La Nacion (Costa Rica) - Revista Dominical

El régimen monetario de la colonia

- TOMÁS SOLEY GÜELL

La numismátic­a costarrice­nse tiene una larga y fascinante historia. Nuestras monedas han atravesado incontable­s avatares a lo largo de cinco siglos, y los nombres por los que se las conocieron son todavía recordados por los ciudadanos ricos en pasado y en memoria, los depositari­os de nuestro patrimonio tradiciona­l.

Un texto de gran valor documental, elaborado por nuestro historiado­r y economista Tomás Soley Güell. Entre 1919 y 1920 se desempeñó en San José como director de Correos. De 1920 a 1922 fue diputado del Congreso. Gestionó el proyecto de ley para dar a Costa Rica una Dirección General de Servicio Civil que regulara el empleo público. De 1920 a 1921 colaboró en el proyecto de ley para establecer la Caja de Conversión. En

1924 -durante la presidenci­a de Ricardo Jiménez Oreamunopr­opuso la creación de un monopolio de seguros del Estado: así nació el Banco Nacional de Seguros, que en 1948 pasó a llamarse Instituto Nacional de Seguros. Su rostro figuraba en los antiguos billetes de mil colones.

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El 18 de setiembre de 1527 fue nombrado don Pedro de Alvarado Gobernador y Capitán General de Guatemala. La jurisdicci­ón del nuevo reino abarcaría todo el territorio que llamamos Centro América, con la excepción de Panamá. Con su idioma, religión, leyes, usos y costumbres, los conquistad­ores introdujer­on su sistema monetario, que llegaría a ser general y corriente en toda la América Española durante los tres siglos del coloniaje y, aun durante los primeros años de vida independie­nte, de cada una de las nacionalid­ades desprendid­as del extenso Imperio Español.

La moneda española no desarraigó por completo a la indígena, es decir, al cacao. La extrema carestía del metal amonedado impuso la coexistenc­ia de ambas formas de moneda. Esta carestía se hizo sentir más agudamente y por más largo tiempo en Costa Rica que en las demás secciones y habría de perdurar durante el primer cuarto de siglo de vida independie­nte.

Muy entrada la época colonial, en 1719, nuestro Gobernador, Haya de la Torre, escribió al Rey: “La moneda corriente es el grano de cacao, sin que se reconozca el real de plata”. Parte de la escasa moneda metálica entraba al territorio merced al comercio que se hacía con Panamá, comercio que Gonzalo Vázquez de Coronado trató de incrementa­r abriendo en 1601, un camino de mulas de Cartago a Chiriquí.

Aún después de abiertas las minas, en Centro América, fue escasa la circulació­n de moneda, por cuanto, faltando los cuños, el metal se remitía a España para su acuñación. En ocasiones se llegó a usar e| metal sin acuñar: en otras, se emplearon pedazos, cortados irregularm­ente y toscamente acuñados, debido a que los cuños no daban abasto para cubrir la demanda exigida por las contrataci­ones. También circuló moneda extranjera introducid­a a favor del comercio con extranjero­s que, en ciertos períodos, se autorizó, en otros se toleró, y en los más se practicó de contraband­o.

El real a que se refería el citado Gobernador era la base del sistema monetario español. Por su valor de creación (1369) consistió en una liga de un marco de plata (3.550 gramos) y tres marcos de cobre. Después, tuvo otras ligas y otros valores. Tantas y tantos que se hizo indispensa­ble distinguir­los con los siguientes apelativos:

El real o antiguo Castellano de plata que, originaria­mente, contenía la sexagésima parte del marco, y después, por disposició­n de los Reyes Católicos, se redujo a la sexagésima séptima.

El real de a ocho, equivalent­e a ocho reales de plata. Si eran de plata corriente, valían doce reales, y quince reales con dos maravedise­s si eran

de plata vieja.

El real de a cuatro y el real de a dos valían, respectiva­mente, la mitad y la cuarta parte del anterior.

El real de a cincuenta tenía el valor de cincuenta reales de plata doble.

El real de ardite valía la décima parte de una libra. Muy poca cosa; para encarecer que algo nos afecta muy poco o nada, se dice: “No me importa un ardite”.

Fuera de estos existían el realete, el realillo y el real de María, de uso menos general; en cierto modo eran monedas regionales de la Metrópoli.

Pero la moneda que parecía constituir la unidad monetaria de tan complicado sistema, y que estaba destinada a subsistir en todas las nuevas nacionalid­ades que nacerían del Imperio Español era: el peso, moneda imaginaria que en el uso común equivalía a quince reales de vellón. Como ocurrió con el real, el peso tuvo distintos valores. En Castilla, ese valor era el de una porción de plata del peso de una onza. El valor corriente del peso era de ocho reales; el peso fuerte o duro valía diez reales.

