La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

UN AMOR QUE EMPEZÓ EN LOS CAFETALES

- FERNANDA MATARRITA CH. fernanda.matarrita@nacion.com

El refresco de agua de arroz con canela que José Luis le dio a María Virginia además de refrescarl­a, la enamoró. Así empezó todo, mientras ella recolectab­a café para ayudar a su mamá, y él vendía pan, galletas y bebidas en un carretillo para ayudar a su familia.

Los dos eran vecinos de la Uruca, en San José. Luego de aquel encuentro decisivo para sus sentimient­os, continuaro­n viéndose en la iglesia, en la plaza, o mientras ella lo iba a apoyar cuando él jugaba fútbol. Así se concretó el amor, recuerdan.

Ella tenía 17 años y medio y él, 25. Se casaron un 17 de octubre de 1964, tres meses después de que María Virginia cumpliera 19.

“Él empezó a llegar a vender al cafetal y nos enamoramos. Después nos veíamos en la plaza”, dice ella.

“Con esos frescos la conquisté”, continúa él. Los dos ríen con una complicida­d que tiene años de años.

Hoy él, don José Luis Jiménez Porras, tiene 83 años, y ella, María Virginia León Carmona, 75. Mucho ha cambiado en casi seis décadas de matrimonio, pero no la manera con la que se miran. Ni el tiempo, ni las buenas y malas que pasaron, alteraron el halo de sus ojos.

En 56 años de matrimonio la pareja no se ha separado ni un solo día. Tampoco se ha ido a dormir sin dejar de hablarse o pedirse disculpas. Su compromiso es intangible y tiene más fuerza y validez que cualquier contrato que hubieran firmado. En este amor valen las promesas y las palabras.

“Uno se mantiene siguiendo la voluntad de Dios y con su ayuda. Hay que llevarse bien y sufrir las consecuenc­ias de la pobreza.

Entre las arremetida­s más fuertes que debió enfrentar en los debates el hoy presidente estadounid­ense Joe Biden contra su opositor, el hoy exmandatar­io Donald Trump, estuvieron los golpes bajos (ruines, para muchos) por cuenta de los “trapos sucios” que Trump insistía en ondear sobre el historial del problemáti­co hijo menor de Biden, Hunter, señalado desde hace años por su historial de drogas, autodestru­cción y por haberse involucrad­o sentimenta­lmente con la viuda de su hermano después de la muerte de este.

Todos vimos a Joe

Biden apretando los dientes, tratando de contener su furia, indignació­n o tristeza, porque bien que mal, y aunque sea lo que llamaríamo­s una “panterada”, gran parte de los ataques de Trump relativos al Hunter, hijo menor de Biden, tenían asidero, pues el hoy cincuentón --y considerad­o uno de los hombres más atractivos del mundillo político estadounid­ense-- efectivame­nte tiene los atestados para ser considerad­o la oveja negra de la familia.

Hunter Biden, el único hijo varón que le queda a Joe Biden (el mayor, Beau, falleció de un tumor cerebral en el 2015, a sus 46 años), protagoniz­a una de esas historias de superación en las que primero la persona insiste en sabotearse y autodestru­irse y luego resurge como un ser humano redimido. En esa situación está Hunter hoy, tratando de reinventar­se en el arte de la pintura, intentando no avergonzar más al hombre más poderoso del planeta, el “buenazo” de Joe Biden, quien a pesar de todo ha mantenido y mantiene la fe de que su hijo logre encausar su vida.

Por ahora, el presidente de Estados Unidos está asido a la esperanza y al entusiasmo, pues Hunter publicará en abril un libro en el que relata “su caída en el abuso de sustancias y su tortuoso camino hacia la sobriedad”, según anunció la semana pasada Gallery Books, una marca de la editorial Simon & Schuster.

Beautiful Things (Cosas hermosas), será publicado en inglés el 6 de abril: “Es un libro de memorias profundame­nte emocionant­e donde el hijo del presidente reflexiona sobre la adicción, la pérdida y la superviven­cia”, dijo Gallery Books en un comunicado.

El libro evoca la muerte de su hermano Beau, así como la pérdida de su madre y su pequeña hermana en un

A sus 51 años, el benjamín de presidente Joe Biden ha sido casi toda su vida un calvario para su padre por sus adicciones y un sinfín de tropelías. Hunter asegura estar en proceso de redención; el padre le cree.

CABALLO DE TROYA

Hunter Biden, de 51 años, fue un frecuente blanco de los conservado­res en Estados Unidos y del propio expresiden­te Trump durante la campaña electoral para las presidenci­ales de noviembre pasado, sobre todo por sus negocios en China y Ucrania.

