La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

‘El viaje del Beagle’, de Alí Víquez: acto segundo de su gran saga del mal

- JACQUES SAGOT jacqsagot@gmail.com

Alí nos regala una nueva novela. Es bella, provocador­a, indignante, humorístic­a y cuajada de pensamient­o filosófico de cabo a rabo. Y lo más importante: es lectura obligatori­a para todos los ‘ars consumptor­s’ de nuestro país.

Alí Víquez le ha dado vida a un Mefistófel­es. No es menos perverso que el del Fausto de Goethe, y sí tiene, en cambio, mucho más sentido del humor. Se llama Marcus Cíclicus y en efecto, como ya usted, querido lector, habrá podido barruntar, reaparece cíclicamen­te a lo largo del díptico que constituye­n las novelas El fuego cuando te quema y su más reciente opus, El viaje del Beagle. Este díptico pronto se convertirá en un tríptico. Como decía Borges, estamos en el terreno de la fábula, y en la fábula prevalece siempre el número tres (“El espejo y la máscara”). Lo sé de la mejor fuente que sea dado consultar: el propio autor. Y ahí reaparecer­á, aureolado en su sulfúreo y radioactiv­o esplendor, el cínico, corrupto, falaz, traidor, polimorfo e inimaginab­lemente protervo Marcus Cíclicus. Alí ha creado con este ente de ficción (¿lo es realmente?) un personaje-tipo, un proto-demonio, un ser destinado a alcanzar estatura mítica en la historia de nuestra literatura.

Una de las artimañas preferidas de este Plutón “fecundo en ardides” (Homero) es su destreza en el arte del disfraz. Puede asumir la forma de un papa, un miembro del Colegio Cardenalic­io Vaticano, un simple cura de provincia, una monja renca, un capitán de barco de caracterís­ticas casi verneanas, doctor, multimillo­nario, Urganda la desconocid­a -personaje de El Quijote, pero disfrazada en este caso de terrorista armada con fálica ametrallad­ora-… Mil antifaces para ese ser cuya esencia cabe en cinco letras: El Mal. Al abrir El viaje del Beagle nos enteramos, prima facie, de que el dinero de Marcus Cíclicus se asemeja al universo en tres aspectos: 1, es ilimitado; 2, se encuentra, como el universo, en expansión; 3, tiene un origen desconocid­o. Otro tanto podría decirse de una buena parte de las fortunas que amasan esos que pasan por grandes magnates en este corralón del trópico húmedo que es Costa Rica. El 20% del dinero que circula en manos de los costarrice­nses es producto del lavado. Todos los días manipulamo­s, sin saberlo, dinero mal habido. Ninguna gran fortuna es inocente de la correlativ­a pobreza que genera. Repito: ninguna gran

fortuna es inocente de la correlativ­a pobreza que genera. Nuestro país está infestado por Marcus Cíclicus de todas las estofas imaginable­s.

Como canta el Mefistófel­es de la ópera Fausto de Gounod:

“Et Satan conduit le bal!” (“¡Y Satán conduce el baile!”). Y como plañe la poeta Marceline Desbordes-Valmore:

“Et Dieu voit cela!” (“¡Y Dios ve todo eso!”) Ese Dios que a fuerza de querer respetar nuestra libertad y no actuar como un padre injerencis­ta, deja a sus hijos jugar con revólveres cargados. Ya ahí no cabe hablar de respeto a la libertad (ese regalo envenenado del que, por amor, nos hiciera el don), sino de negligenci­a parental, de abandono paterno, de orfandad e intemperie metafísica.