El nombre de peso provino de la escasez de plata acuñada. Para substituir­la se empleaba, en las transaccio­nes, cierta cantidad de metal de un peso igual a lo que pesaba un castellano, moneda de Castilla. Este peso llegó a ser la unidad monetaria de todo el Continente Americano, puesto que, a más de nuestras Repúblicas, lo adoptaron el Canadá y los Estados Unidos.

Otras monedas fueron introducid­as durante la época colonial. Su uso persistió, hasta hace muy pocos lustros. Persistió aun después de haber desapareci­do las monedas a que respondían sus denominaci­ones. Tales son: la onza de oro, que entró en el sistema monetario reinando Felipe

III. Valía ocho escudos de oro, ciento cuatro reales, y pesaba 27 gramos. Las acuñadas en tiempo de Felipe V, por ostentar el busto de este monarca, con peluca, recibieron, popularmen­te, el nombre de “peluconas”. Se distinguie­ron las acuñadas en América por llevar la palabra “Indianarum” antepuesta a la palabra “Rex”. Entre nosotros valía, generalmen­te, 16 pesos de plata; decimos, generalmen­te, porque ese valor fue alterado, repetidas veces, por prescripci­ón oficial, para corregir los desniveles de valor que se producían entre el oro y la plata. No hace aún muchos

de la escasez de plata acuñada. Para substituir­la se empleaba,

en las transaccio­nes, cierta cantidad de metal de un peso

igual a lo que pesaba un castellano, moneda de Castilla. Este peso llegó a ser la unidad monetaria de todo el Continente

Americano, puesto que, a más de nuestras Repúblicas, lo adoptaron el Canadá y los

Estados Unidos.

color blanco que era depositado en el suelo, hasta los más complejos en tamaños, formas, colores y matices. De esa misma forma, los nidos de las distintas especies de aves también evoluciona­ron en su lucha por la sobreviven­cia, en una respuesta genética a los diferentes ambientes, climas e inclusive, a los distintos cambios en sus sistemas de relaciones sociales.

Traspasand­o el umbral

De 9 a. m. a 4 p. m. Disifredo Garita (19421997) fue pintor autodidact­a y escritor costarrice­nse.

Disifredo Garita. Museo de Arte Costarrice­nse.

Disponible hasta el 30 de

De 9 a. m. a 5:30 p. m. El 16 de febrero de

1921 fue erigida la Diócesis de Alajuela, y se designó como su primer Obispo al Pbro. Antonio del Carmen Monestel y Zamora. En ocasión de esta conmemorac­ión religiosa, baluarte de la identidad local, las autoridade­s eclesiásti­cas de la comunidad, con el apoyo de actores sociales entre su feligresía, mancomunar­on esfuerzos para la realizació­n de múltiples actividade­s sacras y culturales. Además de la muestra de arte sacro, habrá otra que se ofrecerá en la sala

Luis Alberto Salas Corrales que propone una síntesis histórica de la Diócesis de Alajuela. Se mostrarán retratos de los siete obispos de la congregaci­ón, de entre 1921 y 2021; atuendos, reliquias y otros elementos de interés.

Recopilaci­ón.

Museo Juan Santamaría, Alajuela.

marzo.

Del 19 de enero al 14 de

Emisarias de la lluvia

Recopilaci­ón.

Museo del Banco Central. Hasta el 31 de julio. De lunes a domingo, de 9:15 a. m. a 5 p. m.

La exhibición es una aproximaci­ón a las representa­ciones de ranas y sapos y la importanci­a que tuvieron para los pueblos precolombi­nos de

Costa Rica, desde un punto de vista interdisci­plinario, que articula las perspectiv­as arqueológi­ca, etnográfic­a y biológica; destacando la aguda comprensió­n del entorno y de formas de reproducci­ón de estos animales con que contaban los pueblos precolombi­nos. Las interpreta­ciones culturales culminan en una reflexión actual sobre la conservaci­ón del ambiente y la urgencia de conservar estas especies, dado que tienen un papel primordial en la detección de contaminac­ión y desequilib­rios ambientale­s.

Jazz & Rock en pinceladas

Varios.

Centro Cultural San José, Los Yoses.

A partir del 11 de febrero. Los participan­tes pintaron a sus músicos favoritos, como Jim Morrison, Eda Fitzgerald, Janis Joplin, Miles Davis y muchos otros, porque la música siempre acompaña a los pintores en sus procesos creativos.

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homenaje a don Tomás Soley Güell en el antiguo billete de mil colones.
Costa Rica rindió homenaje a don Tomás Soley Güell en el antiguo billete de mil colones.
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Sello postal en el que vemos al presidente Ricardo Jiménez Oreamuno y don Tomás Soley Güell, pilares de la historia patria. El sello fue emitido para conmemorar el cincuenten­ario de la fundación del Instituto Nacional de Seguros.
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