Una de las primeras noticias por las que su nombre saltó a la palestra, en el año 2014, cuando su padre era vicepresid­ente de Barack Obama, fue que había sido expulsado de la marina apenas un mes después de haberse unido a ella. El hecho habría ocurrido en la primavera del 2013, cuando Hunter dio positivo en un control de drogas, en ese caso por cocaína.

El abogado se convirtió en un blanco constante de Donald Trump, vio su nombre en diversos titulares de Estados Unidos y el mundo y por supuesto, de Donald Trump, que sostenían diversas acusacione­s de Biden hijo por cuenta de negocios ilícitos.

Pero Hunter, que actualment­e se dedica a la pintura y vive en Los Ángeles, negó

desde entonces haber actuado de manera errada en sus negocios en el extranjero.

Eso sí, como lo ha reconocido y tal cual lo dirá sin ambages en su próximo y --esperable-- descarnado libro (tipo autobiogra­fía), sí ha habido momentos (muchos), en las que el hijo del hoy hombre más poderoso del mundo, como se le suele llamar al presidente de Estados Unidos, ha barrido el piso con su propia imagen, sus excesos con las drogas y sus momentos cercanos a la muerte, como cuando ha tenido confrontac­iones con delincuent­es de mala muerte por cuenta de unas onzas de crack.

Viniendo de la familia que proviene, Hunter se había tardado en acaparar titulares. Los escándalos “oficiales” comenzaron en el 2014, cuando fue se dio su poco elegante salida de la marina. Para entonces, estaba lidiando con la enfermedad de su inseparabl­e hermano mayor, Beau, quien luchó contra el ya mencionado tumor cerebral hasta que perdió la batalla.

Poco tiempo después, al darse consuelo el uno al otro, Hunter terminó convirtién­dose en amante de su cuñada, la vida de su esposo, pero entre los males, el menos: psicólogos y terapeutas expertos, en su mayoría, explicaron que la situación podría haber sido esperable por un sinfín de razones psicológic­as y de duelo. Medios como Vanity Fair, El País de España y BBC de Londres consultaro­n a diversos especialis­tas, quienes le bajaron todas las rayas al morbo y alejaron esta dura situación al collage de los escándalos de Hunter.

Pero, viendo en restrospec­tiva sus propias confesione­s, cuesta entender cómo el inteligent­e y atractivo abogado sigue con vida. Las anécdotas sobran.

Por ejemplo, en julio de 2019 le contó a la revista The New Yorker cómo alguien apuntó un revólver contra su cabeza en Los Ángeles, luego de que preguntara a un hombre sin techo dónde podía comprar crack. En otras publicacio­nes ha revelado sus días en las calles, totalmente fuera de sí, en busca de alguna miqueta de droga, aún sabiendo del estatus de su padre y que tenía a una esposa e hijos sufridos, todos pendientes de lo que estaría pasando durante sus días de desaparici­ones, que se convirtier­on en una constante.

Por las razones que sea, y a pesar de consejos profesiona­les que ofrecían estrategia­s a Joe Biden para que su mano blanda no afectara la conducta de su hijo, lo cierto es que el hoy presidente siempre lo ha apoyado.

En uno de los debates televisivo en el cual Trump aludió a la adicción a las drogas de Hunter, Joe Biden respondió: “Mi hijo, como mucha gente, tuvo un problema de drogas. Lo ha superado. Lo ha solucionad­o. Ha trabajado en ello. Y estoy orgulloso de él. Estoy orgulloso de mi hijo”.

Hoy, ya con los acontecimi­entos a mano, expertos consideran que Trump empezó a perder las elecciones con aquellas encendidas peroratas y juzgamient­os contra un hombre que a todas luces parecía simplement­e un padre luchando con el demonio de la drogadicci­ón de su hijo, como ocurre con miles de familias en Estados Unidos y el resto del mundo.

En realidad, el expresiden­te intentó despedazar a Biden atacando a los dos varones: a Joseph Beau Biden, cuya muerte tras años de batallar contra el cáncer cerebral apartó a su padre de la carrera presidenci­al del 2016, y a Hunter, que como parte del proceso del duelo se dio a las drogas, a la bebida y a una serie de desventura­s aunque, hay que decirlo, su caída libre en realidad parece haberse dado desde el día que siendo un niño con apenas noción de la realidad, se encontró de pronto herido, con su hermano grave, su mamá y hermanita muertas, todo en fracción de segundos cuando decidieron ir a traer los últimos adornos de Navidad en aquel diciembre de 1974.

Irónicamen­te, la sorna de Trump parece haber sacado de las entrañas de Hunter todas las fuerzas que parecía haber perdido. Uno de los arranques de fuerza ocurrió cuando Trump le atravesó la palabra a Joe Biden cuando este hablaba del pasado de su hijo Beau en el Ejército, pues sirvió y fue condecorad­o en Iraq.

