dura, es difícil pero con amigos y vecinos como los que tengo, la vida resulta mucho más fácil y linda. ¡Qué gran sorpresa!.
Hará unos pocos años, como parte de un proyecto denominado “Vocaciones científicas”, la Academia Nacional de Ciencias (ANC) empezó a realizar giras por escuelas y colegios en todo el país. Durante los foros con la chiquillada, la directora ejecutiva de esta entidad, Dayana Mora Solórzano, entablaba un intercambio de opiniones y una pregunta infaltable recibía prácticamente la misma respuesta siempre: “¿Conocen a algún científico o científica nacional?”.
“Siempre antes de empezar a mí me gustaba inducir la charla con esa pregunta, y casi siempre ocurría lo mismo: ‘todos se volvían a ver, seguro se imaginaban como una rata de laboratorio o no sé qué, hasta que por ahí los más despabilados levantaban la mano tímidamente y decían ’Franklin Chang’... entonces les repreguntaba si conocían a otro científico o científica y aquello era un silencio solemne”, cuenta Dayana en tono divertido por la actitud de los chicos, no por el contenido de fondo de la anécdota.
Antes, se impone una referencia: Mora ingresó a la ANC como directora ejecutiva en el 2013, aunque su formación profesional era en ciencias económicas y letras, pero cuenta con gran entusiasmo cómo de inmediato se enamoró del mundo de la ciencia y hasta se cuestionó cómo no se había involucrado antes en un ámbito “fascinante con el que convivimos día a día y que está en todas partes”.
Por esa misma razón fue que volvió su mirada hacia las nuevas generaciones, con la intención primaria de involucrar a los niños y jóvenes en lo que hasta para ella era un mundo bastante abstracto. “Me inspiró motivarlos a ellos en este mundo tan maravilloso que es el de la curiosidad infinita al ir descubriendo el por qué de las cosas, del funcionamiento de nuestro cuerpo, de las cosas que nos rodean. Gracias a este trabajo por ejemplo converso con un físico y pienso que qué tan chiva ser experta en microbiología, en ese mundo de los virus, los hongos, la genética, y así como era lejano para mí, luego constaté que lo era para ellos”, asegura Mora con una convicción total de que otros niños o jóvenes se van a interesar en muchos otros ámbitos de la ciencia, independientemente de que sigan admirando y quieran emular al célebre astronauta costarricense Franklin Chang.
“Fue así como después de un tiempo de estar con este proyecto visitando lugares, me doy cuenta de que hay una necesidad muy grande de visibilizar científicos y científicas, no solo como figuras destacadas sino por su aporte a la sociedad, porque han destacado no solo en Costa Rica, sino el el mundo”.
La idea de que fueran 10 mujeres las que contaran su historia acompañados de ilustraciones para que los niños pudieran colorearlos en el libro Mujeres brillantes de la ciencia tica se tomó pensando en hacer coincidir el lanzamiento con el Día Internacional de la Mujer.
Fue así como el pasado
9 de marzo, un día después de la celebración mundial, la Academia Nacional de Ciencias en conjunto con la Editorial Tecnológica de Costa Rica presentaron la obra “novedosa y divertida que está dirigida a los más pequeños con el objetivo de que encuentren en alguna de las protagonistas la inspiración para alcanzar sus sueños. La obra nos da el privilegio de conocer las historias de vida de diez notables científicas locales, miembros de la Academia Nacional de Ciencias, quienes han hecho aportes y contribuciones admirables en el campo de la ciencia, afirmó parte del comunicado oficial de la actividad.
