La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

LOS MEJORES AMIGOS QUE SE ENAMORARON

- FERNANDA MATARRITA CH. fernanda.matarrita@nacion.com

Ytodo comenzó bailando… Esa frase musical es verídica en la vida de Amanda Chuprine (28) y Alejandro Zamora (29), dos amigos de años que por mucho tiempo no se vieron con ojos románticos y que hoy son esposos.

El 22 de abril cumplen cuatro años de casados y todavía se ríen contando su historia de amor.

“Es una locura. Estuvimos en el mismo colegio. Teníamos amigos en común. Mis primos mayores que son como mis hermanos conocían a los primos de él. De 16 años empecé a salir con primos de él. Ahí lo conocí. Íbamos a un bar restaurant­e que hacía bailes. Yo bailaba con el primo de él y con él. Empezamos a salir como compas. Eso fue como en 2009”, cuenta Amanda.

“Yo le conocí a los novios. Siempre que salíamos a bailar ella tenía novio, quizá por eso nunca la vi con otros ojos”, agrega Alejandro.

Por varios años la relación fue solamente de amistad. En el 2011, ambos estaban solteros. Un día, como de costumbre salieron Amanda, Alejandro y un primo de él. El otro muchacho no quiso continuar en el lugar, ellos fueron a dejarlo y volvieron a bailar solo ellos dos.

“Ese día seguimos bailando solos. A mí me quedó la espinita.

“Amanda es el tipo de mujer que siempre me ha gustado. Yo la veía como amiga, pero después de esa noche empecé a cambiar la historia. Yo estaba en los últimos años de U. Pero pensaba que pronto saldría de la U, empezaría un trabajo y la verdad no pensaba en compromiso­s”, recuerda Alejandro.

Luego de aquella vez, la afluencia de mensajes de texto, infaltable­s de la época, empezó a crecer.

“Yo con la frase típica le decía: ‘mirá y vos has pensado en mí como algo más’. Yo no me iba a ir de pollo. Me daba miedo, porque yo ya sentía algo y no me iba a arriesgar”, cuenta él.

A Amanda le pasaba similar. Estaba en la universida­d, trabajaba y disfrutaba de su libertad. Hacía un tiempo que había terminado una relación de dos años.

“Creo que fue bailando. Así nos enamoramos. Ese sábado éramos los únicos bailando. Después de ahí todo cambió. Empezamos a hablar y ella se hacía la rogada. El lunes siguiente ella salía de clases a las 8 p. m. Le dije que la iba a traer a la U para hablar. Recuerdo que pasé el fin de semana con miedo. No sabía qué iba a suceder. La recogí y fuimos a tomar helado. Ese mismo día yo iba con un miedo horrible, de eso que a uno le tiemblan las piernas. En la heladería había una familia conocida, eso lo empeoró. Fue el helado más raro de la vida. Salímos, yo le iba a dar un beso y ella empezó a reírse”, confía Alejandro.

Amanda interviene: “Yo no

UN MATRIMONIO JOVEN

Tras cinco años de noviazgo, Amanda y Alejandro se casaron… eso sí, ella tuvo que incentivar la propuesta.

“Nos casamos el 22 de abril del 2017. En febrero del 2016 le dije: ‘le doy de aquí a noviembre para que me pida matrimonio, o si no, que Dios lo acompañe”, detalla entre risas.

Él dice que en temas familiares siempre ha necesitado

Luego levantarse. Enfrentar juntos los tropiezos y las dificultad­es. Ahora gracias al Señor tenemos nuestra casita, yo estoy pensionado”, cuenta don José Luis, quien trabajó por 36 años como supervisor de obras en la Municipali­dad de San José.

Doña María Virgina se dedicó al cuidado de sus ocho hijos: María de los Ángeles, José Luis, Patricia, Kattya Lorena, Laura, Sonia, Adrián y Diego. De todos ellos la única que vive junto a sus padres, en Desamparad­os, es Laura , quien es acompañada por su hija Priscilla Espinoza Jiménez, de 27 años.

De sus hijos los señores hablan con orgullo. Todos viven pendientes de sus padres, y cuando no los pueden visitar, principalm­ente en tiempos de pandemia, nunca faltan las llamadas. Incluso desde lejos: uno de sus muchachos trabaja en misiones mundiales. La última vez les habló desde Haití.

“Es una gran familia la que tenemos. A los cinco meses de casados nos vinimos a vivir aquí. No nos hemos separado ni un solo día”, dice el señor, quien rememora que su casa propia la pudo edificar, con sus propias manos, gracias a que una vez en su trabajo dieron la oportunida­d de que quien quisiera renunciar podía hacerlo y se le otorgarían todos los beneficios.

“Yo no tenía casita y tenía ocho (hijos). Así que dije: me voy. Lo hice para que me dieran las prestacion­es. Con esa platita compré el lote que me costó ¢80.000. Después yo mismo hice toda la casita. Nos vinimos para acá en los 80”, dice José Luis.

De inmediato, la fina voz de María Virginia eleva el tono para hablar de una ley que ha sido fundamenta­l en este matrimonio y en la sana convivenci­a.

“Cuando hay alguna dificultad nos decimos las cosas porque no podemos acostarnos bravos. Eso siempre lo hemos manifestad­o.

“Una relación tiene que tener como base la comprensió­n. Se debe vivir con mucho respeto, amor y ayuda mutua”, dice la señora.

Laura, la hija, agrega que su mamá vive pendiente de que su padre tome todos sus medicament­os, pues tiene varias condicione­s como diabetes, presión alta, asma e insuficien­cia renal.

“Gracias a Dios está bien”, dice María Virginia, quien tampoco descuida su hipertensi­ón.

AMOR QUE NO DEJA DE CRECER

La pareja continúa creyendo que el matrimonio debe cuidarse, por supuesto, siempre que el respeto sea el centro.

Él siente el amor de su esposa cuando ella le prepara “macarronci­tos y olla de carne”. Mientras ella es halagada con frutas o con solo tener la conciencia de que él está allí para complacerl­a en lo que se pueda.

Juntos disfrutan de caminar y también de conocer el mundo. Ya han visitado México, Colombia y toda Centroamér­ica.

“Lo más especial del matrimonio es estar en unión con la familia. Nos llevamos muy bien. Siempre nos reunimos para celebrar cada aniversari­o”.

Todos los 17 de octubre en esta casa en Fátima de Desamparad­os hay fiesta. Cada nuevo año de esta unión se celebra con manteles largos. Él siempre llega con flores para sorprender­la, y en casa María Virginia y su hija Laura preparan una comida especial.

“Si algunos de mis hermanos no pueden venir, tal y como pasó por la pandemia, los hijos los llaman y los felicitan. Para nosotros es un gran honor”, dijo Laura, su hija.

“Las diferencia­s se supera con el perdón. Siempre que sea una relación de respeto, también es saberse comportar. Vivimos pidiéndole a Dios que nos ayude.

María Virginia, 56 años de

casada.

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JOHN DURÁN Amanda, Alejandro, Mariluz y sus seis perros.
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meses, llegó a consolidar el amor entre Amanda y Alejandro.
JOHN DURÁN Mariluz, de 11 meses, llegó a consolidar el amor entre Amanda y Alejandro.
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JOHN DURÁN El tiempo no ha cambiado la forma en la que José Luis y María Virginia se contemplan.
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pareja cumplió 56 años de casados.
JOHN DURÁN En octubre, la pareja cumplió 56 años de casados.

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