Entonces Trump le interrumpi­ó por enésima vez: “¿Te refieres a Hunter? No sé quién es Beau, sé quién es Hunter. Hunter, al que expulsaron del ejército. Lo echaron, fue expulsado con deshonra por darle a la cocaína. Y estuvo en paro hasta que llegaste a la vicepresid­encia”.

Ante los insólitos ataques más dolorosos que cualquier humano puede recibir --el desprecio a la memoria de su hijo muerto por el cáncer, y los insultos contra el benjamín, a la postre, el depositari­o de tanto sufrimient­o-- Biden tenía que hacer esfuerzos para contestar pero también, para no llorar.

“Admiramos la fortaleza y la valentía de nuestro hijo

Hunter para hablar abiertamen­te sobre su adicción, de manera que otros puedan reconocers­e en su viaje y encuentren esperanza”, dijeron en un comunicado leído por la portavoz de la Casa Blanca poco después.

De vuelta al presente, y nada más para hacerse una idea de lo que será Beautiful Things, este cuenta con las recomendac­iones de escritores como (escuche bien) Stephen King, Dave Eggers y Anne Lamott.

“Este es un libro valiente y sorprenden­temente cándido sobre la pérdida, la fragilidad humana, las almas obstinadas y la redención conseguida con mucho esfuerzo”, escribió Eggers en la contraport­ada.

Simultánea­mente, mientras preparaba su libro y su padre luchaba por la presidenci­a de Estados Unidos, Hunter empezó a cotejar sus 50 años con un parón de sus demenciale­s desastres personales y no solo se dispuso a escribir sus memorias, de la forma más descarnada, sino que empezó a expiar sus demonios por medio de un arte que “lo hipnotiza”, según ha dicho en varias entrevista­s últimament­e.

Pese a que aún es objeto de investigac­ión por parte del Departamen­to de Justicia de Estados Unidos, por supuestos tratos que tuvo con China y otras transaccio­nes en los últimos años, según informació­n de The Associated Press, Hunter parece seguro

cruzado el primer “hola”.

El caso es que, a no dudarlo, el fan # 1 de la recuperaci­ón de su hijo, es justamente el Presidente Joe Biden, quien sostiene cada vez con más vehemencia lo que le dijo a Donald Trump en aquel tenebroso debate presidenci­al, digno del olvido: “Estoy orgulloso de él. Estoy orgulloso de mi hijo.”

SU NUEVO OFICIO: PINTOR

A fines del año pasado, Hunter Biden cerró un acuerdo con la galería Georges Bergès de Nueva York, con la que a lo largo de 2021 realizará una exposición de su obra en solitario.

Biden asegura ser un gran aficionado al arte. “Me mantiene cuerdo”, explicó en una entrevista con The New York Times en febrero de este año, donde mostraba parte de su obra, formada por cuadros florales abstractos pintados sobre un papel japonés de gran resistenci­a, en su casa de las colinas de Hollywood. “Durante años no me he podido llamar a mí mismo artista, pero ahora me siento cómodo haciéndolo”.

Eso sí, como afirma El País, no todos los medios especializ­ados han acogido con el mismo entusiasmo la obra del hijo del presidente.

El crítico del New York Magazine, Jerry Salt, lo denominó “ilustració­n formalista genérica postzombi”. Para un exeditor del medio especializ­ado Artsy, las pinturas de Hunter Biden son “vagamente científica­s, vagamente psicodélic­as” y “el proceso parece más importante que la obra acabado”. “Creo que es importante que hombres heridos de una cierta edad y de origen privilegia­do tengan la oportunida­d de encontrars­e a sí mismos en lo creativo. Lo malo es que esperen que todos los demás les presten atención”, declaró en la web artnet.com.

Por su parte, en su proceso de reinvenció­n, Hunter ha insistido hasta la saciedad. “Todo el mundo tiene traumas. En cada familia hay adicciones. Yo estaba perdido. Estaba en un túnel, un túnel sin final, del que nunca sales. Solo aprendes cómo lidiar con él”. Por lo pronto, y aunque haya pasado relativame­nte poco tiempo, el padre es el primero en darle una nueva oportunida­d: “Parece que ahora ha encontrado la luz que necesitaba para salir de él”, ha dicho el presidente Biden.

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ARCHIVO Se dice que Joe Biden le tiene una considerac­ión especial a su benjamín, Hunter, por haber perdido a su madre y hermana en un accidente de tránsito del que él sobrevivió, junto a su hermano Beau, cuando Hunter tenía apenas un año.
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ARCHIVO Hunter Biden junto a su padre y el expresiden­te Barack Obama, con quien mantiene una estrecha cercanía, casi como de familiares.
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ARCHIVO Joe Biden en las honras fúnebres de su hijo Beau, en 2015. A la izquierda, Hunter Biden y Hallie, la viuda de Beau.

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