Las científicas involucradas con el proyecto son Odalisca Breedy, bióloga marina; Hannia Campos, investigadora en el campo de
Una obra novedosa y divertida, dirigida a los más pequeños, pretende familiarizarnos con las historias de 10 mujeres de ciencia que alcanzaron sus sueños. YURI LORENA JIMÉNEZ
Los textos del libro son de la periodista Michelle Soto y las ilustraciones de las artistas Daniela Orozco, Viviana Chaves y María Paula Barquero
la nutrición humana; Sandra Cauffman, ingeniera y tecnóloga aeroespacial; Eugenia Flores, bióloga especialista en botánica; Marianela García, neurofisióloga; Leda Meléndez, fitopatóloga; Carla Odio, pediatra infectóloga; Henriette Raventós, genetista; Giselle Tamayo, química y Mary Jane West-Eberhard, bióloga. Una acotación importante es que esta última científica no es costarricense, ella nació en Estados Unidos pero fue incluida en la lista porque el libro trata de figuras destacadas “en el campo de la ciencia”, si bien la mayoría son costarricenses, doña Mary Jane fue incluida por las razones señaladas.
En el evento participaron estudiantes de cuarto grado de la Escuela Filomena Blanco de Quirós y de la Escuela Luis Demetrio Tinoco Castro, así como también alumnos del colegio Saint Anthony, de Moravia.
Los textos del libro, a cargo de la periodista Michelle Soto, están redactados de forma clara y amigable. En la obra, cada científica describe la forma en que vivencias de su niñez y juventud marcaron la senda del triunfo profesional que cosecharían después de mucho esfuerzo y pasión. Las ilustraciones corrieron por cuenta de las artistas Daniela Orozco Campos, Viviana Chaves Aguilar y María Paula Barquero Martínez, todas estudiantes de animación digital de la Universidad Véritas y quienes se unieron al proyecto como parte de su trabajo comunal universitario.
La química Giselle Tamayo, por ejemplo, narra las peripencias que tuvo que hacer su familia cuando se trasladó a vivir de San José a Paso Canoas. Sin embargo, en los prolongados viajes, ella y su
mamá pasaban entretenidas con un juego que le permitió a Giselle aprender a leer a temprana edad. Ya en el colegio, aquí en San José, se enamoró de la química y cursó estudios superiores en la Universidad de Costa Rica (UCR). Sus investigaciones, basadas en la naturaleza, podrían generar nuevos medicamentos o materiales industriales. Su consejo para los pequeños es puntual pero insistente: “Pregunten, si no entienden, pregunten. Y si no entienden, sigan preguntando, vayan a la biblioteca, investiguen en Internet”, puntualiza Tamayo.
Otro de los testimonios es el de Sandra Cauffman, ingeniera y tecnóloga aeroespacial, quien se crió en Hatillo y pudo estudiar gracias al empuje de su mamá, quien fue madre soltera y sacó adelante a sus tres hijos. Ella estudió ingeniería industrial en la UCR, pero su sueño desde pequeña era ser astronauta. A la postre su madre se casó con un estadounidense que adoptó a Sandra y a los 21 años se fue a vivir a Estados Unidos, donde pudo empezar a materializar su sueño al matricularse en la Universidad George Mason y estudió ingeniería eléctrica y física. Tras años de esfuerzo, en 1991 ingresó a la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés). “Se pueden tener sueños, de ti depende que se hagan realidad”, les escribió la científica a sus jóvenes lectores.
“Con su ejemplo, estas científicas nos transmiten un poderoso mensaje: con esfuerzo y dedicación las metas se logran y los sueños se cumplen. La obra está dirigida a las nuevas generaciones, para que de una manera diferente y entretenida encuentren, en cada una de sus páginas, una invitación para abrir las puertas de la curiosidad hacia los caminos de la ciencia y la tecnología”, añadió Dayana Mora.
El libro tienen un valor de ¢2.000 colones, y se puede adquirir en Librería internacional. La ANC Academia Nacional de Ciencias hará una donación de libros a escuelas urbano marginales y regionales. “El costo del libro es básicamente para cubrir los costos de impresión. Al final trae stickers de los elementos de investigación de cada una de ellas”, puntualizó Mora.