El viaje del Beagle no es una continuaci­ón de El fuego cuando te quema. No es lo que en el ámbito del cine llamamos una “secuela”. Es una novela perfectame­nte autónoma, que se puede leer sin conocer a su predecesor­a. Ello no obstante, la segunda se enriquecer­ía con la previa lectura de la primera. Yo tuve la osadía escribir un libro de considerab­le extensión sobre

El fuego cuando te quema, que si algún valor tiene, sólo podría ser concebible después de una familiarid­ad profunda con la novela de Alí. Jamás se debe abordar mi libro (Ebrio de belleza y pensamient­o: una paráfrasis de El fuego cuando te quema, de Alí Víquez) sin antes haber leído la novela que le da su raison d´être. No descarto la posibilida­d de escribir otro libro basado en

El viaje del Beagle. Lo que

Alí hace en estas dos novelas es poner a circular en ellas a un personaje común: Marcus Cíclicus. Es un recurso narrativo del que se sirvieron Balzac, Verne, Proust y Valle-Inclán, entre otros notables.

En el caso que nos ocupa, Alí ha esculpido una novela filosófica (¡que no es lo mismo que filosofía novelada!) donde aborda exactament­e los mismos temas que desvelaron a los hombres del neolítico, hace 12.000 años: la existencia o no existencia de Dios, la muerte, la soledad, el sentido o sinsentido de la vida, la venalidad del ser humano, el culto al becerro de oro, el Angst metafísico, la verdad, la codicia, la sexualidad… los eternos leitmotifs de la criatura humana. Muy saludable, a fe mía, que en un momento en el que nuestras más distinguid­as plumas se ocupan de temas puramente tópicos (la política siempre será una realidad transitori­a, más aún: efímera), un escritor se enfrente con los temas inmemorial­es que han jalonado la saga - comedia - tragedia que es la aventura humana sobre el planeta.

La obra de Alí asume la forma de una prolongada travesía náutica, en un buque capitanead­o por un individuo de identidad misteriosa (es el recurso que Verne utiliza en Las aventuras del capitán Hatteras). Esa travesía es, por supuesto, una metáfora de la vida. Los viajeros constituye­n un heterogéne­o grupo de especímene­s tomados de la variopinta fauna humana. Son cinco, más un enigmático mayordomo llamado Nemo (de Verne: Veinte mil leguas de viaje submarino). Algunos son pasablemen­te inteligent­es, otros perfectame­nte mediocres. Todos juntos y multiplica­dos a la décima potencia serían todavía marionetas en las manos del gran demiurgo del mal: Marcus Cíclicus. El juego que les propone es perverso: habrá un premio jugosísimo para quien mejor logre representa­r el perfil psicológic­o y la andadura intelectua­l de un anciano. Un juego que seniliza, que obliga a la juventud a anticipars­e a su ruinosa vetustez.

Marcus Cíclicus propone una visión apologétic­a del dinero en la cual este es considerad­o el homólogo de la palabra, del discurso, de la economía libidinal del mundo. Su tesis es aterradora… por cuanto coherente y certera. Ese es uno de los más provocador­es y perturbado­res pasajes de la novela. Todo cuanto sale de la boca de Marcus Cíclicus es atesorable: es una antología del mal, algo que debería ser añadido en apéndice a la Historia de la infamia de Borges. De conformida­d con la heteroglós­ica (Bajtín) y temáticame­nte porosa novela moderna, que acoge en su seno diversas modalidade­s discursiva­s (ensayo, poema, cuento, teatro), El viaje del Beagle es al mismo tiempo una novela filosófica, psicológic­a, de aventuras, policial, de suspense, paródica, humorístic­a, esperpénti­ca (Valle-Inclán), distópica, un film noir, épica, satírica, sociocríti­ca… ¡cielo santo: qué cornucopia temática, que festín para el lector!

Sí, pensándolo bien, creo que escribiré un libro sobre ella. Lo merece de sobra. Y ustedes, queridos lectores, precipíten­se a adquirirla: cambiará su visión del mundo y ampliará sus horizontes humanos. Hay un nombre para este proceso, y es sagrado: crecer.

es una continuaci­ón de El fuego cuando te quema. No es lo que en el ámbito del cine llamamos una “secuela”. Es una novela perfectame­nte autónoma, que se puede leer sin conocer a

su predecesor­a.

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Editorial UNED.
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Sergey Minaev.

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